―¡Ahora señor Kravchenko, venga a conocer oficialmente a la señorita Saleema, su cita de esta noche!― La voz del presentador atravesó el jardín como un rayo de falsa alegría, mientras en las sombras de un rincón apartado, Dave Peterson celebraba su victoria.
Sus dedos se hundían en el hombro de Ismael con la satisfacción de un titiritero que ha movido perfectamente sus hilos.
―¿Viste? Te lo dije, ¡Kravchenko podía morder el anzuelo!― Su sonrisa depredadora brillaba en la penumbra mientras apretaba el hombro de Ismael con complicidad calculada ―¡Parece que le gusta mucho tu hija para soltar semejante fortuna!
Ismael se levantó de su silla como si hubiera recibido una descarga eléctrica, y su mente todavía procesaba la obscenidad de la cifra. Quince millones de dólares, una suma que com
