En ese momento, los últimos efectos remanentes de la marihuana premium suavizaron las facciones duras de Absalón. Una sonrisa genuina se dibujó en sus labios, seguida de una risa suave pero inconfundible que transformó por completo su rostro: ―Jajajajaja, sí me atrapaste, yo no lloro. Saleema se quedó paralizada por un instante, cautivada por aquella sonrisa que era como un diamante en bruto: hermosa y extremadamente rara. Ver reír a Absalón era como presenciar un eclipse: un fenómeno extraordinario que ocurría muy de vez en cuando, y que transformaba completamente su rostro usualmente severo en algo casi irreconocible por su calidez. ―Ah, estás fumado ―dijo ella, intentando mantener su tono de reproche a pesar de que aquella sonrisa la había desarmado por completo―. Mejor vete. ―Clar

