CAPÍTULO 2

1382 Words
Jamás vieron a Hans pero sospechaban que llegaba y salía en un jeep blindado y de vidrios polarizados para que no lo vieran. Pocas personas salían y entraban con periodicidad hasta que establecieron que alguien si se movilizaba semanalmente. Jason Connor siguió a la muchacha a una distancia prudencial. La primera vez que caminó tras ella la única parte de su cuerpo que pudo observar todo el trayecto fue su cuello y unos mechones rebeldes de color castaño que se escapaban del pequeño gorrito que siempre cubría su cabeza. Hacía siempre el mismo recorrido hasta llegar al callejón y a la puerta despintada. No parecía haber nada malo, allí entregaba el canasto y esperaba a que se lo devolvieran.   No podía acercarse más porque era peligroso que lo descubrieran. En esas esperas hasta que le devolvían el canasto, aprovechaba para observarla. No llevaba nada de maquillaje pero siempre tenía rosados los labios y bien marcadas las pestañas que enmarcaban unos grandes ojos marrones claros que reproducían la luz de la mañana. La muchacha se sentaba de a ratos en un banco mal hecho y un par de veces la vio coger un libro del ancho bolsillo de una especie de delantal en su regazo y devorar sus páginas como si fuera lo último que le tocara hacer. Miraba las muecas que hacía, fruncía el ceño, arrugaba la recta nariz y de a ratos levantaba la mirada sin rumbo, perdida en sus ensoñaciones. Podía adivinar las curvas de su cuerpo a pesar de lo holgado y largo de la vestimenta que usaba. Tenía gran curiosidad por ver su cabello al aire, suelto. Pudo ver el color por lo mechones que salían del gorrito pero nada más.                Con Clarke idearon lo del micrófono. Debían saber que ocurría en el interior de esa guarida. Al principio pensaron en hacerla dormir con cloroformo para evitar que los reconociera y llevarla a interrogar, pero al observarla durante tanto tiempo, Jason supo que era una muchacha sencilla e inocente que no hacía mal a nadie y que era víctima de las circunstancias. A pesar de ello corría peligro de ir a la cárcel por cómplice de un delito federal como lo era el narcotráfico. Debía idear una manera urgente de que saliera de ese medio en el que vivía. Empezó a impregnarse más de las costumbres y creencias de esa pequeña comunidad que se había propuesto aislarse del mundo. Ahí entendió lo del gorrito. Todas las mujeres lo llevaban, sobre todo las solteras y vírgenes ya que el cabello largo, sin cortar cada tantos años no debía ser visto por ningún hombre, salvo en el lecho matrimonial. Se alegró en el fondo por esto...al menos sabía que era soltera.                  Ese día del encuentro planificó bien el lugar, debía ser una casualidad para que ella no sospechara. Clarke debía mantenerse cerca por cualquier cosa. Después de colocado el micrófono se fueron al furgón en el que tenían el equipo de escucha. Empezaron a grabar.                       El oficial Luke Clarke era todo lo contario a Connor. Afable, risueño, la mirada siempre pícara, el chiste a la orden del día. Era el único amigo que Connor tenía, para él todo tipo de relación estaba fuera de su vida. Sólo vivía para su trabajo. Mientras que Connor portaba unos duros ojos azul oscuro y tenía el entrecejo fruncido la mayor parte del tiempo, los ojos verdosos de Clarke brillaban como si fuesen luces de Navidad.  Eran tan diferentes pero se complementaban a la perfección. Ambos eran profesionales en su campo y se entendían muy bien. Eso los transformó en un gran equipo de trabajo y ésta era una de las tantas misiones que desarrollaron a lo largo de casi diez años de carrera. —¿Cómo van las cosas con las chicas? —preguntó Clarke, ya habían estado varias horas de escuchas. —Nada nuevo, Clarke. Esta misión me tiene agotado la mayor parte del tiempo. Solo llego a  casa a dormir. Connor seguía con los auriculares puestos intentando escuchar las charlas que transmitía el micrófono. Estaba pendiente de la voz de