Capítulo 3. Olga, Marijka, Tatiana.

1279 Words
Todo el camino hasta el centro comercial, de mi cabeza no salía la noticia del romance de mi madre. Resulta, que en casi un año no había visto nada a mi alrededor, no percibía nada, solo mi estado de salud. Mi cabeza estaba ocupada exclusivamente por mis estudios y mi rehabilitación. ¿Y mamá? Ni siquiera pensé que estaba en condiciones de enamorarse, que quería sentir el amor y el cariño de un hombre. Después de todo, soy egoísta. Recordé que una vez llegó tarde, con un ramo de flores y una sonrisa muy extraña. Pero yo estaba tan ciega, que atribuí todo a un simple agradecimiento de un paciente. «Hoy tengo que hablar seriamente con ella y conseguir que vaya con Sergio Vladimirovich a la estación de esquí. Ella tiene derecho a ser una mujer feliz y enamorada, como era yo con mi "Príncipe"», - pensé. - ¿Qué te parece este robot? - escuche la voz de Tatiana. - ¿Ah? ¿Qué? - pregunte, dejando mis pensamientos sobre mi madre al lado. - ¿Dónde estás? Estoy preguntándote por el robot. ¿Te gusta ese? - Lo siento, no sale de mi cabeza lo que me contaste, - me disculpé, y mirando un robot terrible, añadí, - es horroroso. ¿No quieres que tu sobrino se asuste? - Tienes razón, no es muy bonito, - dijo. - A lo mejor un coche de bomberos o un coche de policía? - propuse yo, cogiendo en las manos una caja con juguete. - ¡No! ¡No de bomberos! – Dijo Tatiana y agitó las manos. - ¿Por qué? Es muy interesante. Mira, incluso tiene una escalera, es muy divertido, - insistía. - No, Anastasia, su padre, mi hermano era bombero y cayó desde una azotea. Él estaba en coma como tú, pero tú te recuperaste y él no, se quedó en la zona gris. - Ella respiró con amargura. - Lo siento. No lo sabía, - me sonrojé. De repente me avergoncé por estar viva y en buena salud, cuando mucha gente no tenía esta posibilidad. - No tiene nada que ver contigo. Fue hace más de seis meses. Es que Sasha no entiende por qué papá siempre duerme, - ha dicho tranquilamente, sin sombra de angustia, como si fuera algo normal. - ¿Por eso trabajas en el centro de rehabilitaciones? - No sólo por eso, los salarios en el centro son más altos y los horarios son más flexibles, respondió mi amiga. - ¿Qué tal si el coche de la policía? - Y si pensamos en algo creativo? ¿Por ejemplo “Lego”? - ¡Eres un genio! Eso es genial, para que los coches y los robots Sasha los haga el mismo, - dijo, y cogió una caja muy colorida. - Y ahora vamos a ver algo para ti. - ¡No, no! mejor otro día, - le dije, porque sólo tenía dinero en el bolsillo para el café de Starbucks, - Vamos a tomar algo. ¿Te apetece? - Vale, como quieras, - mi amiga aceptó y fuimos a la caja para pagar el juguete y luego a la famosa cafetería, que estaba en la segunda planta del centro comercial. Como era de esperar, a pesar de que eran las cuatro de la tarde, había un verdadero aluvión de gente. -Tal vez podríamos ir a otro sitio, - dije, porque me sentía incómoda en la multitud después de todo lo que me había pasado. -No, hemos decidido tomar café aquí, así que nos quedamos, - respondió, cuando notó mi confusión, - tienes que acostumbrarte a la sociedad, no a aislarte. - Vale, estoy de acuerdo, - contesté sin mucha firmeza.  Parece, que cuando volví del pasado, no sólo dejé allí mi amor, sino también a mí misma. Porque nunca fui introvertida y tímida, me gustaba ser el centro de la atención.  Pisaba fuerte, seguía mi vida con la cabeza orgullosamente levantada, y ahora me parezco más a un ratón gris acorralado. Yo creía que todos me miraban con pena o más bien con molestia. Y había que hacer algo al respecto. No podía seguir así.  Yo ya no era Anastasia de Lack. Mientras tanto, llegamos a la mesa de pedidos. - Yo quiero un café latte, - dijo mi amiga alegremente. - Y yo quiero un cappuccino, por favor, - lo dije en voz tan baja, que la camarera no me escuchó. La chica detrás de la caja me pregunto casi gritando. - ¿Que? - Cappuccino, por favor, - repetí más fuerte y me sonrojé. Finalmente, recibimos nuestros cafés y fuimos a buscar una mesa libre. Solo que no había ninguna. - Mira, un tipo, que está sentado solo con su portátil, vete a preguntarle si podemos sentarnos con él, - me dijo Tatiana y me empujó hacia él. - No, no puedo, - confesé, casi muerta de vergüenza, - creo que ya he cumplido el programa mínimo de mi infiltración en la sociedad para hoy. - Tú puedes, yo creo en ti, vete, - me animó y me empujó más fuerte, así que casi me caí en la mesa del pobre chico. - ¿Dónde te metes, tonta? Podrías echar tu maldito café encima de mi portátil, - gritó el joven. - ¿Por qué estás gritando, como si te hubieran matado? - mi amiga salió en mi defensa, - no le pasó nada a tu equipo. ¡Has ofendido a la chica! ¡Esta actuación no es de un hombre! Estaba lista para que la tierra me tragara, mi cara ardía y mis manos empezaron a temblar. - No puedo más, - dije y salí de la cafetería corriendo. Solo en la calle me calmé un poco, aunque de los ojos me salían las lágrimas de la frustración. No sabía lo que me estaba pasando. ¿Por qué me pasaba esto? Hace solo un año era una luchadora, una campeona y una chica segura de sí misma, y ahora ni siquiera podía decir una palabra en mi defensa. Yo estaba segura, que me hacía falta ayuda de un especialista. Pero yo y mamá ya no podíamos pagar a un psicólogo. En ese momento, Tatiana se acercó a mí, y detrás de ella iba caminando el tipo del café. - Ahora, pídele perdón, - dijo e impulsó al chico hacia adelante. - Mira, no te pongas así, lo siento, no debería hablar contigo de un modo tan brusco, - dijo de manera insegura, - mi nombre es Michael. En esto instante una increíble emoción, como una ola, me levanto el ánimo. Miré a Tatiana y él. Sólo ahora me di cuenta, porque me atraía tanto mi amiga. Ella es Olga y Mariyka. Michael era su marido, el hermano de Vladimir. Y así de claro, lo vi, que no aguanté y la abracé con todas mis fuerzas. - ¿Qué te pasa, amiga? Él te pidió perdón. Es un imbécil, pero es posible arreglar con una pequeña corrección. - Ella me calmaba, acariciándome por la espalda. - Gracias por tenerte a mi lado, - susurré, - un día te contaré todo. - Vale, vamos, te acompañaré a casa. De hecho, para hoy, las aventuras de infiltración en la sociedad para ti se acabaron, - dijo ella, sonriendo. - Chicas, tengo un coche en el aparcamiento. Puedo llevarlas a casa, para disculparme, - se ofreció Michael. - Bien, ¿nos vale como disculpa? -  sonrió mi amiga preguntándome. - Si, nos vale. Mi ánimo se levantaba cada segundo más y más. Si yo encontré a Olga-Mariyka, entonces Iván existe y debo encontrarlo. Mi amor por él no era sueño.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD