Capitulo 1

2079 Words
Narra Violet   -Date prisa Violet! - escuché a mi madre gritarme desde su habitación.   Como cada martes hoy asistía a mi cita en el psicólogo con el señor Patrick, a quien he estado viendo desde hace un año y no me he sentido mejor.   -No quiero ir mamá- le dije en voz alta sabiendo que eso la molestaría muchísimo, pero a ver, ya no me importaba nada.   Había perdido la noción entre lo que era gritar y hablar cuando estaba con ella. Desde que me pasó aquella vergüenza que marcó mi vida, nunca ha vuelto a hablarme, ahora solo me grita.   Escuché sus fuertes pasos avanzar por nuestro piso de madera. Podía escuchar desde lejos lo agitada que era su respiración.   Se detuvo en mi puerta y me miró muy enojada. Aquellos ojos ya no tenían ese brillo, se habían apagado. Ese amor de madre que sentía por mí, simplemente se había esfumado. No me había vuelto a mirar como su hija, sino como la vergüenza que había parido.   -Escúchame bien! ¡Tienes que asistir a todas las citas porque cada día estas peor! ¿Acaso no te miras en un espejo? ¿No ves que nadie te quiere? ¡Que nadie voltea para mirarte porque ya te tienen asco! ¡Ni siquiera sirves para los estudios! Tu ánimo esta por el suelo y pareces una muerta en vida. ¡Ese psicólogo se ha ofrecido ayudarnos porque sabe que no tenemos para pagar uno y ¿así dices que no quieres ir?! ¡No seas malagradecida y camina! - me gritó furiosa tornándose toda roja en cuestión de segundos.   Sin dejarme hablar siquiera, se dio vuelta.   -Nos vamos en cinco minutos. Y si no estás lista, entonces te arrastraré por todo el pueblo. De nada vale que pases otra vergüenza- la escuché decir por el corredor.   Cuánto me odiaba a mí misma. El dolor me consumía por dentro, porque era consciente de que yo me había buscado esto, me habían engañado de una manera tan estúpida.   Y es que parecía una niña de cinco años. No entiendo cómo pude caer tan bajo.   Todos los días tenía que pasar por lo mismo, no había una mañana donde me despertara y no quisiera volver a dormirme y jamás despertar.   Me sentía muy mal, yo solía ser muy estudiosa, buena compañera, muy social y sobre todo nada llamativa y de un momento a otro me volví a la que todos señalaban, pero nadie quería.   El muchacho de quien un día pensé estar enamorada me hizo un daño que ni se imagina, ha puesto mi vida como la peor de todas en el planeta tierra.   - ¿No has podido ponerte un poco de rubor, aunque sea, Violet? Pareces una momia con ese rostro todo pálido. Debes darle miedo a ese Psicólogo- la escuché ofenderme mientras cerraba la puerta de la casa para emprender nuestro camino.   Simplemente no le contesté. Desde que aquella desgracia tocó mi puerta, mi madre hacía comentarios muy feos, y yo no la culpaba. Ella estaba muy dolida con lo que había hecho y sufría mucho con los rumores que en el pueblo se decían de mí.   Ambas nos subimos a su auto. No era uno muy moderno, pero nos servía para transportarnos cuando íbamos a salir del pueblo.   -Gracias a Dios tu padre, que en paz descanse, nos dejó este carrito en el que podemos movilizarnos, te imaginas que tuviéramos que tomar el transporte público? Ahí si fuera verdad que moriría de vergüenza con todo el mundo mirándonos y murmurando en nuestras caras- se quejó.   Siempre era lo mismo.   No había día en el que ella no me recordara lo que había sucedido.   Y ni hablar cuando le daba por mencionar a mi padre, ella me dice que lo mejor que pudo haber pasado es que él se muriera antes de que yo le hiciera pasar esta vergüenza, porque sino hubiera sido yo la culpable de que muriera de un infarto al enterarse de que su hija era una cualquiera.    Ni siquiera me causaban ganas de llorar sus palabras, tanto me había acostumbrado a esta situación que cada vez dolía menos su desprecio   Al llegar a la clínica en donde tomaba las citas con el psicólogo mi madre estacionó en el parqueo y nos adentramos al lugar yéndonos directo a la sala en donde esperaba ser llamada del consultorio de mi doctor.   -Señora Beck, señorita Violet- nos llamó la secretaría al vernos sentar en la sala de espera.   Ambas nos tuvimos que levantar nuevamente y caminar hacia ella.   -El doctor Patrick no podrá asistir hoy a la cita, pero me dejó encargada de decirles que otro de sus colegas la atenderá señorita Violet- me informó.   Asentí lentamente, extrañada porque mi psicólogo nunca faltaba.   -Gracias- le contesté lo más amable que pude.   Me iba a poner contenta al pensar que hoy no tomaría la cita, pero cuando la secretaria terminó de hablar entonces volví a sentirme asfixiada.   No era un secreto que no había visto mejorías en todo el tiempo que llevaba tomando las sesiones con mi doctor y le agradezco mucho su ayuda, fue el único que no me juzgó y se ofreció ayudarme para que no quedara loca, después de todo. Y sin pagar ni un centavo.   -Disculpen la demora, ¿mi paciente ya llegó? - escuchamos aquella voz muy masculina hacer eco en toda la sala.   Elevé mi mirada hacia la recepción donde se encontraba la secretaria, chocando con unos ojos casi color negros.   -Es ella señor Collado. La señorita Violet- la escuché contestarle.   Ay no... ay no... esto no podía ser cierto.   -Ahora sí que vas a pasar una vergüenza más grande hijita, al millonario del pueblo le ha tocado ser tu doctor en el día de hoy- me susurró mi madre no dejándome en paz un solo segundo.   -Señorita Violet, disculpe la tardanza. Mi colega Patrick ha tenido un asunto que resolver en el día de hoy, pero yo seré su psicólogo y usted será mi paciente. Así que vamos a mi consultorio. Después de usted- me habló mirándome fijamente a los ojos mientras yo me quedaba pasmada al verlo por primera vez tan de cerca.   El señor Collado, quien era un joven a quien por ser millonario le llamaban señor, era un hombre muy prestigioso en el pueblo, quien a pesar de ser afortunado estudió psicología en la universidad, pero yo nunca me había enterado de que ejercía su profesión y mucho menos pensé que un día él podría ser mi doctor.   ¿Como lo miraría a los ojos mientras le cuento de mis problemas? ¿Con que cara?   Aquel hombre de algunos seis pies de altura, vestido elegantemente con pantalón de tela, camisa muy bien planchada, zapatos que brillaban, barba bien afeitada y cabello perfectamente peinado era lo que justamente me faltaba como para sentirme avergonzada de quien era ante él.   Narra Alejandro   -Necesito que me cubras hoy en el consultorio, amigo. Sé que es tu día libre, pero me urge hacer unas diligencias y tengo el caso de una chica a quien no se le puede quedar una sola cita- escuché decir a mi colega Patrick a través del teléfono.   -Los casos son muy delicados, lo sabes-   -Si viejo, pero entiéndeme, además necesito que me ayudes con ella también, no sé qué hacer respecto a su problema. He tratado de ayudarla, pero no veo que está avanzando- lo escuché preocupado   -Está bien, te avisaré más tarde mi diagnóstico. ¿Pero no te acostumbres, me escuchas? - le dije al teléfono esbozando una sonrisa.   -Sabía que no me dirías que no. Gracias, te me cuidas- musitó contento.   -Tu igual- colgué   Iba de camino a mi casa, pero por la urgencia de mi amigo tuve que devolverme a la clínica en donde trabajaba unas tres veces a la semana ejerciendo mi carrera de psicología.   Los demás días de la semana se lo dedicaba a mis tierras, a chequear el ganado y a mis padres.   Apresurado porque iba tarde para la cita de la joven que me había hablado Patrick estacioné mi auto y me adentré a la clínica casi corriendo.   