Capítulo 11

1403 Words
El video en el que Fabiana le hacía un desplante al cantante de baladas, durante la elección de la señorita Perú, ya era viral en el YouTube y lo repetían una y otra vez en todo lo canales abiertos y de cable. Nancy le preguntó esa noche que veían la TV, por qué dejó mal parado al conocido músico. -¿Por qué lo hiciste?-, preguntó riéndose. -No sé, dijo Fabiana, estirando su sonrisita, creo que fue por instinto- -Te salió exacto, se admiró Nancy, el tipo quedó como una zapatilla- -Me han hecho una canción, también-, le dijo Fabiana. Eso no lo sabía Nancy. Se alzó sobre sus codos. -¿En serio? ¿Y cómo es?-, se interesó haciendo brillar sus ojos. Fabiana buscó YouTube en su celular. -Se llama la "Inalcanzable"-, dijo y puso el video. Y en efecto, era el baladista que aparecía cantando intercalando imágenes del desplante de Fabiana en el concurso y de su meneo de cintura, dejándolo en una pieza. También aparecían escenas de ella en bañador y en su vestido de noche, pero más eran las imágenes cuando ella le sacaba la lengua al cantante y la mordía con sus dientecitos blancos, y la risa que brotaba en sus ojos despectivos hacia él. -Acaso fuera tu rey, mi reina, para hacerte mía, acaso no fuera yo un simple mortal para poder amarte a ti, mi diosa, acaso pudieras dejarme entrar al reino de tu corazón para ser el hombre sin corona que te proteja-, cantaba el hombre, con mucho sentimiento, con una voz sublime y la música contagiosa y súper romántica. -Qué lindo-, suspiró Nancy. -Acaso pudiera amarte, mujer, pero pienso y me convenzo que eres inalcanzable-, sentencia la canción, con esa imagen que ahora era viral en el YouTube, aquella de la lengüita afuera que mordían los dientecitos de Fabi con femenil desprecio y encanto. -¿No te gustó la melodía?-, dijo sollozando Nancy, conmovida y estremecida a la vez. A Fabiana, al contrario, le daba risa. -Sí, está linda la canción, pero lo que me da risa que me canten a mi-, decía Fabi carcajeándose sin contenerse. Schäffer se lanzó encima de ella. -No eres más que una zonza-, renegaba, haciéndole cosquillas y provocándole más risas. ***** Mariano Cornejo vio salir a Fabiana con Paola y Nancy, vestidas con buzos y vinchas y sus pelos amarrados en cola. Harían footing en el malecón donde estaba el hotel. Raspó su celular y dijo en tono bajo, tapando el móvil con su mano, -Ahora-, luego colgó y se marchó apurado hacia la cochera donde recogió su auto y se marchó raudo. Fabiana, Nancy y Paola iban a trote ligero, sintiendo la garúa acariciando sus mejillas. No eran las únicas, otros jóvenes también trotaban indiferentes y habían quienes hacían estiramientos, aprovechando las banquetas y los pequeños muros donde habían adoquines de piedra y jardines. Ya habían dado dos vueltas, cuando Paola vio una camioneta entrar en sentido contrario y dio un zigzag a baja velocidad. Le pareció raro. Miró la esquina y había un auto parado también en forma temeraria. Un agente de seguridad del concurso, también alarmado, le hizo un gesto, señalando sus ojos con los dedos y apuntando hacia los vehículos. -Chicas, vamos a estirarnos un poco-, ordenó Paola a Fabiana y Nancy y dejaron de correr, incluso las empujó hacia donde estaban los jóvenes haciendo elongaciones. -Hay que estirarse bien para relajar los músculos-, bromeó Paola sin despegar los ojos de los vehículos. Se empinó sobre las puntos de sus pies y vio que un par de sujetos bajaron de la camioneta. Le hizo un gesto al de seguridad que ella iba para allá y que él estuviera atento. Mientras Fabi y Nancy se estiraban y reían con los jóvenes, coqueteando y haciendo chistes, Paola se dirigió a la esquina, cautelosa, como si reanudara su trote, chequeando, incluso, su cronómetro que colgaba del pecho, y se acercó hacia esos individuos, entonces vio que estaban armados. -¡Policía!- gritó ella apuntando su pistola, pero la camioneta arrancó a toda marcha, chirriando sus llantas. Un balazo atronó el infinito y el otro auto también zumbó su motor y a paso forzado, se marchó por la avenida a toda velocidad. -¡Tengo las placas!