Capítulo 50. Atracción inevitable

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Sus reflexiones fueron interrumpidas por la voz de Franko, quien se acercó a la ventanilla con un recipiente en sus manos: ―Listo señor, aquí tiene la tierra de cementerio para el Batushka. Absalón guardó el celular con un movimiento brusco, como queriendo enterrar también aquellos pensamientos: ―Ok ―su voz sonó áspera en la oscuridad―. Ahora... vamos a la mansión quemada. En la penumbra de aquella noche, la camioneta se dirigió hacia las ruinas de la antigua mansión, aquel lugar que Absalón mismo había reducido a cenizas en un acto de venganza. El edificio, ahora una sombra ennegrecida contra el cielo nocturno, guardaba los fantasmas de su pasado. Minutos más tarde... Pisando sobre escombros y madera carbonizada, Absalón se encontró en medio de aquellos restos que despertaban en él

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