Edie sonrió. —Le di 600 dólares a Julio al salir del hotel, a escondidas, por supuesto. Era un hombre muy feliz y prometió que siempre nos recordaría.— Les guiñó un ojo a las otras dos chicas.
Kat hizo una pausa para calcular y luego exclamó. —¡Mierda! ¿Quieres decir que el tipo con el que estabas te pagó 4.000 dólares?—
Edie se rió.—Le di una buena relación calidad-precio y, además, tenía su lado pervertido que no me importaba estimular.—
Ámbar se quedó boquiabierta. —Pervertido, ¿cómo?—
Edie sonrió. —Me ató a la cama y otra vez me dio nalgadas, pero no me dolió en absoluto; era pura farsa. También tuvimos sexo anal una vez (mi primer episodio en ese sentido), y el suyo también. También supe que le gustaba hablar sucio, así que desperté mi creatividad y lo excité muchísimo. —
—¿Fue amable?— preguntó Kat.
—Oh, por lo demás era un caballero perfecto. No era tan viril como Mike, el de Amber, o tu Brad, pero se distinguía dada su edad: cincuenta y cinco años. Es el director ejecutivo de una empresa de electrónica especializada en Ohio.
Amber preguntó. —¿Era un buen amante?—
Aceptable. Nada fuera de lo común, pero bueno, no tengo mucho con qué compararlo, salvo con algunos universitarios. Le gustaba la postura del misionero, o pararse frente a mí y penetrarme mientras yo estaba recostada en la cama, acariciándome los pechos y el coño, y diciéndole guarradas sobre lo mucho que me gustaba que me follara.
—Ah, más charla sucia. Deberíamos perfeccionar eso un poco más. ¿Qué le dijiste? ¿Qué tipo de cosas?
Edie dijo. —Bueno, mientras avanzábamos, le fui describiendo con crudeza y crudeza lo que hacíamos. También lo incluí en la foto, junto con otras personas que habíamos visto o conocido. Por ejemplo, tuve una larga conversación que fue algo así como. "Te estás follando a este coño joven, a este coño húmedo que yace frente a ti, pidiendo a gritos tu polla y tu semen. Tienes una polla enorme que es tan placentera, y está abriendo esos labios vaginales de par en par mientras se mete de un lado a otro dentro del cuerpo de esa guapa. Mira hasta dónde puedes llegar dentro de ella. ¿Puedes sentir cómo su v****a se espasma de placer ardiente alrededor de tu polla?" Seguí así un buen rato todo el fin de semana, incluso cuando salimos a dar un paseo.—
—¿Follaste casi todo el sábado? ¿Qué hiciste?—
—Después de levantarnos, le hice una mamada. Nos duchamos y nos vestimos, y luego nos llevó a Orlando y fuimos a Epcot. Nunca había estado allí. Era como un niño en una tienda de dulces, y nos divertimos muchísimo. No volvimos hasta la hora de cenar. No tenía ni idea de adónde ir, así que le recomendé Le Petit Auberge para cenar, y resultó ser justo lo que esperaba. Le encantó el lugar, la comida y el maravilloso servicio. No le quité la idea de que comía así siempre. Creo que el camarero sabía que era una acompañante porque no dejó de observarme durante toda la comida. Pensé que podría volver a buscar al chico; podría ser una fuente de contactos en el futuro. No había pensado en los restaurantes como un lugar al que los chicos pudieran pedir compañía, aunque el lugar tenía un bar aparte.—
Ámbar se rió y bromeó, aunque se sonrojó cuando preguntó
—¿Y después de la cena?—
Edie bailó un poco. — Volvimos a su habitación en la pista del club y le hice un striptease largo, lento y seductor mientras la radio sonaba con música sexy. Entre los besos y la charla sucia, tardé más de cuarenta y cinco minutos en desnudarme. Incluso invoqué al camarero del restaurante para mis comentarios. Simplemente se sentó allí y le encantó; aunque de vez en cuando le hacía un pequeño baile erótico para asegurarme de que mantuviera el interés. Estaba más duro que el granito todo el tiempo. —
Kat sonrió. —Buen detalle. No se me habría ocurrido. -
Edie asintió. —Después de mi baile lascivo, me masturbé para él unos minutos, contándole cómo me imaginaba su enorme polla entrando y saliendo de mi estrecho coñito. Me detuve, lo desvestí, le hice una mamada larga y luego follamos durante media hora antes de que se corriera. Me dijo que fueron los orgasmos más intensos de su vida.—
—¿Te corriste?-
Edie se rió entre dientes. —Ni una sola vez en todo el fin de semana, pero él cree que sí cada vez que se acercaba a mi coño con la polla o los dedos. Hice el ejercicio de hacer como si... Aun así, fue gratificante. Necesitaba dormir más, y después de nuestros polvos nocturnos, nos fuimos a la cama de verdad, y me refiero a dormir. Nada de cosas en mitad de la noche. Se disculpó, insinuando que estaba acostumbrada a hombres más viriles, pero le dije que disfrutaba de su compañía y que me alegraba de haber dormido bien, ambas noches. Nos acurrucamos, y eso le gustó mucho. —
—¿A largo plazo?—
Quizás me llame. Le di una de nuestras tarjetas con mi nombre y número, y pareció contento de que lo considerara tan valioso como para volver a comprar. La guardó en su billetera. Le dije que había sido maravilloso, y en general, lo fue.
Edie también fue la siguiente chica en conseguir una "cita" gracias a que repartimos nuestras tarjetas de presentación a unos treinta conductores de limusina con los que habló en el aeropuerto: "Sensations" en un lado, y su nombre y número de celular en el otro. Pensó que sería una apuesta arriesgada, pero un día, poco después, recibió una llamada.
