La mañana se deslizó hacia el mediodía con una calma que Lara no esperaba. Después de la ducha, se puso una camiseta blanca y unos shorts, decidida a aprovechar el día libre que Ian había mencionado de pasada. No había eventos, no había prensa, solo el penthouse y la ciudad allá afuera, brillante bajo un sol que prometía calor. La confesión a medias de esa mañana —“No planeé que me importaras”— seguía flotando en su cabeza, pero no quería darle más vueltas. Por una vez, quería respirar sin analizar cada palabra.
Bajó a la sala y encontró a Ian en la cocina, sorprendentemente aún ahí. Estaba cortando frutas en la isla: mangos, fresas, un par de kiwis que parecían fuera de lugar en sus manos. No llevaba traje, solo una camiseta gris y jeans, y la imagen era tan poco habitual que Lara se det
