¿Harvey y Mike?... Soy Jessica

1615 Words
Si creía que las sorpresas con Robert han terminado pues no. El lunes me envió un mensaje donde me indicaba que pasaría por mi a la casa y que le enviará mi dirección, obviamente le envié otro intentando ser lo más cortés posible diciéndole que estaba loco si permitía que dejaría que me pasará a traer, fue una discusión que terminó en una molesta llamada telefónica hasta que él cedió, creo que está acostumbrado a dar órdenes y ha no recibir un no por respuesta.   Acordamos que llegaría de nuevo a su maldito edificio de donde saldremos a la ubicación de la casa, al menos esto es como un tipo de rutina porque es un lugar a donde he ido antes y reconozco cada cosa, tengo la manía de ver cada detalle alrededor de los lugares que he visto antes y lo puedo memorizar con facilidad.   Pase dejando a Megan a la escuela y me recordó que esta tarde tenemos que terminar su proyecto del sistema solar, aún sigo sin entender porque una niña tan pequeña tiene que saber eso, pero ya qué, hay que hacer la tarea.    Cuando llegué al edificio decidí quedarme en el auto enviando el mensaje a Robert que estoy aquí, me sorprendió que me envió otro a los pocos segundos diciendo que no ve, así que salí del auto para ir a la entrada del edificio donde lo distinguí con su fabuloso teléfono (notas mi sarcasmo). Lo saludé y comenzamos a caminar hacia su auto para dirigirnos a la casa de hoy, solo me faltan dos casas más y esto termina.   Al llegar a la dirección, no perdí más el tiempo y comencé a darle el recorrido, es una casa color crema con varias ventanas hacia arriba que sale directo a la calle después de las pequeñas gradas hacia la puerta de madera roja, le mostré la entrada, dos salas, una cocina y cuatro habitaciones con baños personales y un baño de visitas.   –Como puedes ver es céntrico, tranquilo y amplio, además de ser un diseño de televisión como para Cloe –mencioné al regresar a la entrada –. ¿Tienes alguna pregunta?   Robert vio hacia arriba y luego a la calle con un gesto que me hace anticipar que no le gusto.   –Tengo una pregunta –mencionó –. ¿Por qué haces todo tres veces?   –¿Qué?   –Cada vez que abres la puerta de una casa –señaló la puerta –. Tocas las manijas con tus guantes mientras abres y cierras tres veces, te detienes y repites otras dos veces más, dando un total de nueve veces; cuando subes las escaleras tocas la punta de tu zapato de cada pie tres veces contra el suelo en el primer escalón y cuando terminas de subir el último, además…   –¡Basta! –exclamé.   Está describiendo todas mis manías y me molesta mucho porque hay cosas que ni siquiera me he dado cuenta que las hago, no nos conocemos lo suficientes para que este hablando de esa manera de mí.   –Tienes alguna pregunta sobre la casa, no sobre mi vida –escupí.   –Ah, no me gusta, sigo pensando que es demasiado –respondió con simpleza, cómo si no acaba de decirme todas esas cosas ofensivas hace un momento.   –Pudiste decirlo desde el principio –reclamé.   –Si fueras tú –me señaló –. ¿Vivirías aquí?   –Pues no, por…   –Ahí tienes –me interrumpió –. Quiero algo más sencillo, pero de buen material, elegante sin exagerar y estoy seguro que Cloe no tendrá hijos todavía, así que mejor busca algo así.   Solté un suspiro y caminamos hacia su auto, lo extraño fue que hay un hombre rubio frente a él, me di cuenta que Robert hizo un gesto bastante duro.   –¿Qué haces tú aquí? –reclamó Robert.   –Supe que estabas por el vecindario y quería verte. – El hombre sonrió. – Además de decirte que tenemos los documentos listos para el juicio –bufó –. Yo en tu lugar dejaría el caso Anderson, esto es pan comido.   –No voy a dejar el caso Morris, lárgate de aquí –amenazó.   –Anderson aún estás a tiempo de hacer un trato, la compañía tiene millones, no le quitarás ni un pelo dándole algo a mi cliente que sufrió todo el tratamiento en el hospital, sabes que el jurado se compadecerá de él…   Me dí cuenta que Robert está perdiendo la paciencia al igual que yo, así que antes que esto se hiciera más largo y tenga que pasar otro segundo lejos decidí meterme.   –Disculpe señor… –me detuve dándole paso a que me diera su nombre y llamar su atención.   –Morris… Hank Morris.   –Señor Morris, supongo que usted firmo un acuerdo de confidencialidad con su cliente –le indiqué.   –Así es, señorita…   –No le importa –escupí –. Pero lo que le debe importar es, que pasaría si el señor Anderson llama ahora mismo a su cliente para decirle que usted está discutiendo asuntos de su caso en medio de las calles de Manhattan frente a unos extraños que seguro él no tiene conocimiento porque ha depositado una gran confianza en su abogado.   –Ahora tienes a una chica que te defiende Anderson –se dirigió a Robert, pero no le permití contestar.   –Le sorprendería si le digo que lo acabo de conocer, no trabajo para él y tampoco tengo ninguna relación personal, así que en este momento soy una desconocida que sabe sobre el caso que irá a la corte, me pregunto ¿cuánto me dará la prensa por esa información?   –No tiene ningún nombre –atacó.   –¿Y cree qué me será difícil investigarlo?    –Yo te lo daré –intervinó Robert con una sonrisa divertida –. Después de todo, a la empresa puede manejar ese tipo de escandalos.   –Pero todos se enterarán de lo sucedido –le recordó Morris.   –Podrán soportarlo –respondió –. Pero no estoy muy seguro si tu cliente pueda soportarlo.   El señor Morris se quedó en silencio incluso pude ver algo de tensión en su cuerpo dando la señal clara de nerviosismo que no creo que sea precisamente por lo que está sucediendo. se dió la vuelta sin decir más alejandose de nosotros.   –Aún estás a tiempo –exclamó cerca de su auto.   –Te veré en la corte, Morris –contestó Robert.   Robert me vió haciendo una señal para que entrará al auto.   –¿Y tú desde cuando sabes de leyes? –preguntó con una gran sonrisa arrancando el auto.   –Mire todas las temporadas de Suits –respondí con simpleza. Por supuesto que esa no era toda la historia, lamentablemente yo era una víctima del fraude judicial desde hace muchos años. –Eso no es como estudiar leyes –bufó. –Obviamente no estudie leyes –rodé los ojos. Si supiera que apenas saque la secundaria en el orfanato.   –Aún así no es posible que lo recuerdes tan bien. –Bueno es que tengo la habilidad de que todo lo que veo y escuchó, si le pongo la debida atención, lo puedo memorizar –encogí los hombros y me miró por un segundo como si no me creyerá.   Rodé los ojos antes de repetirle lo que dijo Hank Morris allá atrás, disfrute su expresión de asombro moviendo la cabeza algo intimidado.   –Eres como Mike –comentó con una sonrisa.   –Eso te convertiría a ti en Harvey –curioseé y él asintió –. Entonces soy Jessica.   Mis palabras hicieron que soltará una carcajada que me hizo sentir nerviosa porque me hace pensar que no está poniendo atención al camino.   –¿Tienes algo de tiempo?   –Tengo que ir por Megan a la escuela y luego haremos un proyecto de su clase.    –No tomará mucho tiempo, solo necesito pasar a la firma para que le digas esto mismo a un colega –explicó.   –Bien –cedí.   Creo que sorprendió lo rápido que me convenció, pero no fue grosero y tampoco me dio la orden como si fuera una de sus empleadas, además aún hay un poco de tiempo y mi auto está ahí.   Llegamos al edificio, me pidió que lo siguiera, lo hice hasta que entró al elevador, me detuve de inmediato, otras tres personas estaban dentro de las pequeñas paredes. Robert se dió cuenta y sostuvo las puertas.   –Entra, Elizabeth.   –No puedo –respondí moviendo mis manos sudorosas ante la idea.   –Solo es un elevador, mi asistente legal nos está esperando arriba –señaló.   –Lo lamento.   Me dí la vuelta para regresar al estacionamiento, este era mi límite y al parecer el final de lo poco que nos llevamos bien. Solté un grito agudo cuando sentí un roce en mi brazo.   –Lo siento, lo siento –indicó Robert que ha intentado tocarme.   –¿Qué te pasa, idiota? –exclamé.   Alguien me ha tocado... alguien me ha tocado... esas palabras se repitieron en mi mente, gérmenes, bacterias, esto no está bien... Abrí mi bolsa buscando las toallas desinfectantes, mientras Robert decía algo que no lograba escuchar por el torbellino de pensamientos.   –Déjame arreglarlo…   –¡Arreglalo escogiendo una maldita casa y déjame en paz!   Me apresuré a llegar al auto, controle mi respiración y apreté mis manos contra el timón, tengo que ir por Megan y no puede verme así, recordé unos ejercicios que me enseñó la psicóloga, no sé cuánto tiempo paso, hasta que mi mente se aclaró, encendí el auto y fui por Megan al escuela...
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