La aparición de aquel hombre llegó a inmutar el momento.
Un hombre alto, de cabellos negros y ojos profundamente marrones miró a Andrea como si estuviera sorprendido de verla ahí.
Andy se tardó en responder, hasta que le quitó la mirada de encima y continuó mirando a su nuevo público. Quedó claro que pretendía ignorarlo.
–No sabía que vendrías, tú no acostumbras venir a estas reuniones.
–No acostumbraba, –corrigió– en tiempo pasado.
Apenas lo miró para contestar, en cambio, giró hacia Sebastian y lo captó con una sonrisa.
–Pensé que las reuniones de ex alumnos eran más divertidas. ¿Te estás aburriendo cariño?
Él ya había captado que estaba ahí como un simple y mero plan para darle celos a su ex. Cualquier hombre ofendido en su lugar se hubiese puesto de pie y largado de allí, pero Sebastian tampoco pretendía ser el tonto chico que llegaba de último a la vida de Andy y esperaba convertirse en el centro de su universo de un día para otro.
El saber que tenía que luchar por ella lo hacía más interesante e intenso.
Tomó el mentón de la rubia, como si fuese a regalarle un beso. Ella por un momento imaginó que pretendía darle aquel gesto, pero su nerviosismo murió cuando Sebastian tan solo acarició su rostro.
–Está bien, preciosa. No estoy aburrido en absoluto, podemos quedarnos un poco más aquí si es lo que quieres.
Ayden miró la escena absorto, principalmente porque Andy seguía prendida de los ojos esmeralda de aquel extraño junto a ella.
–Me quiero quedar un poco más. –repitió Andrea, luchando por no caer ante el encanto del chiquillo–
¿De dónde había sacado ese porte cautivador de repente?. Agradeció estar sentada, porque de lo contrario los tacones le hubieran ayudado a caer al suelo del puro nerviosismo.
–Solo un rato más. –aclaró–
–Perfecto.
Ni siquiera necesitaba esfuerzos para ignorar la mirada obvia de su ex novio. La reacción de Sebastian la había dejado tan prendada y absorta, que el que alguna vez fue su novio pasó a segundo plano.
–Andrea. –Aiden intentó acaparar la atención de la rubia una vez más, esta vez la mirada desaprobatoria de Sebastian se clavó en él– ¿Podríamos hablar en el balcón un momento? A solas…
–No entiendo por qué. No hay nada que me digas allá que no me puedas decir aquí. Además a Sebastian no le gusta y no lo quiero poner incómodo.
Se tomó el atrevimiento de colocar la cabeza sobre el hombro del mencionado. De inmediato el olor varonil se impregnó en su nariz.
No pudo adivinar el nombre del perfume que su acompañante utilizaba, pero no dudó en convertirse en fanática de él. Ahora tendría un aroma peculiar que le recordaría a ese chiquillo de ojos verdes.
–No tengo ningún problema con que Andy vaya si ella lo quiere. –intervino- Pero tampoco es correcto ante los ojos de los demás que se vea a escondidas con su ex.
Sebastian sobrecogía todas sus emociones y las guardaba en el interior mientras Andrea se recostaba en su hombro. Soñó con acariciarle el pelo, darle un par de caricias y terminar en besos. Pero aún quedaba tiempo para eso…
–Vaya, vaya… La cosa está tensa por aquí. –la afortunada intervención de una de las mellizas rompió el incómodo momento– Bueno, bueno. –carraspeó para disimular el mal momento– Andy, supe que trabajas con Lara Mitchell ¡Nos ha costado creerlo! ¿Eres secretaria?
La rubia respiró para no mandarla al demonio ahí mismo. De no haber sido por el teatro que se montaba con Sebastian, hubiese puesto en su lugar a la dueña de ese comentario. No permitiría que nadie la minimizara o humillara.
Lara Mitchell era una de las diseñadoras más importantes en la industria. Sus creaciones eran tan exitosas como su nombre. Andy había trabajado demasiado para ganar un puesto en su compañía de alta costura y por supuesto que no era una secretaria. Había estudiado para ser una administradora, pero su verdadera vocación era el mundo de la alta costura. Luego de la universidad tomó clases intensivas y se hizo un espacio entre los conocidos del sector.
–Claro que no. De hecho, soy la mano derecha de Lara –Lo dijo sin pensar.
Si Sebastian ya la había metido en una tremenda mentira antes, ahora solo quedaba continuar metiendo el cuerpo completo en el lodo.
–¿Mano derecha? –dijo la otra melliza sorprendida–
–Así es… Yo soy una de las cabezas cada mes en nuestro catálogo de distribución.
No podía decir que era una simple diseñadora de las colecciones más sencillas. No estaba preparada para ser la mofa de todos.
–Vaya, entonces… Ya no sigues viviendo con tus padres ¿Verdad? La mano derecha de Lara Mitchell no puede vivir como una solterona.
La risa estrepitosa de esa tonta melliza la llevó al tope.
Entonces volvió a hablar sin pensar.
–No, vivo con Sebastian desde hace unos meses. Tenemos un departamento…
Más de uno se quedó sorprendido, Ayden no podía procesarlo y tampoco se molestaba en ocultar su confusión.
Por lo bajo de la mesa, Sebastian le tomó la mano. Las mentiras ya no podían seguir.
–Creo que ya te pasaste…
Le susurró él al oído y se dejó tomar la mano. Ella le devolvió el gesto findiendo una caricia, así que la respuesta la escucharon solo los dos.
–Jamás. Si tenemos que vivir juntos, lo haremos.