—¡Si, si, síguete moviendo así!—era lo que él le decía al oído mientras la mujer cabalgaba encima de su miem*bro erecto. Luego, el hombre sintiendo que la bestia ya se había apoderado de él, tomó a Ivanka de la cintura y la cambió de posición colocándola de medio lado, alzándole una pierna hacia su cadera. Y estando ella de esa manera, el hombre comenzó a embestirla algo rudo, haciendo que ella gimiera a viva voz. Alexander apretando sus dientes penetrando a Ivanka a gran velocidad o a alto galope como el le advirtió, poniendo su rostro en el oído de la mujer, le gruñía: —¡Siénteme, siénteme! Luego, el pelinegro tomó la cara de Ivanka con una de sus manos y de manera dominante apretó sus mejillas y mientras la embestía a gran velocidad, la miraba a los ojos para verla gemir de forma agu

