#Nota:
Querid@s lector@s. Agradezco enormemente que se interesen en otra de mis historias. De antemano les aviso que esta no es una historia cualquiera, es una basada en hechos reales, que espero poder captar en su máxima esencia en honor a quien en mí confió para escribirla. No pretendo exponer a nadie para que sea juzgada, solo ayudo a alguien que, al igual que muchas, pensó que desahogarse sería lo mejor, y ella quiso hacerlo a través de mi libro. Cabe resaltar que datos como nombres, fechas y lugares serán modificados para mantener la privacidad de la implicada, así como ciertas cosas que no quiere sean mencionadas.
Como siempre les envío un abrazo y nuevamente gracias por leer mis historias.
¿Alguna vez han escuchado la metáfora de la maleta? Si no lo han hecho hoy, se las contaré, y lo haré relatándoles mi vida. Pues así es la vida, como una maleta. Esa en la que no sabes qué meter, y que cuando te decides empiezas a llenar según el lugar a donde vayas, aunque siempre terminas colocando cosas prescindibles que piensas que vas a usar y al final solo terminan haciendo peso y ocupando espacio innecesario. Haciendo que te arrepientas de haberlas puesto allí, pues sabes que quizás pudiste haber colocado algo que realmente sí necesitaras, pero la terquedad te ganó. Esa maleta que a medida que le vas metiendo cosas se va llenando, y entre más llena la vez, más quieres seguir metiéndole cosas, pues crees que si acomodas mejor, todo cabrá, fuerzas cada compartimiento, cada espacio vacío, aunque sabes que podrás romperla, o descoserla, la fuerzas lo más que puedas, para al final terminar dejando cosas fuera de ella aunque quieras llevarlas. ¿Entendiste? Si aún no lo haces, espero que lo hagas con mi historia…
Hola, soy Rita Watson, tengo 32 años, y tengo dos niñas; una de 3, una de 5 y actualmente estoy embarazada. Tengo 3 meses. Soy enfermera, y mi esposo es doctor aunque desde hace casi 3 años no vive con nosotros, porque tomo la decisión de irse fuera del país a especializarse, según sus propias palabras para darnos una vida mejor, aunque a veces me pregunto si es verdad, o simplemente es la típica frase para engañarme a mí y sentirse bien él, supongo que me ayudaran a descubrirlo en el camino, después de todo, estoy segura de no ser la única que siente que hay muchas cosas que debió de hacer y no hizo, para no llegar a este punto de su vida, donde siente que todo pudo ser mejor.
Mi esposo es un hombre muy guapo, alto y carismático, con buen sentido del humor. Muy bueno en el sexo, y siempre habla de que todo lo que hace, lo hace por su familia. Sus padres, o sea, mis suegros, y en general toda su familia, me adoran. Soy esa hija que siempre quisieron, y nunca llegó, o eso dicen, pues últimamente me he dado cuenta de que estoy rodeada de personas con una cara más grande que su espalda, pues el grado de hipocresía y manipulación que manejan a mi alrededor puede ser tan increíble, que si no lo ven con sus propios ojos no lo creen…
Tengo dos hijas preciosas, muy inteligentes, y que cada vez que pueden me dicen “mamá, te amo”, aunque sus peleas constantes me vuelven loca. Ninguno de mis embarazos fue inesperado, todos fueron planeados, incluso ahora, en un pequeño permiso que él tuvo, quisimos agrandar la familia. Siempre hablamos de tener una familia enorme. Aunque con las náuseas y los malestares, decidí que este sería mi último embarazo, además ya con 32 años, en mi caso, no sé en el de ustedes, siento que ya es una edad en la que está bien tener a mi último bebé. Mis padres, por si se preguntan, no sé cómo explicarlo, es difícil, tal vez deberíamos dejarlo en que siempre he tenido a mi madre que es lo más importante, mujer valiente y fuerte, aunque un poquito amargada, pero con un corazón de oro. Por otra parte, de mi figura paterna, supongo que ya sabrán a medida que sigan leyendo, por ahora quédense con que mi verdadero papá o bueno, el que me dio 23 de sus cromosomas, nunca se interesó en mí, y aún vive, supongo. Mi padrastro, en cambio, ya murió, y sobre eso lo único que puedo decir por ahora es que… Aún era joven, pero supongo que Dios castiga de forma severa ciertas acciones, y por eso se lo llevó tan pronto y de forma dolorosa. Créanme, no siempre se destruye o se hace el mal, siendo un delincuente, un asesino o algo peor.
Quizás muchas dirán, ¿y qué? ¿Qué tiene de especial tu historia? Pareces alguien normal, con una familia normal… ¡Exacto! Soy justamente de esas personas normales, pero que siempre esconden cosas. Que tiene un pasado, un presente, y si Dios lo permite, un futuro y que, justamente hoy, que siente que debe tomar una muy importante decisión, una decisión que puede poner en riesgo todo lo que hasta ahora he construido, quiero desahogarme. ¡Y es que joder! Quiero que alguien me escuche. Quiero por una vez sentirme entendida, pero no quiero parecer una víctima, porque qué muchas veces he intentado y he tenido que serlo, y créanme, no lo soy, así que espero no me vean como tal. Mi historia, hoy quiero contarla por qué todas las personas en el mundo, tenemos ese más allá… más allá de lo que aparento, más allá de la familia que ven, las sonrisas, los bailes, la estabilidad económica, todo lo que parece estar bien, quizás no lo está. Como mujer quiero abrir mi corazón, porque sé que muchas, al igual yo, sonríen ampliamente, pero mientras sus hijos duermen, miran al techo y le preguntan a Dios, si están haciendo lo correcto, mientras lloran desconsoladas, por la sensación de vacío y desesperación, acompañadas por esa impotencia que solo nosotras sabemos sentir. Y no me malinterpreten, con esto no quiero decir que los hombres no puedan sentirse igual, es solo que los contextos son distintos, y muchas mujeres, madres, esposas, empleadas, amigas, amas de casa y muchos roles más que adquirimos en la sociedad, se pueden identificar con mi historia, que si soy sincera la cuento no para ustedes, sino para mí, pues como ya les dije quiero y necesito desahogarme.