Narra Isaac
En un mes Noah y yo nos iremos a vivir a Holanda, sus abuelos ya nos han enviado los pasajes para poder irnos de una vez de este lugar. Miré por la ventana, algunas gotas de lluvia comenzaban a golpetear contra el vidrio. Solté un suspiro pesado, sintiéndome solo. Noah ha salido con su padre, su hermano y Fellner a hacer quien sabe qué. De repente, la puerta se abrió, me sobresalté y desvié la mirada rápidamente hacia esta con algo de miedo, el cual se disipó cuando vi entrar a la madre de Noah.
—Hola, cariño, ¿estás aburrido? —se sentó frente a mí. Simplemente asentí—. ¿Qué te gustaría hacer?
—No lo sé, ¿qué quiere hacer usted?
—No me trates como si fuera tu jefa, mi niño, puedes llamarme Amelie o mamá si así lo prefieres —me tomó del mentón haciendo que levantase la mirada a su rostro—. No soy como ellos, te veo como si fueras mi hijo, nunca te podría tratar como un objeto, Isaac —me acarició la mejilla.
No era la primera vez que me decía esto, pero me he acostumbrado tanto a que los nazis me trataran como basura, que me resultaba realmente extraño que no solo me tratara bien Noah, sino que ahora su hermano y su madre también lo hacían.
—¿Qué quieres hacer, mi niño? —me encogí de hombros, ella se quedó callada unos instantes, luego me miró—. A Noah siempre le gustó que le leyera un libro los días lluviosos, ¿te gustaría que te leyera algo? —asentí, ella sonrió, se levantó y salió de la habitación. Volvió a los pocos minutos con un libro entre sus manos—. Este era el preferido de Noah y Artur, tal vez te guste también —se sentó junto a mí y me miró—. Puedes recostarte en mis piernas si quieres- no titubeé ni un segundo, recosté rápidamente mi cabeza en sus piernas; era como tener a mi madre de nuevo conmigo.
Amelie comenzó a leer. Su voz era tan suave y cariñosa como lo era la de mi madre, mis ojos se llenaron de lágrimas, pero intenté por todos los medios no llorar. Cerré los ojos y me concentré todo lo que pude en lo que me estaban leyendo.
Desperté escuchando un par de voces en la habitación, mientras sentía como acariciaban mi cabeza. No tenía muchas ganas de abrir los ojos, me sentía realmente cómodo.
—Así que es por eso —distinguí la voz de Amelie—. Me alegra que lo cuides tanto, cariño, él lo necesita más que nunca ahora —pasó su mano de mi cabeza a mi hombro.
—Sí, lo sé, el pobre ha perdido todo por culpa de la guerra, por lo que sé, solo me tiene a mi ahora —abrí rápidamente los ojos cuando escuché la voz de Noah, él me di rigió la mirada en cuanto notó que me había despertado—. Ya despertaste —me sonrió, se acercó a mí, me tomó en brazos y me llevó hasta su cama para acostarme, mi rostro comenzó a arder; era realmente vergonzoso que hiciera esto delante de su madre.
—Bien niños, iré a preparar galletas.
Se levantó, me sonrió y salió de la habitación, dejándonos solos. Me senté en la cama y lo miré detenidamente. No me había dado cuenta que él no llevaba su camisa puesta cuando me tomó en brazos.
—¿Qué has hecho hoy?
—Mi padre nos llevó al campo de trabajo para mostrarnos como torturaban gente. Artur y yo no teníamos muchas ganas de ver —soltó un pequeño suspiro mientras se ponía una camisa—. Mi hermano y yo nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores y me terminó empujando al barro, por eso solo he vuelto yo, Artur, Fellner y mi padre siguen allá, mientras que yo podré quedarme aquí —se sentó frente a mí y me tomó de la mano—. ¿La has pasado bien? —lo miré asintiendo, me sonrió.
