Al día siguiente, Joe seguía doliéndole todo el cuerpo, así que se quedó en casa durante un día sin salir ni bajar.
Al tercer día, seguía tirado en la cama.
Al cuarto día, pensaba quedarse tirado en la cama, pero Alan no podía esperar.
A las 10 de la mañana, Alan llegó.
Joe estaba acostado en el sofá del salón viendo la televisión. La mesa de té de al lado estaba cubierta con varios aperitivos, y Joe estaba comiendo felizmente.
—Oye, Joey, ¿estás viendo la tele?
Joe le dirigió una mirada furiosa y resopló.
—Traidor, ¿qué haces aquí?
—Joey, ¿todavía estás enfadado conmigo? En ese momento, iba a salvarte. Pero allí, mi ayuda no funcionaría. Entonces se me ocurrió una idea. Decidí fingir que me ponía en tu contra delante de todo el mundo, y te ayudaré en secreto en el futuro para pode
