Después de media hora, Martin miró su reloj. Miró a las dos chicas. —Me temo que tengo que irme. Tengo una comida al otro lado de la ciudad.— Hizo una pausa y luego continuó. —Me gustaría contratar acompañantes para ambas el fin de semana. Como mencioné, no seré solo yo. Tengo un amigo que también está en la ciudad y nos gustaría tener compañía. ¿Cuatro mil estarían bien para las dos? Desde la cena del viernes hasta el domingo por la mañana, y todo lo demás. —Su sonrisa pícara insinuaba que habría mucho sexo.
Kat enfatizó. —Nada de cosas bruscas. Sin dolor. Sin marcas. También tenemos otros límites. —
Martin dijo rápidamente. —Ni se me ocurriría, ni a mi amigo Jerry, si puede venir. Somos amantes, no peleadores. Te llevaremos de paseo, nos divertiremos el sábado; quizás incluso alquilemo