—Tu madre se ha quedado conmigo —dije acomodando el cuello de su camisa—. Es muy agradable. Me recuerda mucho a mi madre —sonreí con tristeza. Aún duele muchísimo recordar a mi madre, pero con Amelie es como si aún estuviera conmigo, cuidando de mí—. De verdad se parecen mucho —esto último lo dije con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas, Noah pasó su mano por mi mejilla acariciándola suavemente.
—No llores —me acercó a él para abrazarme—. Sé que duele, Isaac, pero no quiero que llores.
Me acerqué a su rostro y lo besé. Sentía las lágrimas recorrer mis mejillas sin que pueda controlarlo. Noah me correspondió, pero, cuando posó una de sus manos en mi mejilla, se separó.
—Isaac, no llores —me dedicó una sonrisa—. Nadie puede sustituir a tu madre, pero mi madre está contigo y te cuidará tanto como lo hace conmigo y me hermano, ¿sí? —asentí intentando dejar de llorar. Tomó mis manos y acarició mis nudillos, esperando pacientemente hasta que me calmase.
—Lo siento, no quería llorar por esto.
Noah me besó en la frente sin decir ni una palabra. Se acostó haciendo que yo también me acostase a su lado, rodeó mi cintura con su brazo y nos quedamos allí.
El tiempo pasó, su madre nos llevó algunas galletas, las cuales solo comimos un par cada uno, dado que nos ocupamos en estar acostados mirando el techo, soltando algún que otro comentario de vez en cuando, generalmente hechos por Noah recordándome lo lindo que le parezco y lo mucho que desea poder ir a Holanda y estar tranquilo conmigo. Me giré hacia él, Noah tenía los ojos cerrados y una pequeña sonrisa. Me acerqué un poco más y recosté mi cabeza en su pecho, rápidamente cruzó su brazo por mi cintura abrazándome.
—¿Sabes? Hoy te he extrañado mucho —dijo de repente acariciando mi espalda con suavidad—. Solo me fui hasta poco más de mediodía, pero realmente te he extrañado —levanté la vista hacia él, aún permanecía con los ojos cerrado. Sonreí, me acerqué a su rostro y le di un corto beso. Noah rápidamente abrió los ojos y su sonrisa se amplió un poco—. Y eso es lo que más extrañé toda la mañana —me tomó de las mejillas y me besó, acercándome a su cuerpo sin intensificar el beso.
—De camino a Holanda, no podrás hacer esto —dije cuando nos separamos—. Dudo que los demás se tomen bien esto, no como tu hermano, tu madre y tus abuelos —asintió soltando un pequeño suspiro, acaricié su cabello—. Buscaremos la manera —le di un corto beso y volví a recostarme en su pecho.
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Me desperté en el medio de la noche por la tormenta que caía fuera. Miré a Noah con algo de dificultad por la poca luz. Tanto él, como yo nos habíamos quedado dormidos como estábamos acostados. Me levanté saqué mi pijama y me cambié rápidamente. Luego, me acerqué a Noah para despertarlo.
—Noah —lo sacudí un poco—, despierta y ponte tu pijama —frunció un poco el ceño, abrió los ojos e instantáneamente volvió a cerrarlos cubriéndose con el brazo.
—¿Qué hora es? Quiero seguir durmiendo —dijo con voz adormilada. Solté un suspiro, tomé su pijama y comencé a desabrochar su camisa, Noah me miró rápidamente con un leve sonrojo en sus mejillas, el cual se intensificó cuando abrí su camisa e intenté sacársela—. Espera, ¿qué quieres hacer? —se recostó sobre sus codos.
—Solo iba a intentar ponerte tu pijama —me miró unos instantes, luego desvió la vista a su pijama—. Puedo vestirte si no quieres levantarte —negó rápidamente con la cabeza, me apartó y se levantó.
—Lo haré yo.
Se desvistió y se puso su pijama. Por mi parte, me ocupé en cerrar las cortinas y apagar la luz. De repente sentí a Noah abrazarme por atrás, sonreí instantáneamente.
