Jimena González despertó con el sabor amargo del champán todavía en la boca. La gala de la noche anterior se le había pegado como una sombra, los rostros de los socios, las palabras de Diego Ramírez, y sobre todo, la presencia de Álvaro Gutiérrez, girando en su cabeza mientras el sol se colaba por las cortinas. Se levantó con el cuerpo rígido, la sensación de haber cruzado una línea que no podía borrar. El apartamento estaba tranquilo. Sofía había dejado una nota en la cocina: "Fui a clases. No hagas locuras". Jimena sonrió a medias, pero el peso de lo que había aceptado no la dejaba relajarse. El vestido n***o seguía colgado en el armario, un recordatorio de que esto no era un sueño. Había firmado el contrato, y ahora tenía que vivirlo. El teléfono vibró sobre la mesa, sacándola de sus

