Capítulo 7
Me desperté decadentemente tarde, pudiendo dormir esta mañana porque Adam tenía el domingo libre. Bizqueé a la luz que entraba por un filtro de cortinas de encaje blanco que ondeaban delicadamente en la brisa de verano, trayendo consigo el aroma de eucalipto y del río. Mi sueño había sido una agradable galopa a través de los campos de los Bristow en mi amado Harvey, mi cabello n***o volando detrás mío mientras corría para alcanzar a una niña en un poni blanco, una pequeña, yegua blanca de tamaño perfecto para una niñita. Miré hacia arriba al cuadro en la pared.
—Le pregunté —le dije a la abuela de Pippa—. Me dijo que no.
La chica de la foto sonreía desde su pequeño corcel blanco, excepcionalmente australiana con su sombrero de vaquero n***o. Me daba cosa que la madre de Adam
