—Uff… —suspiró Max—. Pude hablar con el señor Sergio Bastián. Es un poco fuerte, pero le expliqué todo. Y es verdad… yo amo a Belinda. Es solo que he tenido recaídas con Gracie. La muy maldita se mete desnuda a mi oficina. Claro, no le dije esas cosas. Le dije que fue un desliz, que no va a volver a suceder.
Todavía me duele el cuello… recuerdo cómo me estranguló. Pero gracias a Dios no le dijo nada a Belinda. Me gusta tener un suegro así, porque sé que quiere a mi amor. Al menos no es como el desgraciado que las abandonó.
Solo recuerdo aquella noche… cuando vi a Belinda sangrando. En ese entonces era mi amiga. Entré y lo golpeé hasta dejarlo inconsciente. Pero por Belinda no hice más nada.
Han pasado los meses… y no he sabido nada de Gracie. Por lo menos. Aunque no sé por qué me preocupa dónde estará ahora.
Lo que sí me preocupa es que Belinda ha estado vomitando mucho… y está más delgada. Solo espero que no esté embarazada. No quiero bebés ahorita.
—¿Qué tanto piensas, amor? —preguntó Belinda, entrando.
—Llegaste… no me fijé. ¿Cómo te fue en el trabajo y en la universidad?
—Muy bien, amor. Hoy leyeron mi libro varias personas… y les encantó.
—Eso es bueno, bebé. Dime algo… ¿viste a tu amiga hoy?
—¿¡Oh!? Al fin te está agradando Gracie. ¡Al fin! Mi mejor amiga y mi novio se llevan bien. Y no, no la vi. Al parecer tiene novio.
—¿¡Que ella tiene novio!? ¿En qué momento?
—Cálmate, amor. ¿Qué pasa con que tenga novio?
—No… no es nada. Solo me sorprendió la noticia.
Suena el teléfono.
—Bell, ven por favor. Es urgente —dijo Sara.
—¡Voy, mamá! —respondió Belinda, colgando.
—¿Ocurre algo? —preguntó Max.
—Sí, por favor, llévame rápido, amor.
—Tranquila, bebé. Todo está bien. No sé por qué actué así. Gracie no significa nada en mi vida. Grábatelo, Max, por favor. Gracie es mala y egoísta. Belinda no se merece esto. Por favor…
---
Más tarde
—Bell, qué bueno que llegaste —dijo Sara—. Es Bastián.
—¿Dónde está? ¿Qué ocurre? ¿Mamá está bien?
—Sí, hija. Es solo que su hijo lo llamó destrozado. La mujer que era su esposa los abandonó… a él y al bebé de nueve meses. Solo dejó una carta diciendo que ya no quiere saber nada del niño ni de él. Que ha tenido suficiente. Que no quiere ser madre.
Alex está mal. Bastián tiene que ir, pero no quiere dejarnos aquí.
—Mami, tranquila. Yo estoy grande, sé cuidarme sola. Además, está Max. Tranquila, sí. Ve con él.
—¿Cómo crees que voy a dejarte, hija? Tú también eres mi hija. No puedo… no confío en Max —dijo Bastián.
—Entonces confía en mí, papá.
—¿Cómo me llamaste? —susurró él, con las mejillas mojadas—. Dilo otra vez…
—Papá —sonrió Belinda—. Ve con mamá, por favor. Yo estoy bien.
—Te amo, mi niña —dijo Sara—. Pero quiero que te hagas los exámenes, por favor. Te noto delgada… y has vomitado demasiado.
—De igual forma te mandaré a buscar —agregó Bastián—. Allá puedes terminar tus estudios. Esa también es tu casa.
Suena otra llamada.
—Tengo que contestar, disculpen —dijo Belinda.
—¿Estás segura? Yo puedo quedarme, lo sabes —insistió Sara.
—Lo sé, mami. Anda con cuidado. Es más, vamos a arreglar tu maleta, por favor.
—¿Vas a vivir aquí?
—Esta casa no sería lo mismo sin ti, mami. Además, aquí sola me asustaré. Mejor voy a vivir con Max. Él ya me lo propuso el otro día.
—Bueno… de igual forma hablaremos con él.
—Bueno, hija —dijo Bastián—. Voy a arreglar todo para irnos. Estaremos en contacto. Vamos, amor. Allá compras ropa. Hija, toma esto, por favor.
—¿Cómo crees? No, papá. Eso es suyo. No puedo aceptarlo.
—Hola —interrumpió Max—. Estuve preocupado por ti y vine.
—Mira, Max —dijo Bastián—. Sé que no empezamos con el pie derecho, pero tenemos que irnos de urgencia. Belinda quiso quedarse.
—Me parece bien. Ella estará bien conmigo.
—Toma esto, por favor. Bell no quiso aceptarlo.
—No, ¿cómo crees, papá?
—No puedo, señor. Tranquilo, que ella va a estar bien.
—Chicos, por favor, tómalo —insistió Sara.
