—Ven te quiero mostrar algo, ten cuidado cuando bajemos las gradas —le advierte. —Que pueda pasar en una tarde como hoy, que me coman los leones, o que me coman en al mesa —haba en doble sentido fuera de dominio con esas hormonas crispadas, encendidas y apasionantes a su vez. —Que te coma en la mesa —le recalca Dorian. —Eres chistoso con tanta imaginación tengo hambre muero y estoy olfateando algo exageradamente delicioso aparte de su perfume señor Dorian —su voz repiquetea seductiva, desenfrenada, como si no fuera la Raquel que llegó a esa mansión por primera vez, adonde había quedado su timidez. Raquel ni ella misma se conciba porque estaba actuando tan suelta, quizá el golpe por allí le hizo cambiar p su cerebro se programo con la señales de Dorian al reactivar la esp