Mi hermano James sigue hablando sobre informes trimestrales y márgenes de ventas. Apenas escucho.
Esta no es mi área del negocio, y odio asistir a estas reuniones. Él dice que debería saber todo esto, pero no entiendo por qué se molesta. No soy uno de ellos. No tengo cabeza para los negocios.
Jugueteo con la taza de café que sostengo, pero no bebo. La cafeína es como el alcohol para mí; me altera de maneras que no me gustan. Me cuesta bastante mantener el control sin añadir estimulantes o depresores.
Luke está sentado a mi lado, recostado en su silla, mientras Noah mira su teléfono, probablemente leyendo mensajes o viendo fotos de Gianna. Pongo los ojos en blanco.
Tenemos estas reuniones mensuales fuera de la oficina, en algún lugar público, porque se supone que debemos “conectarnos” o algo así.
Noah hace una mueca, entendiendo todo lo que dice James sin esfuerzo. Luke sonríe como si no le importara nada en el mundo. Maldito mocoso. Owen está al final de la mesa, tan aburrido como yo me siento.
De todos mis hermanos, Owen y yo nos parecemos más: tiene la misma nariz torcida y ceja recta. Somos menos atractivos clásicamente que James, Noah o Luke. Me pregunto cómo funciona eso…
No me gusta estar en público durante el día y juro que James organiza estas reuniones solo para torturarme o mantenerme en línea. Probablemente diría que me está ayudando, pero eso es una tontería.
Giro mi taza, pensando en quitar la tapa de plástico y lanzársela a James por la mesa solo para ver qué pasa, cuando se abre la puerta de la cafetería.
Levanto la mirada y mis manos se quedan quietas mientras Madison entra apresuradamente. La veo dirigirse a una mesa donde está sentado un joven universitario.
—Perdón por llegar tarde. Anoche fue muy larga en el trabajo. No pude convencer a un cliente de… —
Dejo de escuchar, y mis ojos recorren su cuerpo. Esta mañana se ve completamente diferente. Se fue la coleta elegante y la ropa negra. Ahora su cabello está recogido en un adorable moño despeinado, y su cuerpo está envuelto en un vestido pequeño y colorido, con unas lindas zapatillas. Parece más joven y dulce. Quiero eyacular sobre ella otra vez.
—No hay problema. ¿Trajiste las notas de la era barroca? —
—Sí —responde apresuradamente, dejando caer algunos libros en la mesa y revisándolos.
—¿Quieres primero un café o algo? —pregunta el chico, con una sonrisa completamente embobada.
—Estoy bien. Gracias por preguntar —dice, mientras se coloca un bolígrafo en el cabello. —Tengo clase en una hora y media. Vamos al grano.
Me descubro levantándome de la silla mientras sigo mirándola.
—¿Qué demonios, Jeffrey? —pregunta James, pero lo ignoro, tomando mi taza de café.
Ni siquiera sé qué estoy haciendo. Está claro que Madison no está en una cita, pero siento la necesidad de marcar mi territorio. Asegurarme de que ese tipo no intente nada. ¿Planeo orinarle en la pierna? ¿Cubrirla de nuevo con mi semen?
Ella me siente y se da la vuelta, sus ojos se abren al encontrarse con los míos.
Es mi señal para acercarme, quedarme sobre su mesa mientras miro sus impresionantes ojos. El verde es como el color de la hierba fresca de la mañana en un día de finales de primavera.
—Madison —digo.
—Jeffrey —susurra, levantándose de la silla, con los ojos teñidos de un poco de miedo—. ¿Qué haces aquí?
Los ojos del chico también se abren al observarme, desde mis manos tatuadas hasta mis enormes músculos. Flexiono la mano, haciendo que el tatuaje se mueva mientras el color se le va de la cara.
Madison pone una mano en medio de mi pecho y empieza a empujarme hacia atrás, hacia mis hermanos. Una vez que estamos lo suficientemente lejos del compañero de estudio, susurra:
—Tienes que dejar de seguirme. En serio, Jeffrey, esto está mal.
Oigo a Luke toser; sé que lo escuchó.
—No te seguí. Es casualidad que esté aquí —y le paso mi taza de café—. Toma, cógelo.
Mira la taza, con el ceño completamente fruncido por la confusión.
—¿Qué es?
—Café.
—¿Por qué me lo das?
Ni idea. —Odio beberlo, pero tomo una taza porque todos los demás lo hacen—.
Ella rodea el aislante de cartón con los dedos, levantando el mentón para mirarme.
—Como tu whisky —dice—. Con los tenis planos se ve pequeña; quiero rodearle el cuello con mis dedos y acercarla, sentir su cuerpo contra el mío.
—Me estás distrayendo del punto —dice.
—¿Cuál punto?
—No puedes seguirme así. Es ilegal.
—Ya te dije, casualmente estoy tomando café aquí. No te estoy siguiendo. Hoy.
—¿Quieres que crea que estás en la misma cafetería que yo, pretendiendo tomar café? —énfasis en “pretendiendo”.
Suena extraño cuando lo dice.
—Estoy en una reunión.
—¿Estabas afuera de mi apartamento a las dos de la mañana anoche? —su mano libre va a su cadera mientras inclina la taza hacia mí para enfatizar su punto.