—Hola, ¿eres Edie?—
—Hola. Sí, lo es.— Su voz era amable y alentadora, invitando a seguir conversando. Había ensayado con sus compañeras de piso cómo responder para que cada una tuviera el sonido "correcto".
—Me llamo Martin Powell. El chofer de mi limusina me dio su nombre y número. Estoy en la ciudad para una cena especial y necesito a una jovencita guapísima del brazo. El chofer dijo que le encantó y dijo que era pelirroja. ¿Puede hablarme de usted? Me encantan las pelirrojas.—
Con su mejor acento sureño y sonando sensualísima, Edie le dijo. —Soy pelirroja con pecas, claro, mido un metro sesenta y cinco descalza, peso veintiuno y mido 96,56-91,52, pero me dicen que tengo las curvas perfectas. Soy estudiante universitaria y vengo del norte, de Atlanta. Me gusta divertirme, disfruto del tenis y el golf cuando tengo tiempo, y me encanta nadar y pasear por la playa. ¿Y a ti?. —
Martin dijo. —Tengo treinta y tantos años, me gustan las pelirrojas, como dije, y las mujeres más jóvenes como tú. También juego al golf, pero la mayor parte del tiempo lo dedico a dirigir mi propia empresa: fabricamos contenedores herméticos especiales de todos los tamaños y entendemos de embalaje e impermeabilización mejor que nadie. —Hizo una pausa y preguntó. —¿Eres razonable?—
Edie se rió. ¯Soy muy razonable, pero eso es relativo; sin embargo, soy de alta gama y valgo cada centavo. Satisfacción garantizada. Ir a tu cena costaría 500 dólares, después de todo lo que una chica tiene que comer. Más allá de eso, sería bastante más si quisieras una cita completa. —
Martín se resistió. —¿Y si fuéramos dos?—
La pregunta tomó a Edie totalmente por sorpresa. —¿Dos?—
—Sí. Estoy con una amigo. A las dos nos gustan las pelirrojas.—
—Lo mismo para la cena, pero el cincuenta por ciento para cualquier otra cosa. —Mientras Edie hablaba, una oleada de emociones la invadió. ¿Y si uno de estos tipos fuera un policía antivicio? ¿Cómo sería follar con dos tipos? ¿Serían amables con ella o se estaría apuntando a una noche de b**m? Había leído Cincuenta Sombras de Grey , y aunque la práctica le parecía divertida, no le gustaba el dolor.
Martin dijo. —¿Podríamos quedar para tomar un café o una copa de vino antes, solo para conocernos brevemente? Podríamos repasar algunos detalles. Estaba pensando en quedar mañana a las diez y media en el Starbucks de la esquina de las avenidas Pelican y Orange. —
Edie respiró hondo y dijo. —Me parece una buena idea. ¿Cómo te reconoceré?—
Martin se rió. —Seré el tipo que se le insinúe a cada pelirroja bonita del lugar. —
Con eso terminaron la llamada. Edie les contó todo a sus compañeras de cuarto al volver de clase. Después de hablar, decidieron que Kat acompañaría a Edie al Starbucks para conocer también al chico. Se disculparía después de los saludos iniciales, para que Edie y Martin pudieran hablar.
Así, a las diez y veinte, la guapa pelirroja y la alta rubia estaban sentadas afuera, a la sombra de un gran baniano, tomando cafés ligeros. Sin mucha conversación, un hombre de unos treinta y tantos años se acercó a la mesa. —¿Edie?— le preguntó.
—¿Martín? Sí, por favor, únete. Esta es mi amiga Kat.—
Tras una conversación cordial, Martin se disculpó para ir a tomar un café. Mientras no estaba, Kat susurró. —Parece demasiado bueno para ser verdad. Pídele que te muestre su cartera. Busca cosas de policía. —
Martin regresó. Antes de que la conversación se reanudara, Edie preguntó sin rodeos con su acento meloso. —Martin, por favor, no malinterpretes esta petición, pero ¿puedo revisar tu billetera un minuto? Te prometo que no me llevaré nada. —
Martin se rió y le pasó su delgada y pulida billetera de cuero. Kat observó a Edie mientras revisaba las distintas tarjetas: una Amex y una Visa Platinum, una tarjeta de cajero automático, una licencia de conducir de Illinois, una tarjeta AAA y varias tarjetas que indicaban la membresía en un club de campo y otros grupos. Kat la observó atentamente; asintió a Edie en señal de aprobación.
Para quitarle hierro al examen, Edie sonrió y dijo. —¿Tienes treinta y seis años?—
—Sí, y residente de toda la vida en el área de Chicago. ¿Mencionaste que eras de Atlanta? —Le devolvió la cartera.
—Bueno, un suburbio; Roswell, en el condado de Fulton, al noroeste de la ciudad.
Kat se levantó de repente. —Eh, debería dejarlos charlar a solas.— Esta era la salida ensayada que las chicas habían planeado.
Dio un paso para irse, pero Martin le agarró la mano con suavidad. —Por favor, no te vayas. Creo que también deberíamos conocernos. —
Kat le preguntó a Edie, quien se encogió de hombros y señaló la silla vacía de Kat. Kat se sentó. Observó a Martin y dijo. —No quiero estorbar. Edie me dijo cuánto te gustan las pelirrojas. —
—A mí también me gustan las rubias, casi tanto como ellas. —Se rió de su propio humor.
Edie se unió a él. —Probablemente te gusten todas las mujeres. —
Martin confesó. —Esa afirmación tiene algo de cierto, pero estoy perdiendo el ritmo con la edad. —Se rió de su comentario despectivo.
El trío habló de algunos temas no sexuales, incluidos los negocios de Martin y los estudios de las niñas.