Capítulo 17

1044 Words
Paola se había levantado de puntitas, después de la siesta. Dejó a Fabi y Nancy durmiendo muy apacibles en sus camas y se animó ir a la terraza a tomar un café y respirar aire fresco. Un camarero muy simpático le sirvió un jugo de frutas. -Las candidatas solo toman jugo-, le dijo en perfecto español. Paola le iba a aclarar que no participaba en el concurso, pero finalmente le gustó y le encantó que le dijera candidata. Estiró su bella sonrisa, se sintió muy sensual, coqueteó con su cabello largo, jalándola y sobó sus piernas con afán. -Ay las reglas del concurso-, dijo inclinándose hacia su hombro. -Todas las bellezas son iguales-, siguió repitiendo el mesero, después de servirle. Paola no dejaba de reír. De repente oyó una voz. -Hola- Paola se empinó y parpadeó. En la mesa contigua había una mujer delgada, rubia, con sus pelos lacios, muy largos, quizás hasta la cintura que leía un diario y tenía un vaso grande también de jugo de frutas. -Hola-, respondió Paola pero ya su cabeza había trabajando aceleradamente y adivinó que se trataba del contacto. -Donato Antonelli está preocupado-, dijo ella, en perfecto español, también. Paola quiso acercarse con su silla pero la mujer la detuvo con un gesto de su mano. -No, desde allí es mejor-, dijo. -No solo es la señorita Perú por la que se interesan, también otras chicas del caribe-, sorbió el jugo la rubia sin despegar la mirada del diario. Paola sentía un escozor en la espalda. Se sintió importante, quizás como James Bond. -Es algo grande-, insistió la chica. -¿Qué vamos hacer?-, intentó tener participación, Paola. -Hay un tipo que no me gusta, que está como seguridad, creo que es de ellos, me da mala espina. Es alto, ojos verdes, nariz grande y enormes manos. Es búlgaro o rumano, no sé. Quiero confirmar bien. Hay un peruano también, Cornejo. Llegó anoche-, detalló ella. Paola empezaba asentir su corazón galopando de prisa en su pecho. Al tal Cornejo lo había escuchado en el concurso, era tipo aquel grandote al que Fabi le tenía mucho miedo. Ahora lo recordaba. -Soy Tanya Tressor, dijo la chica misteriosa, estoy de asistenta de la señorita Francia. Yo que no sé peinar ni mis muñecas ni a mi perro, imagínate-, sonrió y a Paola le hizo gracia. -Yo tampoco sé peinarme-, quiso seguirle la charla. -Atento al tal Cornejo-, sentenció Tanya. Tiró el diario. Se puso de pie y cuando pasó al lado de Paola, habló rastrillando sus dientes. -Estamos en contacto- ***** Al fin todas pudieron salir de la peculiar prisión. Fabiana se sentía una niñita traviesa saltando en uno de los buses de dos pisos descapotado que recorría Ámsterdam. Brincaba, se subía a los asientos, jalaba el pelo a Nancy y a Paola, tomaba fotos con su móvil, gritaba, se emocionaba por todo y parecía que iba a saltar hacia la calle. Fueron cerca de Nieuwe Hoogstraat, la zona más comercial de la ciudad. -Es peatonal, aquí solo se entra en bicicletas-, explicó una de las azafatas, en tres idiomas. Fabiana miraba las florerías y los restaurantes empinándose al filo de la calle y le pareció grandioso. Fueron por Brouwersgracht y disfrutó de los canales. Veía las luces rebotando en las aguas igual a luciérnagas y también las bicicletas y las filas de carros avanzando despacio, sin apuro. Los chicos miraban a Fabiana que les pasaba la voz desde uno de los buses. La monumental Lindengracht le hizo recordar las calles viejas de Lima. -Son edificaciones coloniales-, dijo. La señorita Ecuador la escuchó. -Son desde el medioevo-, le contó. Fabi apretó los labios. -Rayos, aquí deben haber muchos fantasmas-, dijo y las demás chicas rieron a carcajadas. Se maravilló con Prinseneiland, Herengracht, Gerard Doustraat, tan arquitectónicos, tan bellos, tan románticos. -¿Vivirían aquí los caballeros de las cruzadas?-, se aventuró a preguntar Nancy, también perpleja y admirada. -Herengracht data de 1612-, le aclaró la señorita Polonia que hablaba también español. No se cansaba, tampoco de tomar fotos. Nancy le jaló el brazo a Paola. -Metiche-, le rezongó y las dos estallaron en carcajadas. El paseo terminó en un gran almuerzo en Oudezijds Voorburgwal junto al canal, en un local amplio, reservado y donde estuvo presente el alcalde de la ciudad y muchísimas autoridades. A Fabiana le gustó ver las decenas de bicicletas alineadas una tras otra en larguísimas filas de dos ruedas. -En Puerto Maldonado es así, reveló, allá es como el far west, solo faltan las pistolas-, agregó entusiasmada. -Solo piensas en pistolas-, le bromeó la señorita Ecuador, echándose en sus brazos. A Fabi le siguió el juguete- -Y tú en bazucas, je je je-, bromeó y todas que escucharon el chiste estallaron en risas. -¡Bazucas largos y gruesos!-, estalló en carcajadas la señorita Argentina. Nancy y Paola se vieron moviendo la cabeza. -Vaya que tenía su humor la flaca-, coincidieron en decirse entre risotadas. Miss Mundial dio un discurso antes de almorzar. "Para mí, como Miss Mundial, es un orgullo presentar a estas hermosas candidatas. Una de ellas me reemplazará y hará lo mismo que yo: llevar un mensaje de paz y amor por todo el planeta", dijo. Fabiana quedó perpleja. Era exactamente lo mismo que había dicho en el video en el hall del hotel. En medio del almuerzo que fue festivo, con muchas risas y bromas, hubieron números folclóricos y también les dieron a todas las candidatas ramos de tulipanes. -¡Es la flor más representativa de Países Bajos!-, gritó en su idioma el alcalde de Ámsterdam. Hubieron muchos aplausos. Fabi también aplaudió contagiada. Fue entonces que mientras probaba el stamppot, un plato tradicional, hecho con papa machacada, mantequilla, leche, zanahoria y cebolla, que le encantó, Fabiana vio por la ventana, una imagen enorme que estaba parado en la esquina, con los brazos cruzados, escondido en lentes negros, sin despegar la mirada de ella. Fabi lo reconoció. Era Cornejo. -Paola, ese hombre me mira mucho-, se asustó Fabiana. Paola se irguió presta y fue a la ventana. No había nadie. Oteó por todo lados, pero la imagen siniestra de aquel sujeto no se encontraba por ningún lado. -¿Qué hace aquí?-, preguntó asustada Fabiana. -Nada bueno, aceptó Paola, nada bueno-
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