Llevo tres días seguidos asistiendo al bar, el mismo donde conocí al que es el padre de mis hijas. Llego a la misma hora de aquella noche y me marcho casi al amanecer, siempre ordeno una soda y mucha agua, también voy muchas veces al baño y aunque dejo buenas propinas, las irreverentes meseras no dejan de mirarme de reojo cada vez que llego, hasta se pelean por atenderme, obviamente porque no las molesto en absoluto y les pago como si me hubieran preparado un manjar. Me la paso viendo programas de televisión, y tarareando una que otra canción que suena, claro que también estiro mi cuello cada vez que se oye la campanita de la puerta, siempre decepcionada por no verlo o por lo menos eso creo, teniendo en cuenta que no hay mucha claridad de su rostro, en mi mente. Duro la mayor parte del tie