—Jeffrey —gruñe James justo detrás de mí. Lo ignoro.
—No. Esa vez te seguí, y menos mal. Estuviste a punto de ser asesinada con un cuchillo.
Ella sacude la cabeza, exhalando frustración.
—Eres mucho más peligroso de lo que Samuel podría soñar. Él solo me extorsiona veinte dólares a la vez. Tú encontraste la manera de… —
Le cubro la boca con la mano. Tendré que hacer más entrenamiento de sensibilidad si dice la siguiente parte.
Pero aparentemente cubrirle la boca es suficiente para que mis hermanos reaccionen: Noah se levanta y agarra mi muñeca, apartándola de su boca.
—Jeffrey —susurra—. ¿Qué demonios?
James se coloca del otro lado y extiende la mano hacia Madison.
—Lord James Williams, presidente de Williams Inmobiliaria, a su servicio.
Ella desliza su mano libre en la suya, y un celo ardiente me golpea en el estómago cuando le da a James una linda sonrisa.
—¿Lord?
—Nuestro hermano mayor es heredero de un ducado —dice James con su sonrisa de playboy señalándome.
Madison me mira, ojos abiertos.
—¿Tú también eres lord?
—Sí —respondo frunciendo el ceño—. No significa nada. Todos mis hermanos lo son —y señalo la mesa.
Madison recorre mi familia con la mirada, sorprendida.
—¿Tienes cuatro hermanos en desarrollo inmobiliario?
—Sí. ¿Por qué?
Sacude la cabeza, volviendo a James.
—Locura —susurra y luego más alto—. Mucho gusto.
—Igualmente —James saca una tarjeta del bolsillo y se la entrega—. Si necesitas algo… —luego me mira con acusación—. Llámame. Ese es mi número personal —señala la última línea de la tarjeta.
Madison asiente.
—Gracias.
—Es una situación delicada y queremos que sepas que estamos felices de ayudar.
Le gruño a James, irritado de que hable de mí como si no estuviera presente, como si fuera un problema y no la solución frecuente.
Madison sostiene la tarjeta, cejas fruncidas.
—¿Tu hermano tiene por costumbre acosar a las meseras?
Estoy harto de su conversación.
—Ya te dije, no te seguí hasta aquí, y lo de anoche… solo me gusta tu trasero.
Las mejillas de Madison se encienden mientras Noah y James se interponen entre ella y yo, lo que me empieza a irritar.
Intento empujar a Noah, pero tiene los pies firmes.
Peleo mucho más que mis hermanos, pero ellos son fuertes y ágiles a su manera. Además, tenemos historia, y conocen mis puntos débiles.
—Jesucristo, Jeffrey —murmura James, ignorándome de nuevo—. No escuché tu nombre, cariño.
Gruño ante la palabra “cariño”.
—James —digo con los dientes apretados—. Cuidado con tu lengua.
Todos mis hermanos me miran. No sé por qué. Solo estoy siendo yo mismo, como siempre.
—Mi nombre es Madison Brown —responde—. Y no voy a quitarles más tiempo. —Se pone de puntillas para mirarme sobre el hombro de James—. No es educado.
Luke sonríe mientras toma mi café y vuelve a su mesa; el vestido ceñido y estampado resalta lo increíble de su trasero. Ahora que lo noto, todos mis hermanos la miran.
—Si quiere que la deje en paz, no debería usar un vestido así —digo sin dirigirme a nadie en particular.
—Jeffrey —me da un golpe Noah en el hombro—. Dime que no estás acosando a una universitaria.
—No la estoy acosando —digo mientras Madison toma un sorbo del café que le di, llenándome de satisfacción. Tal vez no está equivocada. Esto se está poniendo raro. Quiero alimentarla.
—Maldita sea, Jeffrey. ¿De verdad la seguiste hasta su casa? —pregunta Owen.
—Era tarde y un mal barrio —no miento, pero pinto un cuadro que espero que ellos comprendan por sí mismos.
—¿Qué le quitaste? —pregunta Luke, volviendo a sentarse.
—Nada. —Y es la verdad, casi completamente.
—Cuéntame qué pasó —dice James en un susurro—. Necesito saber qué tan grave es.
—No.
—Cuéntame para saber cuánto dinero debo darle para que no te demande.
—Tú y tus demandas —murmuro—. No pasó nada. No es asunto de James.
—¿Dónde la conociste? —pregunta Owen.
—En el piano bar —responde Noah—. Ha estado allí casi todas las noches.
Me sorprende que lo dedujera, pero es inteligente. —Ella atiende mesas allí.
—Así que Jeffrey finalmente tiene sentimientos. Temía este día desde hace tiempo — Owen toma un sorbo de café para ocultar su ceño, su aire despreocupado se ha ido. No entiendo por qué todos hacen tanto drama. No es asunto suyo.
—No tengo sentimientos —escupo—. Solo quiero… —miro a Madison—. Quiero eyacular en cada centímetro de su piel.
—Eso es bueno, porque lo que sea que hiciste anoche, ella no quiere nada de ti excepto que te vayas.
Quizá.
Aunque sentí su orgasmo. Apenas la toqué y explotó bajo mi mano. Tal vez quiere un poco más de lo que admite.
Tengo intención de averiguarlo.