Capítulo 4. No es tu culpa

2238 Words
Pov Zoe Los pasos de los hombres sonaban cada vez más cerca de la puerta que yo había cerrado, un escalofrió hizo que mi piel se erizara, sentía como el miedo se apoderaba de mis huesos haciéndome temblar descontroladamente, mis ojos ampliándose ante la expectación, la adrenalina corría por mi cuerpo haciendo que mi corazón retumbara en mis oídos muy fuerte, pero no lo suficiente como para no escuchar las voces del pasillo. -Maldición, la perra se perdió- la voz grave del hombre me hizo estremecer más, era aquel despreciable que se había puesto sobre mí y me había golpeado, aun podía sentir su asquerosa mirada sobre mi cuerpo, podía verla incluso cuando cerraba los ojos- debemos encontrarla antes que le diga a alguien lo que hemos hecho- Y si esto sirviera de algo en este país lo haría llamaría a la policía, justo en este momento, pero conocía el sistema de justicia de mi país, no resultaría bien para mí. Pude escuchar unos zapatos golpeando contra los escalones subiendo a través de las escaleras, antes que el otro lo interrumpiera. El chico que sostenía contra la pared parecía estar sorprendido, sus ojos no dejaban de mirarme con sorpresa, dándome muchas palabras sin hacerlo, y apenas comenzaba a dimensionar el riesgo que había tomado al abrirme la puerta, hasta ahora notado su cabello desordenado por el sueño, en otro momento habría dicho que era adorable. -No seas estúpido, debemos escapar, esa idiota, ya debió tocar la puerta de alguien y están llamando a la policía- se escuchó un leve forcejeo- no puedo terminar preso, mis padres me mataran, no puedo ser expulsado de la carrera por esto- Cuando escuchamos la palabra Policía con tanta insistencia, ambos abrimos los ojos, en mi caso no pensé que eso fuera posible hacerlo, mi padre se enteraría antes que colgara el teléfono, no sabía que pensara el, pero yo no lo haría. El chico bajo mis manos intento moverse, pero pegue aún más mi cuerpo al suyo para detenerlo y ubique mi dedo anular delante de mis labios para que guardara silencio, no quería que intentaran llegar a mí de nuevo. No parecía complacido por mis acciones, su mirada se veía reprobatoria, pero no me riño más. -Jue Puta, tampoco quiero esta mierda, pero la dejamos ir y nos vio la cara, Miguel, ¿Sabes lo que significa? Mañana podría aparecer la policía en nuestra casa o la universidad- ¡Diablos, eran estudiantes! Había tardado en procesar todo lo que decían debido al shock ¿Cómo alguien que estaba estudiando para tener un futuro podía hacerle esto a alguien? ¿Acaso no tenían hermanas, madres o amigas? Qué asco. Las náuseas volvieron, tuve que tomar respiraciones largas para quitármelas, pero un nombre se quedo grabado en mi memoria Miguel. -Vamos marica, antes que ella llame a la policía-  el chico que me había tacleado sonaba preocupado, tal vez incluso tenía miedo, lo cual era irónico, otro sonido de forcejeo llego a mis oídos, algunos jadeos y un golpe seco después, no hubo más ruido en el pasillo, no sé, por cuanto tiempo me quede esperando hasta que esos tipos realmente se hubieran ido, entonces mis piernas cedieron ante el cansancio y esfuerzo que había estado haciendo, finalmente podría respirar, me deslice lentamente hasta quedar sentada en el suelo. ¿Realmente había pasado? ¿Sería un mal sueño? Los rasguños en mi piel, los moretones, todo era demasiado real para negarlo, pero Dios como deseaba poder hacerlo, la luz de la lámpara iluminaba solo una parte de mi cuerpo, comencé a llorar desconsolada, me sentía irreal, ¿Cómo terminé en una situación así? ¿Por qué esto me pasaba de nuevo? ¿Cuándo saldría de este círculo de abusos? ¿Sería un imán para los problemas? ¿Tendría en mi frente un cartel que dijera que soy una víctima perfecta? Después de como terminaron las cosas con mi ex novio, “el innombrable”, asistí a un par de sesiones con un psicólogo antes que mi padre enloqueciera, su versión de la terapia era que solo la tomaban aquellos débiles de carácter, sin contar que era un tema que causaba reproche por la sociedad. Me hacía sentir avergonzada de pedir ayuda, él pensaba que las personas solo se tumbaban en un sofá y el psicólogo hacia todo el trabajo, lo cual hizo que no pudiera volver más a aquella oficina, pero aprendí algo importante, tenía limites débiles, nunca pude plantarle los pies a mi