D E S C E N D E N C I A LUNAR

Capitulo 2 | Oportunidad

La semana transcurrió y la salud de Thallula estaba cada vez más deteriorada, las fiebres no eran tan frecuentes, pero los constantes dolores en su cuerpo y cabeza le impedían llevar a cabo las labores por las cuales fue contratada, poro que el barón le adelanto algunas monedas para que un doctor pueda revisar su salud.

Su débil y robusto cuerpo yacía sobre la cama, mientras el doctor Antón chequeaba con completo escrutinio cada extremidad de su cuerpo y preguntando para descartar o confirmar algunas sospechas. Tras terminar, salió del pequeño espacio y se encontró con las hermanas Farcó, las cuales al verle apresuraron sus pasos hasta él, preguntando por la salud de su madre

-la salud de su madre está muy deteriorada, su malestar en general encaja en el cuadro de una hepatitis en un estado avanzado - les miro con lamento, les extendió un fino papel -deben darle estos brebajes y un completo descanso, sin el más mínimo esfuerzo - las jóvenes escuchaban atentamente mientras que se sus ojos brotaban algunas lágrimas; gracias al libro que les prestó el barón sabían la gravedad de esa enfermedad y sus consecuencias y peor aún, era irreversible, aquellos brebajes y el descanso, solo rentilizaban el avance y aminoraban en proporción el dolor, más no la curaba -lo siento mucho- las hermanas limpiaron sus lágrimas, Abigail se apresuró en sacar las monedas de su adelantar para pagarle al doctor por sus servicios -no es necesario jóven, guarde para comprar las medicinas de su madre- se retiró el sombrero y se marchó con cortesía

-¡Doctor Antón!- le llamó Esther antes de que este saliera de la casa, devolviendo la mirada ante las hermanas -prometo que le pagaré con creces la generosidad hacia mi familia- recito con una sonrisa titubeante. El doctor le miro detenidamente, viendose por un momento reflejado en aquella jóven cuando recién había terminado sus estudios

-asi espero doncella- y termino de salir, sintiéndose satisfecho de haber podido ayudar a alguien que realmente le necesitaba.

Abigail envío a Esther al mercado del pueblo por aquel brebaje y algunas viandas para la despensa, la joven tomo su capucha y se dispuso a cumplir la tarea. Se tomó media hora de camino hasta llegar a la pequeña botánica, compro lo encargado y luego paso al área de alimentos, allí se encontró con un conglomerado pequeño de personas, se asomó para ver qué sucedía y vio a un mensajero del palacio, esto lo sabía por su ropa distintiva en el lugar y prestó atención al comunicado

-La reina consorte Astrid, viuda del rey Hermes Alcalá de Alameda, abre convocatoria para las doncellas, para servir a su majestad en las labores del castillo, teniendo en cuenta que las mismas deben saber leer y escribir, no ser mayores de dieciocho años y no estar comprometidas...-

Esther escuchó atentamente y grabando la fecha para dicho casting, término de hacer el mercado y partió hasta su hogar. Caminaba con prisa para poder contarle a Abigail sobre lo que había escuchado en la plaza del mercado, sumida en aquella prisa chocó con una anciana

-disculpe- dijo Esther apenada con la señora, le ayudo a ponerse en pies -¿Se encuentra usted bien?- la señora le miro sonriente

-descuida hija, estoy envejeciendo, pero aún resisto - le miro detenidamente y como si de pronto se acordase de algo le dijo -¿Puedo ver tu mano?-

Esther le miro confundida -¿Está segura de que se encuentra bien?- la anciana sonrió y luego mostró pesar en su rostro

-lamento todo el calvario por el cual tendrás que pasar chiquilla, pero solo un alma tan pura como la tuya podría servir como sacrificio para el nacimiento de una nueva r**a- Esther se conmocionó al escuchar esas palabras y sintió una punzada de dolor en su estómago, su cabeza martillo fuerte por un segundo dejándola zumbando -solo recuerda, todo sacrificio trae su recompensa- antes de que Esther pudiera decir algo, aquella extraña anciana de ropa desaliñada y aspecto gentil desapareció, dejándola aún más desconcertada de lo que ya estaba.

Llegó a la casa un poco alterada por las palabras de aquella anciana, le indico a Abigail que había llegado y está fue rápidamente para preparar aquel brebaje para su madre, mientras que Esther se quitaba la capucha y pelaba algunos víveres para la cena. Desde que había regresado de aquel mandado no había musitado palabra alguna, se encontraba divagando en sus propios pensamientos , una vez termino recogió la mesa, se despidió de su madre y hermana, para luego ir hasta su lecho.

—Abigail, son alucinaciones mias o Esther ha estado muy callada desde que llegó del mercado, juraría que le he visto más pálida. ¡Dios!, ¿La abre contagiado?—

—Madre— Abigail acaricio su mano —aun no se sabe si es una enfermedad de transmisión, tal vez Esther solo este agotada, ya iré a hablar con ella— ayudo a su madre a subir sobre su lecho y fue hasta el de Esther, tal y como le había prometido.

Llamó a su hermana y luego de escucharla decir que podía pasar, camino hasta quedar al pie de su lecho, Esther se hizo a un lado y está se sentó a su lado, tocó sus piernas y su hermana rápidamente acomodó su cabeza sobre estas —hoy estuviste muy silenciosa en la cena— acaricio la cabellera que se desparramaba sobre sus piernas —¿Que sucedió en el mercado?—

Esther tomo un suspiro —no paso nada extraordinario, solo estoy un poco cansada por el viaje— simuló una sonrisa — hay algo que te quiero comentar— se sentó —mientras estuve en la plaza, escuché un comunicado del reino...— Abigail le miro —haran un casting para reclutar doncellas— la mirada de Abigail se iluminó, sabía que aquello era una gran oportunidad para tener una mejor comodidad

—¿Escuchaste la fecha?—

—si, será el último día del mes, solo que las doncellas deben de ser menores de dieciocho años o tenerlos recién cumplidos — el destello en sus ojos desapareció

—no irás al palacio — se puso de pies

—Abigail, es una gran oportunidad, no puedes ir tú, ya estás por encima de esa edad, madre necesita cuidados y sobretodo aquellos brebajes para lidiar con su enfermedad — tomó las manos de su hermana —debo hacerlo—.