"Kaaaaat, la limusina está aquí", gritó Amber desde el otro lado del apartamento el viernes por la tarde.
"Estoy lista." Kat apareció arrastrando una maleta con ruedas. Llevaba unos elegantes tacones de tiras, una minifalda a la moda, una blusa de seda cruzada que dejaba ver un escote pronunciado, un pañuelo brillante, el pelo recogido y el maquillaje justo para parecer una de las mujeres más sofisticadas y exclusivas de la ciudad.
Amber y Kat tomaron el ascensor hasta el vestíbulo y salieron hacia la larga limusina negra. Inmediatamente, el calor de finales de verano de la ciudad tropical las azotó. Los cúmulos ascendentes aumentaban la probabilidad habitual de una tormenta al final de la tarde.
El conductor uniformado de la limusina las saludó mientras tomaba el control de sus maletas
