Capítulo II

1741 Words
Además de tener una vida aburrida, mantengo una rutina igual de aburrida. Me levanto de lunes a viernes a las 06:00 am, voy al baño a cepillarme los dientes y a bañarme. Luego sigue el desayuno, suelo desayunar fruta con panqueques o también smoothies. Al hacer todo esto el tiempo pasa muy rápido, se siente como un parpadeo que ahora el reloj marque las 08:00 am, debo vestirme para ir a mi trabajo, tengo salir de mi casa a las 08:45 am si quiero llegar a tiempo a mi trabajo. Me mudé de la casa de mis padres hace un año, opté por vivir en un departamento en el centro de la ciudad que queda a media hora de la empresa donde trabajo, ya que es más cómodo para mí. Mis padres al inicio no se sentían muy seguros de que me mudara sola siendo tan joven -un poco contradictorio a la historia de mi padre, que se mudó siendo aún más joven que yo y a un lugar muchísimo más lejano a comparación de donde vivía-, pero decidieron apoyarme y me enseñaron cosas útiles para sobrevivir sola, como el hecho de saber si una cebolla está dañada o no al momento de comprarla, o también cuál es el mejor detergente para lavar la ropa. Volviendo al tema del trabajo, mi hora de entrada es a las 9:30 am. Por suerte tengo varias alternativas para llegar a mi trabajo, si voy a tiempo puedo tomar el tren o también un bus, sin embargo, de vez en cuando se me hace un poco tarde, así que opto por tomar un taxi. Últimamente, han estado un poco costosos, no puedo seguir dándome el lujo de salir tarde de mi casa… Por cierto, trabajo en LampCo, es una cadena de empresas que están por todo el país, ellos se especializan en hacer lámparas de todo tipo, de hecho, al entrar a la empresa me regalaron una lámpara muy bonita con una base color beige, es bastante minimalista. Es más, el marketing más grande que han realizado es colaborar con el alumbrado de las calles del país, esto obviamente con el fin de ganarse el amor del pueblo, sin embargo, es una empresa que está un poco en el ojo del huracán. Antes de ejecutar el plan de alumbrar las calles, ellos atravesaron su más grande controversia, y es que ellos estaban favor de que sus empleados se quedaran hasta luego de su hora de salida, lo que les hizo ganar el repudio de las personas y de sus propios trabajadores. Entonces, para solventar esto decidieron realizar un gran evento a nivel nacional que sirviera para desviar la atención, les funcionó. A partir de ese acontecimiento, los jefes se volvieron más “flexibles" con los empleados al permitirles salir a la hora que debían irse a casa, y digo “flexibles", ya que no es cuestión de ser o no, solo es algo que debería ser así, una regla que debe respetarse sin importar qué. Todo esto pasó antes de que yo entrara a la empresa. Muchas personas se habían ido y yo solamente buscaba trabajo, no sabía de la controversia que estaba ocurriendo en la empresa. Muy inocentemente, le conté a mi compañera de oficina acerca de mi ignorancia al respecto. -¿Jovencita, estás segura de que no lo sabías? ¡Hasta siento que me estás tomando el pelo!- Exclamó Meredith, mi compañera de oficina, como si fuera lo más tonto que había oído jamás. -¿Qué no ves las noticias?- Preguntó bastante perpleja. -Lo siento, Meredith, pero en serio no estaba informada al respecto- Contesté avergonzada por mi ignorancia. Meredith en serio no podía creerlo, mi respuesta no fue de su agrado, ella había estado trabajando varios años en la empresa y ella vivió todo desde inicio y fin. De igual forma pienso que no estaba obligada a saberlo, cuando pasó yo solo era una estudiante en el último año de secundaria. Aunque quizás sí debí prestarle más atención al televisor cuando mamá ponía las noticias en la mañana… Ella no podía parar de admirarme con una mueca que contenía mucha impresión y un poco de molestia, tomé un poco de aire y solo pude atreverme a contestar -Lamento que hayas tenido que pasar por esa época tan terrible, algo que me gustaría preguntarte…- nuevamente tomé aire, su mirada me llenaba de nervios de los pies a la cabeza. -¿Por qué no cambiaste de trabajo?-. Pienso que en ese momento terminé por arruinar la tarde de Meredith. -Mimi, estoy demasiado vieja y solo he trabajado en esta empresa toda mi vida. ¿Quién me va a dar un trabajo?