Minutos más tarde… La penumbra envolvía el lujoso tocador mientras Saleema con su cabello ahora suelto, contemplaba su reflejo en el espejo con aprensión, ajustando nerviosamente la prenda de su atuendo para el baile privado. Sus dedos temblaban ligeramente mientras sus ojos recorrían su propia imagen, intentando reunir el valor que sentía escapársele como agua entre los dedos. ―Ah, no quiero bailarle a ese primate―suspiró pesadamente, su garganta contrayéndose en un trago profundo―. Ojalá y que mi papá no le haya dicho que me anda buscando esposo, no me gustaría estar con alguien como él―sus palabras salían teñidas de angustia contenida―. Creo que el otro viejo que rechacé sería mejor que este tipo sin educación y bien grosero. En eso, un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando el