madre, permití que se me criara en un ambiente autodestructivo, donde me criticaban por todo y los demás decidían por mí, por aquello fue tan fácil para él filtrarse en cada campo de mi vida, esparciendo su veneno sobre todo, destruyendo mi confianza, autoestima y todo lo que pretendí construir. Fue mi culpa, el quererlo demás, el luchar por alguien cuyo mayor logro es beber durante dos días seguidos, todos piensan que por tener un padre con dinero se tiene la vida asegurada y no hay algo más lejano de la realidad, la censura que se experimenta es devastadora, la sensación de no ser más que un adorno más en la habitación, es difícil de quitar de la piel, miran tu compromiso como una transacción donde se busca el mejor postor, eres comparada y degradada con tus hermanos varones, sus logros sociales eran premiados, mientras me mantenían relegada a su sombra. Esta universidad era mi acto de protesta, luego de que las cosas estallaron con el “innombrable” mis padres estaban desesperados por evitar un escándalo, era tan curioso como evite de sobremanera caer en el círculo de las víctimas de maltrato donde debía cargar con la obligación de perdonarlo, lo haría a su tiempo, cada día me aseguraba de salir por la puerta y saber que valía la pena como mujer, pero en el entre tiempo es mejor estar lejos de todos. Unos brazos fuertes me rodearon, mi cuerpo se paralizo por la sorpresa, pero el medio tiempo de adaptarme a su contactó y sin saber en qué momento el chico me cargo a su cama, casi por impulso mis brazos sobre su cuello, no quería dejarlo ir, era ilógico que me sintiera cómoda con un hombre, pero necesitaba alguien que estuviera ahí, un brazo amable que me escuchara llorar, sin presionarme o juzgarme, me bajo despacio sobre sus sábanas blancas, dejándome sentada junto a él. Fue muy respetuoso y nunca intentó hacer un movimiento. Luego de un tiempo cuando mi respiración se normalizo, pude sentir su corazón vibrando contra mi pecho, con sus manos hacían círculos en mi espalda para que me relajara, olía a alguna fragancia desconocida, pero era agradable, no sé, cuanto tiempo estuve ahí, pero deseaba no saberlo, no tener que hablar, ni afrontar la verdad. -No es tu culpa…-susurro en mi oído, eso me provoco asombro y dolor, otra ola de llanto amenazaba con salir, este chico desconocido había abierto su puerta en la madrugada para ayudar a una desconocida e intentaba consolarme de alguna manera, sin conocer mi historia, eso provoco que las lágrimas volvieran sin poder contenerlas, me estrecho más contra el- déjalo salir, llora todo lo que necesites, fuiste muy valiente para luchar contra esos dos idiotas, eres una chica fuerte, vas a superar esto y cuando mires atrás, estarás orgullosa de ti, por no rendirte- Su voz tuvo un cambio de tono, como si esta situación trascendiera a sus recuerdos. -No tienes la culpa de nada…- repitió suavemente para mí, y por alguna razón eso me hacía sentirme mejor. Me transportaba a mis terapias, cuando hablábamos de mi Voldemort, ni siquiera me atrevía a pensar en su nombre, porque evocaba en mi un profundo dolor, no solo por la ruptura, sino por todo lo mal que vivimos, todos los libros ahora hablan de los romances tóxicos, de lo dulces que son aquellos chicos, hasta que te dejan un ojo morado porque un chico te sonrió en la calle sin que te dieras cuenta. Los celos mal manejados y la conducta de chico malo, no son algo para alegrarse o promover, la posesividad. Mi Voldemort tenía un comportamiento narcisista, habitual en hombres maltratadores, dominantes, derivaban las culpas hacia otros, pensaban solo en sí mismos, eran intolerantes a lo que los demás necesitaban, les cuesta mostrar empatía, no respetan los límites de los demás, se creen con derecho a criticar y maltratar, usando la táctica de la rabia como control con sus víctimas, sin sentir ninguna clase de culpa ante el dolor que infligen, justifican su comportamiento con excusas, por eso era tan reconfortante escuchar que no era mi culpa. Había aprendido que, para poder sobrevivir en los días de luz la clave era hacer todo lo que me pedía, como los engranes de un reloj, todo debía ser perfecto, pero conforme avanzo nuestra relación se hicieron más escasos, nunca debía llevarle la contraria o corregirlo, debía parecer impresionada por cualquier cosa que saliera de su boca y debía