6 Elizabeth Grey devolvió la cafetera al mesón y se reunió con Sydney en la mesa de la cocina. Sorbió de su café. —Umm… un poquito fuerte. —Se levantó y encendió la tetera eléctrica. Sydney rió. —Lo siento, Nan. Olvidé que tomas tu café solo. —Un día ustedes jovencitas se arrepentirán de tomar todas esas mezclas elegantes de leche y azúcar. Ahora estás delgada pero cuando tengas bebés o cumplas cuarenta, todo cambia. —Se recostó contra el mesón. Sydney sonrió a su Nan. Había escuchado ese argumento durante años. El azúcar es el diablo. Su abuela frunció el ceño. —No me sonrías toda condescendiente. Para alguien que practica yoga, la espiritualidad, y ‘nuestro cuerpo es nuestro templo’, no comprendo por qué todavía tomas esas bebidas elegantes que son más porquerías que café. —

