Jimena González despertó con el eco del mensaje anónimo todavía resonando en su mente: "Felicidades. Pero el juego sigue. ¿Estás lista?". La luz de la mañana entraba por la ventana del apartamento, iluminando el sobre de Raúl sobre la mesa, un recordatorio de cómo su decisión había hundido a Diego Ramírez y, sin quererlo, a Álvaro Gutiérrez. Sofía dormía arriba, el silencio de la casa roto solo por el zumbido lejano del tráfico. Pero la calma era una mentira; Raúl Mendoza controlaba ahora Gutiérrez Ventures, y Álvaro la miraba como a una traidora. El teléfono vibró a las siete: María Elena. Jimena contestó, su voz baja para no despertar a Sofía. —¿Qué pasa? —preguntó, frotándose los ojos. —Raúl está aquí otra vez —respondió María Elena, su tono tenso—. En el bufete, revisando archivos.

