Me negué ya que no deseaba dejarlo solo, acerqué una silla a la orilla de la camilla y subí mis pies a la misma por simple inercia; en el momento que me di cuenta de mi metida de pata intenté bajarlos pero Ilán me detuvo mientras reía. —Al parecer no eres de las que piensa mucho las cosas, no te preocupes que no me molesta en absoluto lo que hacer y si te sientes cómoda de esa manera, adelante que no soy quien para juzgar. —A veces eso es un problema —sonreí de lado —eso me trajo consecuencias que me encuentro pagando hasta hoy en día, a veces cuando uno se encuentra enfadado hace cosas que en definitiva no haría en otras circunstancias y no piensa nada más que ver como sacar toda esa ira en la persona que fue la causante de tal sentimiento. —¿Por qué dices eso? —él me miró con interés