-, gritó el agente de seguridad y Paola corrió donde Fabiana y Nancy que se habían agazapado detrás de un árbol, en medio de gritos, alaridos y la gente buscando con afán saber de dónde provino el disparo. -¿Qué pasó?-, se asustó Fabiana, temblando y empalidecida. Paola sonrió indiferente. -Nada, un ladroncito de celulares, supongo-, dijo secándose el sudor. ***** Las detenciones a los dueños de la camioneta y el auto no condujeron a nada. Los vehículos habían sido robados y ellos habían presentado las denuncias. El incidente se mantuvo en secreto a todas las plataformas informativas, La presidenta de la organización dispuso, entonces, redoblar la vigilancia en el hotel y canceló las actividades protocolares que restaban por hacer. -Después de ir a la selva, Fabiana viaja a Países Bajos-, anunció a todo su equipo de trabajo. -¿Qué buscaban esos sujetos?-, le preguntó Paola a Karen Van Holden. -No sé, dijo ella, quizás secuestrar a la reina- Paola había leído de los secuestros y desapariciones en Ucayali. -¿Hay algún vínculo?-, se extrañó. -Estamos en Lima. No creo-, descartó Karen de plano. ***** El despliegue que se hizo para la visita de Fabiana a Mayuya, fue impresionante. Casi un avión entero fue separado para la organización, con modistas, fotógrafos, encargados de videos, maquilladoras, seguridad y un batallón de auxiliares. Además, el concurso pagó los pasajes y estadía, también, para un pelotón de periodistas de todas las plataformas para asegurar una amplia cobertura del acontecimiento. Apenas llegados a la ciudad, se embarcaron, otra vez, en avionetas con destino a Mayuya. La organización había alquilado casi una docena de naves para trasladar a tantas personas. A Fabiana le daba risa. -Yo pensé que íbamos en peque peque-, reía alborozada viendo el alboroto. Nancy no dejaba de ver por la ventanilla de la avioneta, la tupida selva, un manto verde que cubría toda la ribera. -¿Allí vives?-, preguntó incrédula. -No seas tonta, son árboles, yo tengo mi casa-, reía carcajadas Fabi, tomándole el pelo a su amiga. Doña Máxima y el abuelo Fernández lloraron cuando las camionetas llegaron a Mayuya y vieron bajar de uno de los jeeps a Fabiana riendo feliz, emocionada y con las lágrimas represadas en sus ojos. Ella corrió dando brincos y abrazó a los dos efusiva, emocionada, sin poder contener el llanto. -¡Los quiero, los quiero mucho!-, decía llorando a gritos. Los niños y las jóvenes rodearon a Fabi, le cantaron canciones, la comieron a besos y la abrazaron efusivos, emocionados de verla tan feliz y radiante. -¿Esto es Mayuya?-, preguntó Paola admirada de las casitas de palos alineadas en círculo. Ladraban los perros, saltaban las gallinas y renegaban los cerdos. también chillaban furiosos los pájaros y los monos se colgaban curiosos sobre ellos, viendo qué robar, entre tanta gente extraña. Fabiana se subió a una silleta y anunció la construcción de la posta. -¡Al fin nuestros niños estarán sanos!-, dijo a todo pulmón. Los vecinos aplaudieron emocionados y dieron hurras por la reina. Fabi entregó todo el dinero que obtuvo del concurso a doña Máxima. Con el alcalde del distrito se firmó el convenio para la posta, una trocha para el puerto y también la gobernación se comprometió a levantar una comisaría para frenar las incursiones de los narcos y los terroristas. -¡Nunca más se llevarán a nuestras mujeres!-, anunció otra vez Fabiana entre aplausos y el llanto incontrolable de doña Máxima. -Secuestros-, balbuceó entonces, Paola. Miró a un hombre muy anciano que estaba a su lado, encorvado y sujeto a un bastón. -¿Han secuestrado muchas mujeres en Mayuya?-, preguntó. -Van tres, señorita, Elena, Diana y Melissa, ella es mi nieta, dicen que las venden a Europa-, detalló el hombre mascando hierba. -Las venden, -, volvió a balbucear Paola. Miró a Fabiana que reía abrazada a doña Máxima tomándose fotos y haciendo grabaciones, en medio del laberinto de los periodistas y entonces empezó a atar todos los cabos. -Querían secuestrar a Fabi como a las otras mujeres porque ya han pagado por ella-, adivinó, Paola, poniéndose roja como un tomate.
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