Su casa estaba en la parte escarpada de la ciudad donde vivían más de diez vagabundos.
—Oye, Joey, hoy has vuelto muy temprano.
Joe se rió de forma poco natural. —Sí, no había muchas cosas de las que ocuparse hoy, así que he vuelto rápido.
—Bueno, sí, parece que sólo unas pocas cosas, sólo media bolsa —el tipo miró su bolsa—. Tal vez hoy sólo puedas comprar Ramen —Todos se rieron.
—Oh, está bien mientras tenga comida. Nos vemos —Joe se despidió rápidamente con la mano.
Cuando entró en su habitación, Joe no se apresuró a sacar la bolsa, sino que echó el cerrojo de la puerta, se apoyó en la pared y observó cuidadosamente la situación exterior a través de la ventana.
Afortunadamente, nadie dudó de su pronto regreso. Joe no necesitaba ponerse nervioso en absoluto, porque aunque nunca volviera, a nadie le importaría.
Después de casi diez minutos de confirmar que nadie sospechaba de él, Joe sacó el bolso y lo abrió lentamente.
¡Había un montón de cosas en el bolso!
Había una cartera elegante, que contenía cientos de dólares en efectivo, unas cuantas tarjetas de crédito, un pequeño estuche de maquillaje y una delicada cajita, que contenía un collar con un colgante de piedras preciosas rosas.
Joe se sintió extasiado. Revolvió el dinero en efectivo; ¡con este dinero no tendría que recoger basura para vivir durante al menos dos meses! Joe imaginó un baño caliente, comprarse ropa nueva y tener una gran comida caliente. ¡Podía empezar a vivir su vida con este dinero!
En cuanto Joe se metió el dinero en el bolsillo con cuidado, oyó fuertes gritos fuera: —¡Salgan todos, rápido!
Joe se estremeció alarmado. ¿Podría ser que alguien hubiera visto que tomaba el bolso?
Era imposible. Había comprobado que no había nadie.
Aunque estaba preocupado, Joe abrió la puerta con decisión y salió. Cuanto más titubeara, más levantaría sospechas.
Varias personas estaban fuera.
—¿Qué pasa, Aaron?
Con un periódico en la mano, Aaron temblaba de emoción: —Mira, alguien ha perdido la bolsa —Maldita sea, ¿cuál es el problema? Todos los días hay bolsos perdidos. ¿Por qué hacer tanto alboroto por ello?
—Sí, no es para tanto, pero la cuestión es que el dueño ofrece una recompensa de 100.000 dólares por encontrar el bolso. ¿Has oído hablar antes de este tipo de noticias?
—100,000? ¿Me estás jodiendo?
—Si no me creen, véanlo ustedes mismos.
Todos se reunieron alrededor de Aaron para leer el periódico. Sí, era cierto.
Joe estaba atónito. La bolsa de la foto era la misma que tenía dentro de su casa.
Sintió que una ráfaga de éxtasis le recorría el cuerpo.
Iba a ganar una fortuna, ¡una gran fortuna!
100.000 dólares, lo que significaba que no sólo dejaría de recoger la basura durante dos meses. Podía utilizar el dinero para montar un pequeño negocio.
Parecía que el tan esperado —giro— de la vida de Joe había llegado por fin. Pensando en esto, no pudo evitar reírse a carcajadas en éxtasis.
—Oye Joey, ¿de qué te ríes? ¿Tienes la bolsa?
—No, no tengo esa suerte. Creo que debe ser falsa. ¿Una recompensa de 100.000 dólares por una bolsa? Apuesto a que si alguien encuentra la bolsa y la devuelve, el dueño ni siquiera lo reconocerá.
—¿Por qué? Si el dueño no lo reconoce, simplemente no le devuelvas la bolsa.
—Y entonces seguramente llamará a la policía y tendrá la bolsa de vuelta al final.
—Bueno, las palabras de Joey tienen sentido, pero ya que el dueño lo ha publicado, aunque no dé 100.000 dólares, dará algo al que lo encuentre. Incluso un par de miles no están mal, así que todo el mundo, deprisa. A ver quién tiene suerte entre nosotros.
—No pierdan el tiempo. ¿No has visto la dirección de arriba? Esta bolsa se perdió cerca de Aurora Road. Ese es el territorio de Andy.