- Ella realmente no es vieja, ahora mismo tiene 45 años, pero siempre dice que nadie se va a fijar en ella, ni siquiera un empleador para "compadecerse de las habilidades que aprendió en LampCo". -Ya me cansé de tus preguntas, volveré a mi computador, tengo que imprimir unos documentos- suspiró y desvió la mirada hacia su asiento con el ceño notablemente fruncido. -Concéntrate en tu trabajo, Mimi-. Parece que ahora está molesta conmigo por mi ingenuidad. Ambas teníamos una relación bastante extraña, no obstante, sin darnos cuenta siempre terminábamos hablando sobre la vida cotidiana. A pesar de ser alguien que se irrita muy fácilmente, Meredith es una persona muy agradable. Aunque, ahora que hablamos de esto, tiene sentido que me hayan dado el trabajo de forma bastante sencilla, puesto que todo este acontecimiento trajo consigo una ola de personas renunciando. Al volver a mi puesto, vi a Meredith sentada frente a su computador, se veía bastante aburrida, tenía su cabeza recostada en la palma de su mano. Procedí a sentarme en mi espacio y di un vistazo a la oficina. Esta sala es medianamente grande -o así lo veo yo-, mide unos veinte metros cúbicos, tiene cuatro computadoras y la misma cantidad de impresoras, una pequeña cafetera con las tazas de cada uno de nosotros, y una gran estantería llena de documentos adornada con plantas. Siempre hay un ambiente agradable porque en la oficina me encuentro rodeada de personas interesantes a la par de diferentes. En total somos cuatro: Meredith, la mujer un poco irritable de 45 años que solo quiere ser comprendida. Ella es un poco más baja que yo en estatura, su cabello es color caoba y sus ojos resaltan mucho al ser grises. Personalmente, pienso que ella es muy linda y tiene un gran porte, pero ese es un pequeño gran detalle que no ve en sí misma. Sean, un chico contemporáneo a mi edad que le gusta mucho dar ánimos en la oficina, mide al menos 1.85, su cabello es castaño oscuro y suele tenerlo en un moño un poco desordenado, sus ojos igualmente son del mismo color que su cabello pero contienen unos tonos un poco verdosos, además, tiene un pequeño lunar cerca del ojo. Es una persona muy extrovertida y animada, es quien calma los aires cuando hay tensión en la oficina gracias a nuestro jefe. Rufer, un hombre moreno de 35 años de edad, su cabello es castaño oscuro y muy corto, sus ojos son -o aparentan ser- del mismo color, pero a veces pueden apreciarse de color miel gracias a la luz, es la persona más alta de la oficina. Él es un abogado de profesión, se encarga de la parte legal de los documentos que solemos redactar. Por otra parte, su personalidad es todo lo contrario a Sean. No suelo hablar mucho con él, sin embargo, es una persona muy amigable. Y luego estoy yo, Mimi, nunca antes me había descrito hasta este punto. Mido 1.64 y mi cabello es color marrón claro al igual que mis ojos, mi cabello es ondulado y realmente largo. Siempre me dicen que mi cabello es muy desorganizado, así que lo ato en una coleta alta para complacer a todos los que me dicen eso. En realidad todos nos encargamos de redactar documentos que luego el jefe y otros superiores deberá de firmar, sin embargo, solemos dividirnos el trabajo para hacerlo lo más práctico posible. Vi la hora en mi teléfono, ya iban a ser las 5 de la tarde, ya se acercaba nuestra hora de salida de la empresa. Tenía un mensaje en mi teléfono, era de Sean, hoy no pudo venir a la oficina porque nuestro jefe lo llevó con él a su viaje de negocios. Abrí su mensaje. -Mimi, ¡te extraño mucho! -añadió muchos emojis tristes- ahora mismo estoy usando mi teléfono, reconozco que perdí nuestro reto… Cuando vuelva seré yo quien te invite a comer. ¡Nos vemos en unos días!- Finalizó su mensaje con una foto de él muy sonriente mientras hacía un signo de paz con sus dedos, al fondo se observaba a nuestro jefe molesto. Él es una persona obsesionada al extremo con su teléfono, hasta sufre de aquel síndrome llamado vibración fantasma, por lo que lo reté a que no usara su teléfono en todo el viaje o debía invitarme el almuerzo la próxima vez. Gané. -Oye, el hecho de que no esté el jefe no quiere decir que tengas que estar utilizando tu teléfono- Reprochó Rufer, estuvo detrás de mí todo este tiempo. -Que seas el jefe sustituto no quiere decir que tengas que ser igual de aterrador- Dije muy sobresaltada. -Me escribió Sean, mira- Procedí a enseñarle el mensaje, él solo tenía una mueca de desagrado en su cara. -Qué tonto es, no pudo con el "reto"- Lo expresó con un semblante muy serio mientras realizaba comillas con sus dedos, procedió a girarse y volvió a su puesto de trabajo. Todos en la oficina conocían de aquel reto, y todos sabían que Sean no lo lograría, este equipo tiene poca esperanza sobre los otros. -Oye- Rufer me llamó desde su sitio, hubo un pequeño silencio, ladeó un poco la cabeza y soltó -Dile que me invite a comer a mí también-. -A todos- Respondió Meredith con un tono pícaro. -¡Pero acabas de decirme que no use mi teléfono!- Es increíble como todos nosotros podemos llevarnos tan bien a pesar de ser tan diferentes, la primera vez que estuve sentada en este mismo puesto nunca pensé que tendría una experiencia tan agradable con mis primeros compañeros de trabajo. Lamentablemente, no puedo expresar lo mismo de mi jefe. Y me gustaría, pero no tuve esa suerte.
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