Capítulo 82. El gigante y su sumisa-masoquista rebelde

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En ese momento, Saleema, con su rostro parcialmente hundido en la almohada que destilaba el aroma masculino y embriagador de Absalón dejó escapar una risa cristalina y juguetona. El sonido de la risita reverberó en la habitación como una melodía inesperada. Sus pensamientos, victoriosos y traviesos, danzaban en su mente diciéndose: «Entonces ya sé cómo pedirle a Rita, eso está asegurado, no haré mi segundo berrinche» La risita de Saleema desató la furia de la dominante, Absalón, quien detestaba cómo esa mujer le estaba revolviendo los sentimientos que él nunca pidió tener, y sintió la rabia bullir en su interior. Sus ojos azules se estrecharon peligrosamente, transformándose en los de una bestia salvaje evaluando a su presa. Con la violencia contenida que lo caracterizaba, su mano grande

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