ESCENA 1 Cartel de la Costa – Residencia del Capo – 9:17 p.m. Las paredes estaban llenas de cuadros barrocos, el mármol brillaba como si lo hubieran pulido con sangre, y el silencio era tan espeso como la atmósfera de tensión que dominaba la sala. Lucía fue empujada por dos hombres armados, sucia, despeinada y con el alma a punto de estallar. En el trono de poder —una silla negra de cuero grueso, elevada sobre una tarima— estaba él: El Capo. Camisa blanca perfectamente planchada, barba recortada, ojos sin alma. El hombre que todos temían, al que nadie miraba directo a los ojos. Lucía lo vio por primera vez en cinco años. Y su cuerpo entero se estremeció. —¿Tienes idea del ruido que has hecho? —dijo él, sin levantar la voz. Cada palabra tenía el peso de un disparo. Lucía tragó saliva.