—Oh, de verdad, no vi eso. Bueno, supongo que le llegó el día a Andy. Espero que lo encuentre.
—¿De qué te alegras? ¿Te dará una recompensa si lo encuentra?
—No nos dará ni un céntimo pero ¿es mucho pedir que nos compre una botella de vino, ¡demonios un sorbo será suficiente!
—No lo creo. Andy es muy grosero.
Después de discutir un rato sobre Andy, todos volvieron a lo que estaban haciendo esperando que hubiera sido su territorio.
Cuando Joe entró en su habitación, se aseguró de esconder la bolsa bajo la cama, cubriéndola con su ropa vieja y raída.
Durante los dos días siguientes, no vio a Andy volver a su casa. Aaron incluso lo llamó, pero no pudo comunicarse con él.
Se rumoreaba que Andy debía haber recogido la bolsa, y que había conseguido los 100.000 dólares. El no tendría ninguna necesidad de volver a este infierno si se hiciera tan rico. Mientras discutían sobre Andy, también lo maldecían; pues ¿qué suerte tenía de haber conseguido una cantidad tan grande de dinero en efectivo por casualidad?
Joe, sin embargo, se esforzaba por pasar desapercibido. Estaba tan paranoico que creía que todo el mundo sabía que escondía la cartera. Salía temprano y volvía tarde, como de costumbre, por miedo a que se fijaran en él.
Al cabo de unos días, cuando creyó que todo el mundo había olvidado la noticia, sacó el bolso en mitad de la noche, se cubrió la cabeza con un edredón y lo revisó cuidadosamente con la luz de su móvil.
Esta vez hizo un nuevo descubrimiento. Encontró una tarjeta de identificación en la cartera.
La foto era la de una chica joven y guapa, llamada Nicole, de 20 años, que vivía en la parte cara de la ciudad. Joe se quedó mirando a la chica; era de piel clara y hermosa, y rica, pensó.
La mente de Joe empezó inmediatamente a evocar imágenes. Imagina que esta belleza se enamorara de ti, pensó Joe. ¿Se casaría con él por gratitud? ¡Qué gran historia de amor sería!
Él tenía 22 años y esta belleza tenía 20 años. Ambos superaban por poco la edad legal para casarse. Tal vez fuera el destino…
Cuanto más pensaba en ello, más se entusiasmaba. Finalmente, Joe decidió ponerse en contacto con ella al día siguiente para comenzar este —matrimonio predestinado— lo antes posible.
Aunque no pudiera casarse con la belleza, al menos podría tener el dinero, así que no sufriría una pérdida.
Al día siguiente, Joe se vistió con esmero, se puso su ropa más decente y marcó el número de contacto anotado en el periódico.
Inmediatamente, escuchó la voz de un hombre maduro. —Hola, soy Barret, de la familia Andrew. ¿Quién es?
Joe se quedó sorprendido. ¿Cómo podía responder un hombre al teléfono? ¿Era el padre de Nicole? Pero la voz parecía tener al menos 60 años, y Nicole sólo tenía 20 años. La diferencia de edad parecía ser un poco grande.
¿Era su abuelo? ¿Se equivocó de número?
—Hmm... he encontrado esa bolsa —decidió murmurar Joe.
Barret se sorprendió al oírlo. —¿De verdad? Eso es genial, ¿Dónde está? Iré a recogerla ahora mismo.
Joe respiró aliviado, parecía que no se había equivocado de número. —La recompensa que mencionó...
—Señor, no se preocupe. Si no falta nada en la bolsa, recibirá el dinero que mencionamos.
—No falta nada. No me mientas. Estoy grabando —amenazó Joe.
—Por favor, quédese tranquilo, señor. La familia Andrew nunca se retractaría de sus palabras.
—Eso es bueno. Iré entonces, nos vemos luego.
—Envíame tu dirección y vendré a recogerlo.
—No, iré yo mismo.
—¿Sabes nuestra dirección?
—¿No es la dirección de su tarjeta de identificación?
—Esa es la dirección de la antigua casa de la familia Andrew. Le enviaré la nueva dirección.
—Bien, de acuerdo.
Pronto, Joe recibió la nueva dirección. Se quedó sorprendido al ver la ubicación.
Era la zona residencial más lujosa de la ciudad: ¡La Mansión Everest!