Capítulo 2: Llamada de medianoche
—Quería que me ayudaras, ¿No puedes crear algo loco y tonto? —me suplicaba Nina quien estaba frente a mi laptop.
—Se supone que debes hacerlo tú.
—Lo sé, lo sé, pero me gusta cómo redactas y como inventas cosas, por favor Amy—tomó mi mano sonriendo dulcemente. Suspiré aceptando, aunque no sabía si lograría concentrarme en la historia que debía escribir cuando un desconocido había enviado un mensaje a mi celular asegurándome que Adam recibiría una lección—¡Gracias, eres la mejor!
—Sí, lo que digas—sonreí un poco—¿Para cuándo lo necesitas?
—Debo entregarlo el lunes—se levantó caminando a la puerta—Confío en ti.
—Nina, espera—tomé el pequeño papel del escritorio donde había anotado el número de aquel desconocido—¿Alguna vez has visto este número?
Tomó el papel arrugando su frente un poco. Para mi desgracia negó con la cabeza observándome.
—¿Sucedió algo?
—No, sólo es curiosidad—mentí mordiendo mi labio.
—Pediré algo de pizza para la cena, espero esa novela lista—sonrió ante de salir.
Me giré hacia el escritorio teniendo el papel en mi mano. ¿Quién demonios era esa persona? Miré el número y sin pensarlo fui por mi celular atreviéndome a llamar. Esperé a que alguien atendiera, pero no pasó nada. Maldiciendo por lo bajo lo intenté varias veces, pero obtuve el mismo resultado: nada. ¿Acaso sería Adam jugándome una broma? Sus amigos podrían haberse unido a él, que tonta era.
Contesté el mensaje estando algo molesta.
Casi caigo en el juego, basta de bromas quien quiera que seas. Si Adam y tú querían asustarme pues lo lograron, pero lamento informarte que descubrí su jugada.
Desperté ante el fuerte relámpago de la lluvia. La habitación estaba a oscuras, miré la ventana que estaba abierta, el suelo había comenzado a mojarse un poco, me levanté adormilada cerrándola luego. Estaba lloviendo muy fuerte, otro relámpago se hizo escuchar. ¿Qué hora sería? Abrí el armario colocándome algo cómodo para dormir, justo cuando recogía mi cabello escuché algo raro. Era mi celular sobre la cama que vibraba. Algo confusa me acerqué mirando el número desconocido. ¡Dios mío, estaba llamándome!
—¿Quién llama a esta hora? —pregunté a mi misma. Al recordar la broma de los amigos de Adam contesté molesta—Son un par de idiotas, estoy segura de que el estúpido de Adam les dio la idea, son unos grandes amigos al hacerle caso—usé el sarcasmo—Será mejor que...
—Oye, cálmate, sólo intentaba ayudarte...
Esa voz era muy hermosa para ser de un idiota.
—Claro, será mejor que pares el juego—insistí.
—No hay juego, Amelia—su voz me atraía. Era algo grave pero dulce, no podía caer estúpidamente—Lo que dije es enserio, Adam es un idiota, no lo conozco y ni deseo ser su amigo.
—Dices no conocerlo, pero conoces su nombre y mi nombre—bajé la voz recordando que Nina podía escucharme.
—Te conozco desde hace mucho tiempo, eres una chica muy interesante.
Los nervios comenzaron a subir por todo mi cuerpo. ¿Con quién estaba hablando?
—¿Eres un psicópata no es así? ¿Qué otro tipo de persona llamaría a esta hora? —susurré mirando mi habitación sintiéndome...sola.
—¿Un psicópata? —rio fuertemente. Mi corazón dio un salto al escucharlo—Los humanos realmente tienen su mente cerrada, ¿No es así? Eres diferente Amelia, tienes imaginación y creatividad.
—No sé a qué te refieres—estaba a punto de colgar—¿Quién demonios eres?
—No puedo decirte.
—Un psicópata diría exactamente eso—señalé.
—Cuando me conozcas sabrás que no lo soy, ahora, será mejor que vayas a dormir y...