—Vamos a hacer algo —dijo Belinda—. Cuando lo necesite, se los pido. ¿Sí?
—Está bien. Pero sabes que siempre puedes contar con nosotros, ¿ok?
—Gracias por confiar en mí —dijo Max.
—Confío en ella —respondió Bastián.
---
Una semana después
—¿Amor, aún estás en el baño? Toma, te compré esto.
—¿Qué es esto? ¿¡Es una prueba de embarazo!? No puede ser, amor… nos hemos cuidado, ¿verdad?
—La otra noche… se rompió el condón.
—¿¡Y por qué no me lo dijiste, Max!?
—Tranquila… hazlo primero.
—¡No puede ser! ¡No, no, nooo! —gritó Belinda—. ¡Maxxx!
—¿Qué, amor?
—Estoy embarazada… —lloró.
—Tranquila… vamos a abortarlo.
—¿¡Te estás escuchando!? ¡No lo voy a hacer! ¡Es una vida!
—Yo no quiero esa vida, Belinda. Además, este mes ha sido muy agotador…
—¿Cómo así? ¿Qué tratas de decir? No es por el dinero, porque yo también aporto. ¿Qué es lo que pasa?
—También tengo a otra persona embarazada… y es obligatorio tenerlo. Porque de lo contrario sería mi perdición. No puedo más. Le hice esto a Belinda… ella no se lo merece. Soy un desgraciado por embarazar a Gracie. Desde que supe que tenía novio, fui a su apartamento… y estuvimos juntos.
Ella es una zorra, pero me gusta lo salvaje que es. Quedó embarazada… y su padre me está obligando a que le responda.
—¿¡Qué!? —gritó Belinda—. ¡Cállate, Max! ¿¡Cómo pudiste!? ¡Maldito! —empezó a empujarlo con todas sus fuerzas.
—¡Te amo mucho! —dijo Max, abrazándola.
—¡Tú no me amas, Max! ¡Eres un infeliz! ¿¡Quién es ella!?
—Si me hundo… ella también se hundirá. Es Gracie.
—¿¡Quéee!? Son un asco. Mi mamá me lo advirtió… pero ustedes supieron jugar muy bien su papel. ¡Los odio! ¡Me largo de aquí!
—No puedes irte, Bell. Por favor… para. Te amo. Pero no puedo tener al bebé. Es demasiado para mí. Puedo tenerte a ti… y mantenerla a ella también.
—¡Te estás escuchando, imbécil! Nunca te he levantado la voz, Max. Siempre me he portado bien contigo. Pero ya veo… te gustan así: salvajes, malcriadas, que le den todo a la boca.
Te equivocaste conmigo. Yo no soy así. A mí me quieres completo… o no hay nada. ¿Entiendes? ¡Me largo!
—Bastián aún no lo sabe…
—¿¡Jaja!? Eso es lo que te preocupa, Max. Que Bastián se entere de lo que me hiciste.
—Él es amigo del papá de Gracie. Tal vez se va a enterar. Es mejor que estés con ellos.
—Pues no. No soy como tu zorra. Se lucieron de verdad. Me ocultaron todo… y se burlaron de mí. ¡Adiós! No vas a saber nada de nosotros.
—¡Bell, espera!— grité
Se fue. Me arrepiento. Belinda… sí era una mujer. Gracie apenas se enteró del embarazo quiso abortarlo… pero no pudo. El feto está bien agarrado. ¡Maldita sea!
Empecé a romper todo lo de mi casa. ¿Por qué, Max? ¿Por qué fuiste un un desgraciado? ella confío en ti. Maldita Graciee —Grite—
—¿Cómo fui tan tonta?— susurré , con la voz quebrada —Maldita sea— grité viendo la soledad. Pero te aseguro, bebé, no voy a dejar que te pase nada.
Lágrimas caían sin control. Me sentía impotente. No quiero volver a esa casa… allá voy a sufrir mucho.
Voy a trabajar. Voy a seguir estudiando. Bebé, por ti.
Vas a estar orgulloso de tu madre. No necesitas un padre.
Marca el número de Coll.
—¿Hey, morena? —contestó Coll—. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
—Por favor… te necesito, amigo.
—¿Qué te hizo ese desgraciado? ¿Te tocó?—gritó Coll,
—Ya no vivo allá. Ven, por favor. Voy para mi casa.
Coll:—Ahí estaré—
Pero primero… iré donde ese desgraciado. Quiero saber qué pasó.
Belinda mira al cielo. Las gotas comienzan a caer.
—Genial… empezó a llover. No pasa ningún carro ni nada.
Tomé solo lo necesario y salí. No importa… en mi casa tengo ropa.
Bebé, sé que estás pequeño aún… pero me alegro de que hayas llegado a mi vida.
Sabes… tienes a una madre soñadora. Y unos abuelos que te van a amar.
Pero claro… ahorita no puedo contarles nada.
Ellos tienen sus propios problemas. No quiero que vengan como hicieron con Alexander.