«¡No caigas en sus juegos y no discutas por nada o si no se encerrará en su cuarto y tal vez no saldrá!» Ahora, aquel hombre, quien anteriormente no tenía paciencia con nadie que fuera complicado, y mucho menos por una mujer, se había convertido en una especie de conciliador entre ambos de manera inconsciente para llevar la fiesta en paz. Así que, se relajó y sirviéndose un vaso de vino dulce, mirando a Ivanka quien estaba sentada muy enojada de brazos cruzados viendo hacía el panorama de la ventana le comentó: —De nada te va a servir que te enojes, ahora soy tu invitado. Repito, nadie te mandó a cambiar la contraseña. Tu sabías que en el acuerdo que firmamos, se escribió que yo iba a ver al perro todas las noches. Tu misma dijiste que Simba era de ambos, y ahora no me puedes negar que