—Tú me llamaste a medianoche—acusé escuchando su risa de nuevo. Este hombre tenía una voz cautivadora—¿Qué tipo de persona llama a esta hora? No podré dormir ahora.
—Lo siento.
—¿Quién eres? —insistí.
—¿Por qué quieres saber el nombre de un psicópata? Pensé que creías que estaba loco, no, esa no era la palabra, dijiste que era un idiota con ese juego tonto creado por tu primo—recordó cruelmente.
—Lo siento, enserio, no quise llamarte idiota, yo sólo pensé que...bueno, es que...—aclaré mi garganta continuando—Adam tiene unos amigos muy tontos, muchas veces sus bromas son crueles y pensé que tú...
—No debes disculparte, Amelia—sonreí un poco al escucharle decir mi nombre. Comenzaba a gustarme, probablemente estaba loca, ¿Qué chica habla con un extraño en la medianoche por celular? Podía estar hablando con un loco total.
—Es injusto que sepas mi nombre y yo no sepa nada sobre ti, ¿Eres amigo de la tía Agostina?
—No. Pero la conozco.
—¿De Nina o Víctor?
—Nina es una chica agradable, es algo...alocada en algunos momentos, pero me cae bien y sobre Víctor...—pensó unos momentos—Suelo reírme cuando juega videojuegos de vampiros. Le encanta las armas.
Mis ojos estaban casi saliéndose de su lugar. Este tipo realmente conocía a mis primos, sentí curiosidad por él, ¿Quién sería? ¿Acaso lo habré visto ya?
—Oh por Dios—estando sentada en mi cama. Cubrí mis piernas con las sábanas, la oscuridad comenzaba a no parecer tan mala, al menos no con la voz de mi nuevo amigo—¿Ellos te conocen?
—Nadie me conoce Amelia, nadie que tú conozcas—repitió.
—¿Cómo sabes que Víctor tiene videojuegos de ese tipo? Es decir, para que supieras eso tendrías que haber entrado a la casa y...—me interrumpí a mí misma. Nina había dicho que ayer por la noche escuchó pasos en mi habitación. ¿Tendría relación lo que acababa de decir y lo que acababa de pensar?
—¿Sucede algo?
—No, lo siento. Debo irme, ya.
—No te preocupes, nos veremos mañana.
—Vale—¡Espera! ¿Qué dijo? —¿Cómo que mañana...? —era muy tarde. El hombre había colgado.
Al despertar hice mi rutina diaria, me sentía un poco más alegre. Desconocía la razón o al menos eso quería creer. La tía Agostina había llegado de su turno en el hospital, era buena enfermera, pero sentía que siempre solía recordarme la muerte de mis padres y mi hermano. Sabía que para ella sólo era una carga, su esposo había terminado con ella hace dos años. Nina, Víctor y Adam solía verlo muy pocas veces, cuando eso pasaba solía salir con Zoe, prefería estar fuera de casa que aguantar el mal humor de ella.
El día en la escuela pasó demasiado rápido, en la salida miré constantemente alrededor. No sé que esperaba encontrar.
"No te preocupes, nos veremos mañana"
Quizás esperaba que un chico apuesto se acercara a mí con un par de flores en la mano sonriéndome ampliamente mientras me acercaba con timidez. Me reí de la idea, tal vez no esperaba eso exacto pero mi imaginación volaba. Casi al instante recordé lo que me había dicho.
"Eres diferente Amelia, tienes imaginación y creatividad"
—¡Amy espera! —me giré al escuchar a Zoe.
—¿Qué sucede?
—Sé que no te gusta mucho ir de compras, pero necesito que me acompañes ahora mismo—suplicó.
—¿Quién tiene que ir de compras? —Nina apareció sonriente. Observó a mi amiga y luego a mí.
—Tendré una cita esta noche, conseguí que el chico que quería se fijara en mí.
—¡Felicidades Zoe!
—¿Tienes novio? ¿Por qué no me lo dijiste? —quise saber. Nunca lo imaginé y mucho menos de ella.
