Aquella mordida fue profunda, salvaje, un instante que resonó en el aire como un grito primitivo de desafío. Sally sabía, con cada fibra de su ser, que jamás se doblegaría ante aquel hombre cuya presencia amenazaba con consumirla. Su mirada feroz, como un abismo de oscuridad, parecía querer arrastrarla hacia las profundidades del miedo, pero a pesar del terror que palpitaba en sus entrañas, su corazón latía con una fuerza indomable, casi violenta. Con una determinación nacida de la desesperación, la valiente joven se aferró a ese destello de rebeldía que ardía en sus ojos, desafiándolo hasta las últimas consecuencias. «Vamos, Sally, haz lo que sea para que te bote pronto. Conviértete en una esposa del infierno. Aprieta los dientes, porque sé que dolerá mucho» Sus pensamientos resonaban

