Capítulo 4: El Despertar en Frankfurt

847 Words
El avión despegó, y Carmen sintió ese cosquilleo inconfundible en el estómago, una mezcla de ascenso en ascensor y el suave deslizamiento del metro, típico de quien experimenta su primer vuelo. A las seis de la tarde, con todos a bordo, les informaron que el viaje duraría diecinueve horas. Diecinueve horas después, a la una de la tarde, el avión aterrizó en Fráncfort del Meno, Alemania. Al bajar, un recibimiento vibrante los esperaba: un grupo de locales los recibió con cantos y bailes, un gesto cálido que dejó a los recién llegados con una impresión inolvidable. Concluido el animado acto, el alcalde de la ciudad se dirigió a ellos: —Bienvenidos a esta humilde ciudad. Son los pioneros de este convenio entre nuestros países. Aquí estudiarán en nuestras mejores universidades: la Universidad Friedrich Schiller, la Universidad de Hamburgo y, por supuesto, la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno, entre muchas otras. Estudiarán de lunes a viernes, y los fines de semana tendrán salidas supervisadas a lugares importantes como teatros, plazas, parques... ¡no se aburrirán, se lo garantizo! El alcalde continuó, señalando la logística: —A las afueras del aeropuerto, encontrarán los transportes de las respectivas universidades a donde irán a cursar sus estudios durante los próximos tres años. Carmen, con una nostalgia incipiente, no dejaba de contemplar cada detalle a su alrededor. Esto era más que un viaje; era un escape, una aventura, la oportunidad de experimentar todo lo que había deseado, lejos de la sombra de su madre, quien solo la había maltratado psicológicamente y utilizado. El alcalde hizo una última acotación: la universidad donde dormirían y estudiarían albergaba a más de 4000 personas, incluyendo 2000 estudiantes venezolanos de diversas edades. Reafirmó la bienvenida, deseándoles una estancia agradable y fructífera. Carmen, con la mente en ebullición, se dijo a sí misma: "Debe ser un lugar inmenso. ¡Ya quiero llegar para ver cuán grande es! Por ahora, me toca hacer nuevas amistades. Mañana buscaré a Juan Carlos, Teodora y Julia." --- Una vez culminada la bienvenida, los estudiantes venezolanos se dirigieron a sus respectivas universidades. Al bajar de los autobuses, fueron agrupados y se les entregaron mapas del campus. —Unidad 1, 2, 3 y 4, tomen sus mapas del campus y diríjanse a los edificios donde están sus dormitorios desde ahora y hasta que regresen a sus casas. Los cuatro edificios de diez pisos se dividen en dos partes: los dos primeros son para las damas y los otros dos para los caballeros —explicó el director, Juan Manuel. Añadió el director: —En cada piso hay 25 dormitorios, y en cada dormitorio, 4 camas. Es decir, cada quien debe estar en el edificio que le corresponda. En sus habitaciones encontrarán las normas y el reglamento de la universidad. Por favor, léanlas y cúmplanlas para no tener que sancionarlos. También les entregaron una **tarjeta de acceso que funcionaba como calendario y control para el comedor**. Sin ella, la entrada a las comidas era imposible. Además, cada estudiante recibió cien dólares para sus salidas. El director les adelantó algunas normas: el timbre sonaría a las 6:00 de la mañana para indicar que debían estar listos a las 7:00 para desayunar. El director Juan Manuel mencionó que las clases no comenzarían hasta la semana siguiente, dando tiempo a que llegaran los demás estudiantes. Mientras tanto, se organizarían actividades: juegos deportivos, lecturas y acceso a un salón de computación para investigaciones y, lo más emocionante, ¡para enviar correos electrónicos a sus familiares sobre sus nuevas experiencias! Después de la charla del director, los estudiantes exploraron el vasto campus. Carmen encontró a sus compañeros del aeropuerto y conversaron animadamente. —Oye, Carmen, ¿en qué unidad quedaste? —preguntó Teodora. —Bueno, mi amiguita, quedé en la Unidad B-2. ¿Y ustedes en qué unidad quedaron? —Yo quedé en la D-5. Julia y Juan Carlos quedaron en la unidad C —respondió Teodora. Los cuatro amigos recorrieron el lugar, maravillados por la organización y la pulcritud. Conversaron con los habitantes, familiarizándose con su dialecto y costumbres. La comida era variada y deliciosa: desde platos elaborados con hortalizas y verduras hasta arroz blanco, carne, pollo y cerdo horneado. En el desayuno, sándwiches con queso y jamón o cereal, acompañados de jugo de frutas. El día se les fue volando entre charlas con los lugareños, que los fascinaban con sus historias. Al llegar la noche, cenaron y cada uno se dirigió a su dormitorio para descansar. Al amanecer, los estudiantes se formaron en el comedor para desayunar, deleitándose con la abundante comida. Luego, se dirigieron al patio central para entonar los himnos de ambos países. El director de la universidad los presentó a sus profesores guía, quienes los acompañarían durante su estancia, y a un orientador que los guiaría y ayudaría ante cualquier duda o inconveniente. Finalmente, el director dejó a los participantes para que continuaran con las diversas actividades que ofrecía la universidad, antes de dar inicio formal a las clases la semana siguiente. El sueño de Carmen apenas comenzaba a tomar forma en esa tierra lejana.
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