James golpea el dedo sobre el escritorio frente a él. —¿Estamos de acuerdo, entonces? ¿Es hora de sentarnos con los rusos? —.
Lo veo fijamente a mi hermano. Si cree que me voy a sentar civilizadamente en una mesa con los rusos y mirar a Andréi después de cómo trató a Madison, él es el que está loco. —No voy a estar allí—.
James me devuelve la mirada desafiante.
