El estruendo del vidrio rompiéndose llena el loft mientras las balas golpean por toda la habitación. Veo cómo el yeso estalla en la pared del fondo, golpea los gabinetes, astilla el azulejo del salpicadero. Todo lo que puedo hacer es esperar y rezar para no recibir un disparo. Escucho el grito de Madison y suelto un rugido salvaje. Si algo le pasa, arrasaré Chicago ladrillo por maldito ladrillo hasta reducirla a cenizas. Cualquier hombre responsable sufrirá la peor y más atroz muerte imaginable. Mi puerta se abre de golpe y James aparece, con una pistola en la mano, agachado, devolviendo el fuego. No sé si logra darle a alguien, o incluso al helicóptero, pero el tiroteo cesa y el aparato se eleva hacia el cielo. No espero. Me impulso y corro a toda velocidad por la cocina, bajo

