—¡¿Tienes idea de lo malditamente preocupados que estábamos?! —grité tras haber caminado hasta él y golpeado su mejilla con todas mis fuerzas—... Contesta el maldito teléfono —susurré llorando y recargándome en el pecho de Miguel que seguía sin atinar a hacer nada. —Lo siento —dijo abrazándome tan fuerte que lloré mucho más. Sentirme cobijada por esos brazos que amaba, justo después de haber pensado que podría no volver a ocurrir, era tan reconfortante que había desaparecido toda la tensión que me había mantenido fuerte hasta ese momento. —Eres un idiota —dije aferrándome con fuerza a la espalda de su chamara—. No sabes lo asustada que estaba... pensé que... pensé que... Dios. Debiste solo seguir adelante... debiste solo olvidarte de mí y ser feliz... ¿Por qué lloras y sufres por algui

