Sin embargo, ella respondió mordiéndole el labio inferior con toda la fuerza que pudo reunir, saboreando el ligero sabor metálico de la sangre. Él de inmediato se apartó y rugiendo le dijo: ―¡Aaaah, maldita! ―aunque el dolor pareció excitarlo más que enfurecerlo. ―¡Voy a llamar a la policía y te voy a acusar! ―amenazó ella, con su voz temblando de rabia. ―Jajajaja, la policía trabaja para mí, zorra―se burló mientras se lamía la sangre de su propio labio, con sus ojos llenos de perversión y ese gran deseo s£xual que siempre lo consumía. ―Te vas a arrepentir de esto que estás haciendo, idiota ―escupió las palabras con todo el veneno que pudo reunir. ―Te gusta la pelea, ¿no? ―Muerete. Con un gruñido animal que resonó desde lo profundo de su pecho, Absalón la tomó con más fuerza, su m