ella, quería escucharla pero aún no podía dilucidar cual de todas era pues aparentemente Danna ya estaba de regreso en la aldea y las voces eran muchas. —¿Tú? No me hagas reír, Connor. No naciste para mantenerte célibe. —Es verdad, no he tenido tiempo de nada. Espero que esto termine pronto para volver a mi vida normal —Yo no sé por que, pero presiento que esto se va a extender más de lo que pensamos —Ojalá  no, Clarke. Ojalá no. El jefe Jhonson estaba muy molesto. Ya hacía meses que el operativo en pos de Hans Weber había empezado y todo parecía estancado. Le había encomendado la tarea al mejor de sus hombres, el oficial Connor, pero éste no parecía progresar. Debían tomar medidas extremas antes que el pájaro se les volara de las manos. El mismo equipo se había hecho cargo anteriormente del caso del secuestro del príncipe Tyler III por lo que los conceptos profesionales estaban por lo alto y habían merecido una medalla al valor. En el caso Weber, por los informes de Connor y Clarke al parecer se encontraban cerca del objetivo pero el tiempo corría y a él lo presionaban de arriba. Se enjugó las gotas de sudor perladas de su amplia frente y llamó por un intercomunicador. —Connor y Clarke, a mi oficina —dijo prácticamente gritando. Ambos oficiales se hicieron presentes prácticamente en el acto y haciendo el saludo uno. A la voz de descansen les pidió que dieran las últimas novedades. —Efectivamente, señor. En ese lugar se hace acopio de drogas que es movida desde adentro y hacia adentro a través del menudeo. La muchacha llamada Danna Miller no es la única pero es la que más ha salido y entrado en este último tiempo.  —Entonces elevaremos una orden de arresto contra la mujer por complicidad en los hechos  —decidió Jhonson y tomó el teléfono que tenía en su escritorio. —Disculpe, señor —dijo tragando saliva Connor. No podía permitir que la muchacha fuera a prisión. —Le pido recapacite su decisión. Se me ocurre algo que podría ser más beneficioso que ingresar a la muchacha a la cárcel. —Escucho — había logrado desviar la atención de su jefe.  Danna sentía mucho calor. Se revolvía inquieta en la cama sin poder dormirse del todo. Cuando el calor aumentó se levantó de un salto, asustada. Vio como las llamas ya estaban a la entrada de la ventana de su habitación.  —Abuelaaa, Douglaaas...—empezó a gritar con desesperación. Intentó abrir la puerta pero estaba trabada. La golpeó con una silla y aún así no cedía. Empezó a toser por la entrada del humo en sus pulmones. Retrocedió asustada cuando repentinamente chocó contra algo duro en su espalda. Se dio vuelta y se encontró con un hombre vestido de n***o, con ropa de combate, casco, pasamontaña, guantes oscuros y armas. Gritó con todas sus fuerzas y perdió el conocimiento. Escuchaba que alguien la llamaba de lejos y la voz repercutía en su cabeza. —Señorita Miller...señorita Miller —una voz de hombre retumbaba en sus oídos mientras que algo le tocaba el hombro intentando despertarla.  Abrió los ojos y se encontró en el interior de un vehículo que se bamboleaba de un lado a otro. Se sentó asustada ignorando lo que había pasado y como había llegado ahí. —Recuéstese, por favor, señorita. La sustancia en su cuerpo aún debe eliminarse del todo y le causará mareos si se levanta —dijo una voz grave de hombre detrás de la máscara. Solo podían verse sus ojos y eran azules y grandes. La miraban extrañamente, como si estuviera realmente preocupado por ella. —¿Adónde me llevan? ¿dónde estoy? —preguntó mirando a su alrededor. En ese momento recordó a su familia —Mi abuela, mi hermano. Ellos... ellos quedaron en medio del fuego. Por favor, por favor, llévenme ahí..—rogó desesperada. —Cálmese, señorita. Todos están bien. Ya nos ocupamos de eso —dijo la otra voz que estaba en el otro extremo.        Las lágrimas empezaron a salir silenciosamente y supo que debía mantener la calma hasta saber lo que pasaba.
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