Maddie
–¿Entonces? ¿Estás lista?
–Creo que sí, ¿Dónde se habrá metido Ethan? – pregunté mirando dentro de la cafetería.
–Ni puta idea, ¿estás segura de hacerlo? – preguntó Laurie, asentí sin mirarla– Maddie.
–¡Que sí! Supongo, no lo sé, j***r, ¿no quieres entrar tú también?
–¡Qué dices! Pero, ¿quieres que me presente contigo?
–La verdad es que sí, tengo muchos nervios y ayer la coreografía que ensayamos no me convenció del todo.
–Joder, voy por un poco de agua, estás muy nerviosa, ahora vuelvo y hablamos– la rubia se giró y corrió a comprar un agua. Solté un suspiro y caminé hasta una de las mesas, había una chica ya ahí. Sino me equivocó es la chica nueva.
–¡Hola! – la saludé con una sonrisa sentándome frente a ella. Era blanca y con el cabello cobre oscuro.
–Maddie, ¿cierto? – preguntó con una sonrisa tímida.
–¡Sí! Y tú, Peige, ¿verdad?
–Ambas estábamos atentas a las presentaciones al parecer.
–Oh sí, es una pasada que aún se haga eso, pero sí, estuve atenta, un gusto– dije riendo. Ambas nos dimos la mano y me fijé que llevaba el uniforme de deporte, y hoy solo la estaban llevando quienes iban a presentarse para ver si ingresamos a las animadoras.
–¿También postularas? – preguntamos ambas a la vez lo que ocasionó una gran carcajada.
–Sí, me presentaré, aunque tengo muchos nervios– respondió la chica.
–Yo estoy igual, me da vergüenza, no sé cómo pueden moverse sin miedo a que se les vea algo.
–Ni yo, pero aquí estamos, queriendo entrar a ese equipo.
No pude responderle porque Laurie apareció.
–¡Hey! Tú eres la nueva, que ya no recuerdo su nombre– dijo apenada mi mejor amiga.
–Me llamo Peige Coleman, un gusto, Laurie.
–¡Oh mierda, tú si sabes mi nombre, me siento mal por eso! – exclamó la rubia.
–¿Trajiste el agua? – pregunté cortando el hilo de conversación, algo que no me gusta hacer, pero estoy bastante nerviosa.
–Oh sí, traje dos, ¿también estás nerviosa, Peige? – la otra chica asintió y entonces Laurie le tendió la otra botella.
–Iré con ustedes, a ver si quizás entramos las tres.
–¿De verdad? ¿También te presentaras? – pregunté entusiasmada, eso me ayudaría, tendría a mi mejor amiga dentro del grupo.
–Claro, iremos las tres.
Aplaudí como tonta y ellas sonrieron. Miré hacía la puerta de salida esperando ver a Ethan, de seguro estaba en el gras haciendo la prueba física, para ver si ingresa al equipo. Hoy era día de pruebas.
–¡Maddie! – escuché a alguien. Miré de quien se trataba, Jasmine.
–¡Guapa! – exclamé levantándome y corriendo hacía la chica. A ella la conoció en un trabajo que hizo en verano del año pasado, fue mi primer trabajo, y ella me ayudó a poder acostumbrarme.
–¡No me digas que postularas! – dijo sin creérselo. Me fije en su ropa.
–¡Y creo que tú también!
–¡Oh me pillaste! Sí, también lo haré, es momento de que Rebecca tenga un descanso– dijo con diversión.
–¿Quieres sentarte con nosotras? Todas postularemos.
–Claro, entre más, mucho mejor.
Volví con ella hasta la mesa y pasé a presentarla, fue una sorpresa cuando coincidimos en el mismo salón. Y no fue un problema al presentarlas otra vez, entre las cuatro congeniamos muy bien. Pero algo me faltaba, no me acostumbraba a estar sin Ethan a mi lado. Así que, cuando faltaban unos minutos para ir al gimnasio la puerta de la cafetería se abrió y todo el equipo de básquet entraba vitoreando. En primer lugar, mi mirada se dirigió hasta Carter, quien iba sin camiseta, me puso nerviosa, he de admitir, aunque ni siquiera me miró. En todos casos, ¿por qué lo haría?
Pero mi sonrisa se ensanchó cuando vi a quien le daban palmadas en la espalda y lo felicitaban. Ethan. Lo habían aceptado. Entrar al equipo era complicado, el entrenador Boris era muy exigente. Sin dudarlo me levanté y corrí hasta donde mi mejor amigo estaba, él mi miró y abrió sus brazos para mí.
–¡Entraste! – grité abrazada de su cuello. Fui consciente que la mayoría incluso el entrenador veía la escena.
–¡Entré! – gritó él, para luego susurrarme algo más– Quiero gritar como lo hacías de niña, pero me da vergüenza, ya sabes, aquí soy un ser rudo.