elogiarlo por sus mínimos logros, debía usar mis conocimientos y contactos para hacerlo lucir aún mejor. Obtuve como conclusión de aquello que era como venderle mi alma al diablo para obtener un día de paz, sin gritos o insultos, sino quería levantarme al día siguiente con las costillas conmocionadas por sus patadas. Cuando estuve calmada, el chico se separó de mi para mirarme atentamente, me sentía desnuda ante su mirada como si pudiera ver lo dañada que estaba, parecía indeciso, por lo que mordía su labio, lo cual me pareció dulce. - ¿Cuál es tu nombre? – cerré mis manos en forma de puños, poniéndolas en mi regazo, buscando algo de coraje dentro de mí para contestar aquella pregunta. El merecía algunas respuestas. -Me llamo Zoe, Zoe Sarmiento- eso hizo que algo de color subiera a mis mejillas, sabía que no había manera que el supiera que era hija de un Sarmiento Angulo, en general pasaba desapercibida, lo cual apreciaba justo ahora. Asintió, sin reconocimiento alguno de quien era, lo cual me tranquilizo. -Bien, Zoe, mi nombre es Noah-la forma en que dijo mi nombre me llamo la atención, se había tomado su tiempo para decirlo y sonaba frágil en sus labios, como si temiera mi reacción, mientras que su nombre, se sentía dulce en mis labios- ¿Quieres decirme que te ha pasado? - Negué con la cabeza, cerrando los ojos y negué con fuerza de nuevo, pensado que era muy pronto para pensarlo si quiera. -Está bien, no tienes que hacerlo- el peso de la cama cambio al ponerse de pie, provocándome abrir los ojos, entonces pude apreciar su altura, su cuerpo poco trabajado, podría hacerme mucho daño si quisiera, pero por alguna razón, no sentía miedo a su lado- primero debemos sanar tus heridas- comento mientras abría la puerta del baño. Cuando volvió tenía en sus manos un botiquín, se arrodillo frente a mí, buscando el algodón y alcohol para ayudarme, entonces descubrí que mis piernas sangraban a causa de los raspones, mis brazos también tenían laceraciones, por suerte mis muñecas no parecían tener heridas serias. Entonces sus intensos ojos cafés se detuvieron en los míos, sentía como las palabras estaban atascadas en su boca, como deseaba decirme muchas cosas, pero el dudaba en sí podría soportarlas o no. -¿Quieres decirme que carrera estudias?- eso me parecía algo irrelevante, estuve tentada a no responder, pero no me costaba nada abrirme algo con él, cuando estaba siendo tan comprensivo conmigo. -Derecho, recién inicie- aquello provoco una respuesta en él. -Seriamos dos, primíparos ¿eh? - negó con su cabeza antes de continuar, cuando sentí el escozor por la herida intenté no retorcerme, así que él también era nuevo en la ciudad - ¿Cuántos años tienes? - ¿Qué trataba de averiguar? Mis focos rojos se prendieron, pero eran cosas demasiado inofensivas, el trataba de ayudarme, eran las mismas preguntas que me harían en un consultorio, no debía estar tan a la defensiva. -Diecinueve, cumplidos en octubre- asintió sin mucho interés, mientras ponía una gaza sobre mi herida. - ¿Dónde era la fiesta a la que asististe? - eso me sorprendió demasiado, ¿Cómo lo había sabido? ¿Sería mi vestido? ¿Aun olería a trago?, vi como los colores ascendía a sus mejillas- es por tu ropa y maquillaje, una chica como tú un sábado por la noche, debería ir a una fiesta o una cita elegante, pero apostaría que es la primera opción- Eso provocó una risa torcida en mí. Ojalá nunca hubiera asistido. -Me invitaron a una fiesta cerca al terminal…- no me dejo terminar la frase. -Frente al hospital- negó con la cabeza- esas fiestas de integración suelen descontrolarse mucho- eso llamo mi atención, ¿Cómo podría saberlo si era un primiparo?, pareció ver la pregunta escrita en mi cara, por lo que añadió- vine a estudiar aquí por mis amigos, tengo varios que se han graduado y dicen que es una buena universidad, sin mencionar que… es de las pocas dentro de mi presupuesto- Me dio una sonrisa ladeada, y me dejo desconcertada. No acostumbraba escuchar de forma tan abierta que un hombre admitiera sobre su poca solvencia económica, con tanto desdén ante extraños. Cuando iba aventurarme a preguntar, un fuerte golpe en la puerta principal resonó en nuestros oídos, y un profundo miedo visceral emano en mí, tome su mano, mientras ambos nos contemplábamos sin saber qué hacer.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD