CAPÍTULO 6

1227 Words
Después de hablar un poco más, los benefactores del comedor comunitario se retiraron del lugar, y ambos volvieron a la plazoleta donde se encontraron por primera vez y, a pesar del inclemente frío, se sentaron en una banca en un completo silencio hasta que Marcos rompió. —Zuly sabía que estaba enamorado de ella —explicó el joven de pronto, y luego suspiró—, me llamó tonto cuando llevé a mi hermano también. Marcos terminó sonriendo, negando con la cabeza mientras miraba al piso. » Desde que ellos se hicieron novios había estado insistiendo mucho en que conociera a alguien —continuó explicando Marcos—, le dije que cuando alguien tan especial como para ocupar el espacio que Marce dejó llegara a mi vida, la llevaría a con ella. Seguro pensó que eras esa chica especial. Disculpa que le seguí el juego, pero parecía quedarse tranquila con esa mentira. —No hay problema —aseguró Mari y, jugando un poco con el chico, para evitar que la melancolía que amenazaba con atraparlos llegara, dijo—: Pero no quiero el espacio de ella, si me quieres en tu vida deberás hacerme mi propio espacio. Ambos sonrieron, se despidieron y ella comenzó a caminar a su hogar temporal, pero regresó sus pasos y le entregó una tarjeta que sí había guardado en su bolso, donde ponía su experiencia como aspirante a escritora y enlistaba todos los sitios web en que había publicado. » Me parece un poco injusto haber visto tanto de ti y que no sepas nada de mí —explicó la chica para responder a la pregunta sobre lo que era ese papel que había recibido el hombre—... Aquí puedes encontrar bastante de lo que he escrito, y conocer al menos un poco de mi imaginación. —Yo sé muchas cosas de ti —aseguró el joven mirando la tarjeta entre sus dedos—, no eres norteña, cantas precioso, eres divertida y muy confiada... No deberías entregar tu información tan fácilmente. —Esto es solo publicidad —aclaró María, sonriendo—, además, se te olvido decir que soy hermosa. Marcos sonrió ante la ocurrencia de la chica, y la chica sonrió pensando que su día había terminado bien, así que se alejó complacida de no haberse quedado a llorar en ese departamento en que pasaría otro par de días, en lo que tomaba valor para volver a un lugar que la podía matar de dolor. ** María llegó a su hogar temporal, sacó su libreta y escribió todo lo que le había atraído del chico que había conocido esa tarde debajo de un título con letras mayúsculas, y muy marcadas, que decían “personaje masculino x”. Entonces, a sabiendas de que tres cafés le dificultarían el sueño, encendió su computadora para comenzar algo nuevo. Pensó en poner su última novela en los diferentes sitios de internet en que publicaba, igual ya de nada le servía un manuscrito inédito, y sus pocas lectoras recibían siempre gustosas cada cosa que les compartía. Abrió todas las páginas, descargó de la nube su novela y, sintiendo pesada la parte posterior de su cabeza, volvió a cerrar todo. En realidad, no tenía ganas de soltar esa novela aún, sobre todo porque le sabía a tremenda mentira. La novela estaba basada en su relación con Javier, y ellos dos no habían terminado en un final feliz. Mari pensó que era tonto, que las novelas no eran del todo realidad, pero su corazón no le permitía sacar a la luz a ese Javier que ella tanto quiso y que tanto daño le hizo, siendo feliz para siempre con su linda protagonista Mariel. La joven escritora pensó que una película era su mejor opción, pero su estado de ánimo no se decidió por ninguna, buscó alguna serie nueva, incluso intentó repetir alguna que le hubiera gustado mucho, pero nada la atrapó. Su última opción fue buscar leer algún libro, así que se esforzó en serio en encontrar algo bueno, pues sabía que no podía irse a la cama sin sueño, pues seguro terminaría llorando sin parar hasta caer rendida de nuevo, y no necesitaba aumentar su dolor de cabeza, ese que casi era permanente en ella desde que había salido corriendo de su habitación luego de descubrir la traición de su novio. Revisó las descripciones de algunos libros, pero su género favorito era el romance, y ese era un tema que le sabía horrible, porque, justo en ese momento, estaba odiando como nunca había odiado nada al amor, así que terminó en su propio perfil, leyendo sus novelas que, aunque sí tenían amor, estaban también llenas de drama o tragedias. Entonces terminó haciendo lo que no quería, llorar, pero su razón no era su corazón desgarrado, era el dolor de sus personajes. Acompañó en su pena a una pareja en una de sus novelas, lloró desconsolada con ambos cada que ellos se hicieron pedazos y, cuando finalizó, cuando volvió a pasar sus ojos por ese bello final feliz que les había regalado, un suspiro le hizo estremecer. No debía rendirse, lo sabía bien, la traición de Javier no era el fin del mundo, eso estaba claro, también, pero aun así era doloroso. Necesitaba soltarlo, pero no podía hacerlo, y es que, más que estarlo sosteniendo, parecía estar atada por todos esos dolorosos recuerdos. Cerró todas las aplicaciones de su celular y lo dejó cargando en el más lejano apagador de la cama, pues tenerlo cerca era una tentación difícil de contener, cuando eso sucedía terminaba pasándose toda la noche por los blogs de conocidas y sus propias r************* , y escribía infinidad de cosas por todos lados, sin dormir absolutamente nada. La primera vez que lo hizo se sintió orgullosa de sí misma, luego eso se le convirtió en un vicio que le costó demasiado dejar, así que, tras recuperar la salud que perdió por dejar de dormir adecuadamente, buscó mil maneras de no caer en ello de nuevo, porque le costaba no viciarse en las cosas que le hacían daño. María Aragall era medio autodestructiva, o al menos eso decía su madre, aunque la realidad era que no se sabía medir, que disfrutaba todo con intensidad, que vivía al límite y se entregaba sin reservas a todo lo que le gustaba; pero, en la vida, darlo todo de uno mismo no es para nada sano, ella sabía bien que darlo todo de sí misma podría dejarla sin nada. María lo descubrió una vez, en un proceso psicológico que había vivido para conocer la profesión y poder escribir de ella, en ese proceso aprendió mucho más de ella misma que de la psicología. Era usualmente así, por eso amaba investigar, porque le permitía ver mucho más de ella, y era satisfactorio conocer o hacer una nueva faceta de sí misma, pues ese solía ser el inicio de la creación de uno de sus personajes femeninos, el resto se lo dejaba a su imaginación. Mari se tiró en la cama una vez que se puso el pijama y, de espalda al colchón, mirando el techo, abrió los brazos en cruz, entonces respiró profundo, ya había llorado demasiado con la novela, no hacía falta llorar más por su desastrosa vida, así que solo cerró los ojos sintiendo cómo escapaban sus últimas lágrimas de esa noche, y se durmió.
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