Reí y bajé de su cuerpo. Lo miré y él también, sonreía como un niño a quien le habían comprado un juguete nuevo. Ethan había soñado con entrar al equipo, había entrenado mucho en vacaciones. Incluso fue conmigo, con quien practicaba, digamos que también me gustaba el básquet, aunque papá no le hacía gracia, tenía miedo de que me lastimara.
–¡Hey, Murphy! ¡Deja a las novias, ven aquí! – gritó alguien, reconocí la voz.
–Carter es mi amigo, creo que sí, congeniamos muy bien en el entrenamiento, j***r, me quiero desmayar– decía Ethan con entusiasmo, reí ante su exageración.
–Ve con tu equipo, guapo. Esto se celebrará más tarde.
–Tenlo por seguro, ¿iras al gimnasio? Vi a chicas que ya iban entrando para hacer la prueba– me informó.
–Tengo miedo, Ethan.
–Venga ya, solo hazlo, estoy seguro que te aceptaran, ayer movías ese cuerpecito como si tuviese pulgas, te aceptaran, estoy seguro. Tú puedes, creo en ti, ¿vale? – asentí, se despidió dándome un beso en la frente y se fue hasta donde los otros chicos lo esperaban.
Mis amigas se cruzaron con él y le sonrieron, se levantaron de la mesa y venían hasta donde yo estaba. Pero algo más llamó mi atención. Carter, quien estaba sentado sobre la mesa, me miraba. Sus ojos azules eléctricos no se despegaban de mí, o talvez de algunas de mis amigas, no creo que yo fuera lo suficiente interesante para que me mirase así.
–Vamos, Maddie– me llamó Laurie pasando por mi lado.
El susodicho desvió su mirada solo cuando Ethan llegó hasta ellos. Me giré y fui con las chicas sintiendo algo extraño en mi estómago otra vez. Caminamos con los nervios a tope hasta llegar al gimnasio, dentro ya había otras chicas de los demás grados. Incluso la nueva directora estaba ahí.
–Señoritas, ¿Harán la prueba? – nos preguntó una maestra que no recordaba su nombre. Asentimos. Nos tendió un papel a cada una donde tuvimos que poner nuestros datos. Hicimos todo y luego nos formamos. Inmediatamente Rebecca se puso al frente y nos saludó a todas.
–Bueno, no fue mi idea abrir plazas, pero algunas de mis chicas no están dando la talla y necesitamos renovar– dijo mirándonos de malas a todas–. Pues la temática será simple. Se juntarán en grupos de seis, como son bastantes se terminará formando seis grupos, sí. ¡Empezamos! – gritó soplando el silbato que tenía.
–¿Qué dijo? – preguntó Laurie.
–Nos faltan dos chicas– dijo Jasmine girándose. Me sentí perdida en ese instante.
–Buscaré también– agregó Peige. Al minuto ambas aparecieron con una chica cada una. Ambas eran un año menores que nosotras.
–Hola– nos dijo una pelinegra con ojos azules. Nos saludamos y comentamos qué música han ensayado, para suerte las seis habíamos ensayado una de Taylor Swift. Rebecca volvió hablar y llamó a las primeras chicas. A las demás nos mandó a las tribunas.
–No es por hablar mal, pero en serio no se mueven nada– dijo Laurie mirando atentamente a las chicas, iban bien, hasta que una se equivocó y tropezó, pero rápidamente continúo bailando.
–En fin, hicieron algo, vayan a sentarse, ¡Siguiente! – gritó, nada. Nadie se movía– ¿Qué esperan?
–¡Nosotras! – gritó Laurie bajando, o no, no. Sentíamos las miradas de todas.
–Laurie– dije.
–Vamos, j***r– las cinco bajamos y caminamos hasta el centro.
–Soy una Wells, yo puedo, yo puedo– escuchaba decir a la pelinegra. ¿Wells?
–Soy una Coleman, yo puedo– la copió Peige, ambas rieron. Laurie nos hizo la señal y nos ubicamos en nuestros lugares.
–¿Qué canción? – gritaron.
–Joder, ¿cómo se llama? – preguntó Laurie mirándome.
–¡Shake It Off! – grité desde atrás.
Vi que Rebecca arqueaba una ceja al verme.
–Uno…, dossss, tres…– gritaron y la música se empezó a escuchar. Bien, empecé hacer los pasos que habíamos ensayado. Recordé cada palabra que habíamos hablado durante el ensayo.
–Solo únelo con algo que conoces– aconsejó Ethan.
–Claro, ranita, ranita será para los saltos. Patata, para las patadas y clap, para las palmas– agregó mi mejor amiga.
