Dos semanas atrás, en el sótano de la iglesia ortodoxa… Las velas n£gras proyectaban sombras danzantes sobre los muros de piedra mientras el Batushka Mikhail, con su larga barba gris y sus vestiduras n£gras, se movía entre el humo del incienso. El círculo de sal y huesos en el suelo brillaba tenuemente bajo la luz mortecina. Absalón permanecía arrodillado en el centro, con su imponente figura sometiéndose al ritual mientras el anciano sacerdote mezclaba los ingredientes en un cuenco de bronce: la sangre virginal de Saleema en aquel pedazo de tela que había guardado cuidadosamente, mechones de su cabello n£gro, tierra de cementerio y huesos secos pulverizados. —"Z tsynym svyashchennym popelom, udacha posmikhnet'sya tobi" (Con estas cenizas sagradas, la suerte te sonreirá) —murmuraba Mikh

