Mientras tanto, en otro lugar muy oscuro…
En las profundidades de un sótano lujoso pero sombrío, donde el humo de los cigarros formaba espirales fantasmales bajo la tenue luz de las lámparas, se encontraba un hombre imponente. Sentado en un sillón de cuero negr0 desgastado por el uso, su torso desnudo revelaba una impresionante galería de arte criminal: tatuajes que cubrían cada centímetro desde su cuello hasta los brazos y la espalda, con intrincadas escrituras en cirílico entrelazadas con imágenes de santos ortodoxos, testigos mudos de una vida dedicada al crimen.
―Señor, aquí tiene su licor ―dijo un subordinado con voz sumisa, acercándose con cautela.
Su cabello hasta su nuca, una mezcla de gris y blanco, retrocedía en pronunciadas entradas, dándole un aire de depredador veterano. So
