Jimena González subió al auto de Álvaro con el cuerpo tenso, el aire de la tarde cargado de un calor que prometía tormenta. La reunión en Gutiérrez Ventures había sido breve: socios menores revisando números, Diego Ramírez asintiendo desde el fondo, y ella sentada a un lado, jugando su papel de prometida silenciosa. Pero cuando terminó, Álvaro la había sorprendido con un cambio de planes. —Viaje de negocios —dijo, entregándole una carpeta mientras salían—. Cartagena, dos días. Salimos ahora. El jet está listo. —¿Ahora? —preguntó ella, deteniéndose en el pasillo—. No me avisaste de esto. —No había tiempo —respondió él, caminando hacia el ascensor—. Diego insistió en cerrar un trato con un cliente allá. Te necesito conmigo. Jimena frunció el ceño, pero no había espacio para discutir. El

