Sin pensar mal de ella

1210 Words
El karaoke lo aburría hasta la saciedad. Se había arrepentido de haber venido. Mientras que las chicas solo intentaban coquetear con él de manera demasiado agresiva que lo incomodaba, el en verdad solo deseaba salir de allí y en su mente solo se dibujaba la imagen de una persona, su dulce mariposa, Alba. Terminó excusándose antes para escapar de esas chicas. Les envió un mensaje de texto diciendo que no se sentía bien y que había pagado todo, por lo que ya no es necesario que lo contacten por ese día. El lugar de karaoke estaba ubicado en el centro, y después del atardecer, el distrito lucía tan brillante como siempre, con las luces de neón de los restaurantes, tiendas y clubes de adultos en las esquinas ya comenzando a tornarse oscuras ante la inminente llegada de la noche. Los estudiantes de secundaria no pueden ingresar a los clubes de adultos, por supuesto, por ello agradecía ser ya un adulto en edad universitaria, de vez en cuando, se escabullía hacia ellos en busca de algún servicio rápido, aunque estos no eran lugares adecuados para una persona decente, lo admitía; por ello fue que su sorpresa fue mayúscula, cuando vio a su amada Alba saliendo de uno de esos clubes con el horrible maestro con la que le había visto hablando antes. Alba se veía muy incómoda, el maestro de cardiología tenía sus manos sobre ella. Su rostro mostraba una evidente incomodidad, pero se notaba, trataba de ocultarlo con su habitual sonrisa amable. Aquello, hizo hervir la sangre de Evan con rabia. Si no fuera por su siempre perfecto autocontrol, se habría abalanzado sobre el maestro allí mismo y le habría dado un puñetazo. En cambio, se dirigió hacia la pareja. –¿Oh? ¿Si no es Castro? – Evan preguntó con voz cantarina. – ¿Qué podría estar haciendo un maestro aquí? ¡Con sus manos sobre una estudiante, por supuesto! – añadió Evan, con su voz goteando veneno. El maestro y médico cardiólogo se quedó atónito, al igual que Alba; pero esta solo pudo apartar la mirada avergonzada. Evan se sintió triste al verla tan apenada, para él, era lógico que su mariposa no había hecho nada malo. Todo lo que quería hacer era abrazarla y consolarla. –O-Oh, eres Evan, ¿no? Felicitaciones por obtener el puntaje más alto en los exámenes, como era de esperarse de la promesa de medicina – respondió el maestro. – Pero, de nuevo, ¿qué hace una estrella en ascenso como tú en ese lugar? Ya sabes, a la mesa directiva y el rector no les hará feliz el saber que su mejor estudiante se dé paseos por lugares tan cuestionables – preguntó de vuelta Castro, ignorando claramente su pregunta. –Fui al karaoke con algunos amigos. Sin embargo, ya se fueron a casa, ya sabe, no hay nada de malo en una tarde entre amigos – respondió Evan encogiéndose de hombros. Hubo silencio por un momento antes de que la expresión de Evan se oscureciera. – Quiero irme a casa ahora, pero tendré que pedirle que le quite las manos de encima, señor – Antes de que el maestro pudiera decir algo, Evan agregó: – Cualquier forma de relación con un estudiante puede llevar a la junta directiva en un punto incomodo, ya sabes, aunque ya seamos adultos, no deja de ser un acto cuestionable que no le agradara al rector – Alba miró a Evan con una mezcla de ruego y de curiosidad, no sabía porque la estaba ayudando, pero se lo agradecía, luciendo esperanzado. Evan le sonrió. – No te metas en mis asuntos muchacho listo, la señorita Brown y yo tenemos cosas que discutir, lárgate ahora – respondió el profesor Castro con enojo. Evan sonrió. –Y, además – añadió el rubio. – Si esto se hiciera público, ¿a quién le creería la gente de la universidad? ¿Tú, el profesor repugnante e impopular que todo mundo sabe, acosa a las alumnas, o nosotros? ¿La... estrella en ascenso, como dijiste? – dijo Evan con burla, sintiendo al mismo tiempo como la ira le iba en aumento. Sin palabras, el maestro quitó las manos de Alba y salió casi corriendo. Alba suspiró aliviada. Evan corrió a su lado y, por primera vez, se dio cuenta de que nunca había estado tan cerca de ella. Podía oler su perfume floral e instintivamente, le tomó la mano. Escalofríos y electricidad lo atravesaron cuando sintió la suavidad de su piel contra la suya. Era tal como lo había imaginado. –¿Estás bien? – Evan le preguntó. –Gracias...Evan Alcalá – agradecía Alba sintiéndose a salvo. El pecho de Evan se agitó de placer al saber que Alba sabía su nombre. Estaba temblando un poco, era la primera vez que se sentía así de nervioso, intentando calmarla, Evan la llevó a una tienda de conveniencia y la dejó sentarse en uno de los asientos que le proporcionaron. Luego, compró una lata de refresco y pan para ella antes de sentarse junto a la jovencita. Alba murmuró un gracias antes de abrir la botella de agua y tragarla. –Entonces... ¿Quieres hablar de eso? – Evan rompió el silencio entre ellos. Alba se tensó, sus manos agarrando el dobladillo de su falda con bastante fuerza. Ella negó con la cabeza y Evan solo pudo asentir, no quería probar su suerte. Tener una reunión predestinada como esta fue una experiencia única en la vida para él, así que no la molestaría con preguntas que naturalmente le resultaban incomodas, ya averiguaría por su cuenta que era lo que ocurría entre su mariposa y ese repugnante profesor. –No es lo que piensas, y te lo ruego, por favor, no hables con nadie sobre este incidente – suplico Alba sintiéndose aún demasiado avergonzada. Evan sonrió, él en realidad no estaba pensando en nada malo de ella. Solo estaba pensando en cómo matar al maestro que había puesto sus manos en su preciada cosa, y cómo deshacerse de él. – Y a cambio, haría cualquier cosa que digas – terminaba de decir Alba. El hilo de pensamiento de Evan se detuvo a mitad de camino y juró que se quedó sordo por un segundo. –¿Cualquier cosa? – preguntó con un tono vertiginoso, lo que provocó que Alba lo mirara preocupada. Pero ella mantuvo la compostura y respondió: – Lo que sea – –En ese caso…– comenzó Evan. Levantó un dedo hacia su rostro, apartando el flequillo de Alba de su frente. Deseaba llevar sus labios a la suave piel de su rostro, apreciarla como la diosa que consideraba que era. Pero solo logró decir: – Lo guardaré para más tarde – Evan retiró la mano antes de que pudiera perder el control, y es que, Alba era todo su mundo, la había convertido en ello desde que puso sus ojos sobre ella, y era tanta su hambre por esa chica de facciones dulces, femeninas, delicadas y hermosas, que se sentía como un lobo ansioso de devorar a su presa. – Por ahora, déjame acompañarte a casa, solo para asegurarme de que estás a salvo y que el maestro no te está siguiendo ni nada – Evan dijo y sonrió.
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