BLAKE ASHFORD El desayuno en casa siempre me ha parecido una obra de teatro mal dirigida: platos bien puestos, olor a café recién hecho, silencio en las paredes. Para Liam es rutina; para mí, un escenario donde observo. Me sirvo un café n***o, cargado, mientras él hojea unos papeles como si fueran jeroglíficos. Su cara tensa me dice que está molesto por algo. No tarda en confirmarlo. —Esa maldita abogaducha… —gruñe, tirando un papel sobre la mesa. Levanto una ceja. —¿Cuál de todas las que odias esta semana? —La del caso de Matt. —Su voz es puro veneno—. No entiende nada. No hace lo que le digo, se aferra a sus métodos de mierda. Doy un sorbo lento, dejando que el calor me queme la lengua. Por dentro, sonrío. Matt. Siempre Matt. Ese chico ocupa más espacio en la cabeza de mi hermano