—Vamos, acostémonos —asentí, con la intención de separarme de él, pero me lo impidió, me tomó en brazos y me llevó hasta la cama para acostarme. Noah se me quedó mirando, le sonreí.
—Ven, acuéstate conmigo.
No pensó mucho, se acostó a mi lado y rodeó mi cintura. Me acurruqué contra él y cerré los ojos, pero ni bien lo hice, sentí como Noah besaba mi nuca provocándome escalofríos.
—Noah, es tarde, quiero dormir —me quejé, aunque realmente no me molestaba que hiciera eso, él hizo caso omiso a lo que le acababa de decir, me tomó de las manos y siguió con lo que hacía—. Noah... —susurré cuando sentí que se acercaba más a mí.
—Lo siento, Isaac —puso la cara contra mi espalda—. Mejor durmámonos de una vez —se acomodó manteniendo su cara en mi espalda, sonreí entrelazando nuestros los dedos.
Desperté antes que Noah. Miré el reloj que tiene en su mesa de luz, este marcaba las siete y media de la mañana. Era algo temprano teniendo en cuenta que normalmente nos despertábamos eso de las nueve. Decidí levantarme, tomé algo de ropa y salí del cuarto para dirigirme al baño. Cerré la puerta con seguro; luego de la última vez, prefiero no dejar la puerta abierta cuando Henlein está en la casa. Me alisté rápidamente y volví al cuarto. Noah seguía dormido, así que, para no molestarlo, me acosté a su lado sin hacer más que mirarlo.
—Me gustas mucho —dije para mis adentros observando con una pequeña sonrisa su rostro apacible—. Espero poder verte así para siempre —acaricié su cabello con sumo cuidado para que no se despertara.
Luego de un rato, me levanté y me senté en su escritorio, seguramente Noah tardaría en despertarse. Tomé uno de los libros que se encontraban allí y comencé a leerlo. Era un libro de historia, seguramente de cuando Noah estaba en la escuela. Comencé a leer párrafos salteados sin prestarle especial atención, aprovechando la luz que se colaba a través de la cortina. Pasé un par de páginas encontrando una foto de Noah con un par de niños, que imagino que eran sus amigos, y su hermano. Noah se veía más pequeño, debía ser de antes de la guerra.
—¿Qué ves, Isaac? —escuché la voz de Noah desde la cama, lo miré y solté una pequeña risa al verlo con el rostro adormilado, con los ojos entre cerrados y todo despeinado.
—No es nada, encontré una foto tuya en uno de los libros —me acerqué a la cama y me senté a su lado para mostrarle la foto.
—Es de hace dos años —dijo aún algo adormilado—. Esos eran mis amigos y amigos de Artur —bostezó colocando su cabeza en mi hombro—. Me hubiera gustado presentártelos, pero todos son iguales a mi padre —asentí, acercándole la foto a su mano, él la tomó y la dejó en la mesa de luz—. En Holanda haremos amigos nuevos.
Tomó mi mano acariciando mis nudillos y me besó en la mejilla. Después, se levantó y salió del cuarto. Por mi parte, hice su cama y abrí las cortinas para que la luz entrara. Miré el cielo, parecía que pronto se nublaría nuevamente. Abrí la ventana y me asomé sintiendo la brisa que advertía que la lluvia llegaría pronto.
—Es un lugar bonito después de todo —solté un suspiro pesado.
Lo sería aún más si aquí no hubieran matado a mi padre y a todos los que conocía. Decidí dejar de pensar en ellos y distraerme con cualquier cosa, dado que si seguí así me pondría a llorar y no quería hacerlo.
Noah volvió conmigo no mucho después, traía una bandeja con el desayuno entre las manos que, seguramente, Lena le había dado. Desayunamos junto a la ventana. Estos días están siendo muy tranquilos, son agradables, muy agradables, pero sé que no durarán mucho, presiento que lo peor está por venir.