El grito ahogado de Saleema provocó una reacción inmediata en personal que la acompañaba. Rita, su sirvienta personal, observaba cada gesto de su joven jefa sentada junto a ella. ―¿Señorita, Sally, perdió su iPhone? ―la voz de Rita sonaba muy preocupada. Marcus, uno de sus guardaespaldas, afroamericanos, giró su corpulenta figura desde el asiento delantero, mostrando un destello de preocupación profesional. ―¿No tiene su telefono, señorita? ―su voz grave resonó en el espacio confinado del vehículo. Mohamed, el chofer de confianza, observó a Saleema a través del espejo retrovisor y, al notar su expresión alterada, levantó sutilmente el pie del acelerador, reduciendo la velocidad de la Range Rover mientras mantenía su mirada atenta por el espejo. ―Sí, perdí mi teléfono ―la voz de Salee