—No pensé que sería seguro. ¿Puedes acompañarme?
—Claro que te acompañaremos—habló Nina por mí—Es viernes y hay tiempo de sobra para los deberes—me miró. Me encogí de hombros sonriendo un poco.
En el centro comercial me mantuve al margen, Zoe se dejaba llevar por los consejos de mi prima. Sentía más curiosidad por las librerías y las tiendas de música. Me alejé de ellas entrando a una tienda, quería un libro nuevo, algo que despertará mi imaginación. Desde que aquel chico había dicho eso, me sentía algo...especial.
De niña me encantaba estar en una librería o biblioteca, mi padre solía acompañarme, reía con él cuando me recordaba que nunca había leído un libro completo. Sólo leía el título y ya. Sonreí con cierta tristeza al recordar, suspiré entrando por el pasillo de las novelas románticas. Algunas veces deseaba que mi vida fuera como esos libros de fantasías que tanto me gustaban.
Noté que una chica leía uno de los muchos libros, parecía algo molesta y divertida a la misma vez. Sus ojos se paseaban por las páginas, disfrutaba la lectura. Sentí curiosidad por saber que leía. Fingí buscar algo de mi interés intentando ver la portada, pero no lo logré ya que ella notó mi insistencia.
—Lo siento, debo parecer una loca haciendo muecas—se disculpó sonriendo dulcemente. Era de mi estatura, podía jurar que también estaba en la escuela, su cabello era largo y rubio, completamente liso, llevaba una cinta azul en la cabeza. Sus ojos eran marrones, rasgos finos, delgada y de manos delicadas. Su piel parecía ser suave. Sonreí de la misma forma ante su buen humor.
—No te preocupes, suelo hacerlo también.
Ella rio sacudiendo la cabeza acomodando su cabello que permanecía acomodado en su espalda. Su voz era muy dulce, podía jurar que casi parecía la voz de una pequeña niña.
—¿Te gusta leer? Que pregunta más tonta—se burló de sí misma. Aún no veía la portada del libro—Si estás aquí es porque amas leer.
—Es extraño conocer a alguien de mi edad que le guste la lectura. Ya sabes, las chicas jóvenes suelen pensar en los chicos guapos...
—Y en maquillaje, ropa, zapatos altos y más—ambas reímos al notar que teníamos algo en común. Cerró el libro llevándolo a su espalda y extendió su otra mano—Me llamo Deborah Coffey. Mis amigos suelen decirme Debbie.
—Amelia Ware, pero suelen decirme Amy—contesté al tiempo que tomaba su mano. La sentía más pequeña que la mía, había algo en la chica que me gustaba. Su aspecto era inocente y dulce.
—Bueno, Amelia, ¿Qué libro buscabas?
—Oh, sólo pasaba a ver que había de interesante. ¿Qué leías?
—Algo de drama y romance. Me encantan esas novelas donde todo es rosa pero también detesto que la protagonista refleje debilidad—hizo una mueca de desagrado.
—De niña me encantaban los de fantasía, no he leído muchas novelas románticas—sonreí apenada.
—¿Qué te gusta más? —se mostró curiosa.
—Pensarás que estoy loca—reí algo nerviosa.
—Todos tenemos distintos gustos, es respetable. Confía en mí.
—Me encanta aquello que tenga que ver con cosas fuera de la realidad, cosas que no existan, cosas paranormales o sobrenaturales—algo en sus ojos pareció brillar. Había dicho algo que al parecer captó su atención.
—Mi hermano es igual que tú.
—Vaya, ¿Enserio? ¿Estás con él? —miré alrededor.
—No, no está aquí. Anda de compras con otros amigos—se encogió de hombros.
Mi celular comenzó a sonar, las chicas estaban esperándome.
—Lo siento, debo irme, Deborah. Fue un placer conocerte.
—Digo lo mismo—sonrió dulcemente—Espero verte de nuevo.
—Claro—me despedí saliendo de la tienda.