Yo odiaba llegar tarde. Sin embargo, mis ojos al entrar en la sala correspondiente a mi consultorio y al de mi colega, en los asientos de espera mis ojos chocaron con unos hermosos luceros azules como el cielo   La secretaria me informó que la chica en quien mis ojos se habían quedado clavados era mi paciente en el día de hoy. Así que la invité a pasar a mi consultorio, nos sentamos y   mientras se acomodaba en el sillón, tomé una pluma y mi libreta.   -Muy bien, mi nombre es Alejandro, ¿tu cómo te llamas? - le pregunté mirando que esta no me observa a mí. Sus ojos miraban sus manos mientras tenía la cabeza agachada.   -Me llamo Violet- me contestó apenas audible.   Ni siquiera tuve que anotar su nombre en mi libreta porque estaba seguro de que no haría falta. No se me olvidaría.   -Es un placer conocerte Violet. ¿Puedes mirarme a los ojos, por favor? Yo no te comeré- le dije regalándole media sonrisa mirando como elevaba su mentón y me correspondía la mirada obedientemente.   La miré asentir.   -Dime quién eres y por qué estás aquí? A pesar de que vayas muy adelantada con mi colega tu y yo tendremos una charla desde cero- le informé   -Me va a decir que no sabe quién soy ni por que estoy aquí? Todos en este pueblo saben quién soy y se dicen cosas sobre mi- me contestó de inmediato   Crucé mis piernas e hice a un lado la libreta y el bolígrafo.   -No tengo tiempo para escuchar los rumores de la gente. Además, no importa lo que digan de ti o como te describan, solo uno es quien se conoce a sí mismo. Nadie nos puede describir mejor que nosotros como dueños de nuestras almas, porque somos quienes realmente nos conocemos- le contesté   Me miró detenidamente.   -Soy a la que llaman “la cualquiera” de este pueblo. Cuando cursaba mi quinto año de secundaria, me enamoré de un muchacho quien me parecía muy guapo, él estaba en sexto. Era mayor que yo por un año. Recuerdo que hacía de todo por llamar su atención y cuando por fin la obtuve, porque nunca se fijaba en mí, empezamos hablar y yo pensé que lo estaba enamorando, pero no fue así. Duramos un tiempo hablando hasta que él me pidió fotos desnuda para que yo le demostrara que en verdad él me gustaba y que sólo así iniciaríamos una relación. Fui tan tonta que lo hice, y él terminó regando las fotos a todos sus amigos, por lo que se expandió en todo el pueblo. Ahora todos me señalan, todos me desprecian incluso hasta mi madre lo hace. Soy una vergüenza total para ella porque realmente estaba cegada, no sé qué me pasó. No pensé correctamente en ese momento. Lo peor es que perdí mi dignidad y respeto-    La escuché atentamente, mirándola sin desviar la mirada un solo segundo. Vi sus ojos cristalizarse así que rápidamente le pasé mi pañuelo.   Apenada lo aceptó mientras agachaba su cabeza haciéndome doler mucho el corazón.   Claro que yo la conocía, esta historia había recorrido por todo el pueblo. Solo que nunca me detuve a darle importancia ni tampoco sabía cómo se llamaba aquella muchacha, hasta hoy que la tengo al frente.   -Mírame bien Violet. Fallaste, pero no es el fin del mundo. Tú debes demostrarles a todos esos que te juzgan que te equivocaste porque eres humana, pero que sabes levantarte. No tienes por qué sentirte avergonzada, ya no más. Ese tipo es el que debería de sentirse como lo peor por humillar de esa forma a una mujer. Tu levanta tu cabeza bien alto, lo primero que tienes que hacer, es sanar tu corazón, convencerte a ti misma del gran mujeron que eres y de lo mucho que vales- le hablé acercándome más a ella moviéndome del sillón mientras acortaba nuestra distancia.   -No tengo a nadie quien me motive, pero sí tengo a todos en contra mía- me susurró   -Tu mayor motivación eres tú, y si quieres alguien más que te motive, aquí estoy yo para hacerlo. De hoy en adelante se acabaron tus citas con mi colega Patrick. Yo tomaré el mando de tu caso, yo seré tu psicólogo, pero sobre todo seré tu bastón, ese del que tú te apoyarás señorita Violet- 
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