Mentalmente los escuchaba y hacía eso. Ranita, ranita, patata, patata, giro, giro, sonrisa. Todo iba bien, me divertía y veía a las demás chicas sonreír, iba muy bien, hasta que hice el giro y vi quienes entraban: el equipo de básquet. Mierda, mierda.
–¡Vamos! ¡Vamos! ¡¡Vamos, Maddieeeee!! – lo escuché gritar, Ethan. La música duraba tres con cuarenta, ¿por qué ahora parecía infinita? j***r, todos los chicos miraban, no estaba acostumbrada ser el centro de atención. No estaba acostumbrada a participar en público, pero ahora, ahora lo hacía y no sola, no. Lo hacía con cinco chicas más.
Todo se me hacía eterno, no sé si por los nervios o la vergüenza, pero cuando la música cesó, pude respirar otra vez, aunque con dificultad. Las seis tosamos y nos miramos con complicidad, a nuestro lado unos cuantos aplausos se escuchó.
–No puedo creer que haya hecho esto, j***r– decía Peige detrás.
–Muy bien novatas, pueden sentarse– nos indicó Rebecca. Hicimos lo que nos dijo y volvimos a nuestro lugar. Saludé a Ethan, quien me sonreía con emoción.
–¿Lo hicimos bien? – pregunté aun respirando con dificultad.
–C-creo que sí, n-no vi caras de disgustos– me respondió Jasmine cogiendo su tomatodo y bebiendo de este.
–Sí, e-estuvo bien– agregó la pelinegra.
–¡Estuvo genial! – agregó Laurie. Peige asintió y la otra chica también. Esperamos pacientes a que todas terminaran de bailar. Luego nos llamaron a todas al centro, fueron descartando a unas dos de cada grupo. Llegaron al nuestro, donde todas nos tomábamos de la mano.
–¡Daphne, de ese grupo solo sale una! – gritó Skye, una del grupo de amigas de Rebecca.
–Bueno, ya escucharon, sales tú– indicó apuntando a la chica castaña.
–¿Yo? – preguntó con duda.
–No, bonita. Yo, obvio que tú, estás fuera– respondió cortante la tal Daphne. Vimos que la pequeña nos sonreía con pena y le alejaba.
–Entonces, ¿nosotras entramos? –preguntó Jasmine.
–Así es, aun no entiendo, pero sí, están dentro– nos respondió mordiendo su chiclé con exageración. Al final solo entramos diez al equipo, pero algunas fueron de suplente. Sin embargo, las cinco entramos de titulares. Nos abrazamos como buenas amigas, incluida la pelinegra. Quien después de escuchar los horarios y pasar por nuestros uniformes antes del viernes, salió corriendo hasta donde los chicos del equipo de básquet estaban. Carter la recibió en un gran abrazo, casi como el que tuve con Ethan en la cafetería.
–Felicidades, amiga– me dijo Jasmine despidiéndose y saliendo del lugar.
–¡No vemos mañana! – me despidió Peige. Hice lo mismo y me giré a buscar a Laurie, quien hablaba animada con Rebecca y sus amigas.
–Te dije que lo harías, Andy– giré y vi a Ethan a mi lado, llevaba un rosa, del jardín del colegio.
–¿Del colegio? – pregunté sonrojada.
–Hey, que no me dio tiempo de otra cosa, agradece y cuando salgas ocúltaselo a Jorge.
–Gracias, Woody– agradecí llamándolo por aquel apelativo que empezamos a llamarnos cuando vimos Toy Story. Ethan decía que, el significado va más allá de un juguete y su dueño, sino de la complicidad, amistad y cariño que el dueño le tenía. Lo que nos pasa a él y a mí dentro de nuestra amistad.
Él es mi amigo fiel, y yo, la suya. Ah, además decía porque él era mi juguete. Cosas que a Ethan se le ocurría de la nada.
–¿Iremos a cenar hoy para festejar? – preguntó cuando salíamos del gimnasio.
–Claro, iremos en tu moto.
–Oh, f**k, mamá no querrá, en fin, la sobornaré– solté una carcajeada ante sus palabras.
–¡Murphy! – lo llamaron. Ethan giró en su mismo eje conmigo, ya que su brazo estaba sobre mis hombros.
–Wells– respondió Ethan. De repente el chico corrió hasta nosotros.
–Ten, esto es para ti– le tendió un paquete y era la chaqueta del equipo, la famosa chaqueta de los basquetbolistas. Pude ver la emoción en la cara de mi mejor amigo.
–Gracias tío.
–Que bah, eres parte del equipo, nos vemos, adiós, tardona– se despidió de mí. Abrí la boca ante lo que había dicho. Ethan soltó una carcajada.
–Bueno, no lo dije yo al menos.
–Cállate, Murphy– dije de malas. Mi mirada aún seguía por donde se había ido el chico.
–¿Nos vamos a casa, tardona? – me preguntó, le di un codazo.
–Vamos antes que te golpee.